LUNES Ť 29 Ť ENERO Ť 2001
José Cueli
La tarde melancólica
šLa tarde estaba melancólica! Después del paseo de las cenizas del llorado Curro Rivera por el redondel. Melancolía que acompañó el inteligente toreo de El Juli y que por lo mismo fue poco aclamado por dos faenas magistrales a los torillos de Fernando de la Mora; uno, noble y fácil, y otro, áspero y difícil, que fueron los únicos justos de presencia. Qué pocos vamos quedando en sacarle sabor al toreo; embarcar, templar y mandar y recoger, que nace en el pecho y enciende la pasión. Toreo hondo Ƒquién te llevó? ƑEn dónde te perdiste?
Con ademanes y pasos lentos, trasmitiendo su majestad, El Juli extendió la capa en un revuelo de lances, rematadas con una larga lenta y solemne descansada en el redondel. La mariposa capotera ardió en la taza cementera. Ritual improvisado en la cara del toro, rítmicamente coloreado de amarillo y rojo.
Y venga a tomar muleta y espada, concentradas en él todas las miradas. Luego a clavar las zapatillas en la arena y bajo el milagro del encantamiento, la verdad del toreo: el pase natural. La mano imantada a la huelga gira y gira, recreándose en la agonía de la distancia, lo mismo con el torillo fácil que con el difícil. La plaza delirante le acompañaba.
La poesía del toreo, lances al viento, se esfumaban en graciosas curvas y el torero recrecido, en espacios infinitos entretejía filigranas con la libre espontaneidad de su fantasía torera, expresión de su espíritu juvenil, en un mariposeo desordenado, a la par inocente y gracioso, en el juego de la vida y la muerte, transmutada en belleza. Magia del toreo clásico que en el ambiente vibraba y llevaba disuelto en sus sones, la estructuración armoniosa de sus faenas.
Al son de los lances al viento que escuchaba en su espíritu, se perfiló en corto y con los ojos embriagados, mirando la montaña de luto, se fue en cruz tras la espada y el espléndido toro -tercer toro- largo recorrido, fijo, encastada nobleza, se revolvió en un palmo de terreno y la espada en lo más alto tocó hueso. Ritmando el paso, la nobleza del toro al morir resplandeció antes de rodar al igual que la torería de El Juli, artista y maestro, perdido en ese loco sueño llamado toreo, a pesar de que la tarde estaba melancólica.