Ť Los fans contentos, pese a la mala organización
The Gathering combinó fuerza y elegancia, en el Ferrocarrilero
JORGE CABALLERO
Al final de su concierto del sábado en nuestro país, la banda holandesa The Gathering quitó el mal sabor de boca que dejó la pésima organización que se viviía al principio. Con su recital en el teatro Ferrocarrilero llenó de un agradable bochorno oscuro/lóbrego/electrónico; fue un recital que combinó plasticidad, fuerza, espíritu y elegancia, y alcanzó/creó atmósferas telúricas/apocalípticas. Además, la banda noruega telonera de black metal/clásico, The Sins of Thy Beloved, resultó una verdadera sorpresa, sus ocho músicos dejaron al público con la boca abierta al público y ampliamente satisfecho por su perfecta ejecución musical/vocal.
En la entrada del recinto se formó una extensa fila que serpenteaba y se extendía como una marea negra, pues los asistentes en su mayoría eran darkis, algunos de ellos elegantemente vestidos y otros de manera discreta, aunque también se dejó caer uno que otro primitivo moderno y varios forever youngs. Otros más todavía compraban boletos, mientras los vendedores de playeras, vasos, discos, ceniceros, encendedores y agendas con el nombre de la banda esperaban cliente. Asimismo, habí una manta que apuntaba: Persona que sea sorprendida tratando de brincar de sección será desalojada sin rembolso alguno. Queda prohibido el acceso al foro con cámaras profesionales, videograbadoras, mochilas y objetos punzocortantes. Atentamente la empresa.
Dentro del inmueble, el concierto se retrasaba. Los gritos de impaciencia no se hacían esperar: "A ver a que horas, pinches impuntuales". Los organizadores, Dilema Entertainment, dieron a los representantes de los medios de comunicación la última fila del teatro: la doble M, pero como no se llenó el sitio, pronto ocuparon mejores localidades. Tampoco se dio libre acceso a los fotorreporteros, que sortearon, como pudieron, a los guardias de seguridad SOS para cumplir con su trabajo, quienes, por cierto resultaron más déspotas e ignorantes que el grupo Lobo, viejo conocido de los asistentes a los conciertos: "Siéntate bien, no ves que yo estoy aquí para cuidar la integridad del lugar" o "El hecho de que vendan cigarros abajo no quiere decir que puedan fumar"; sólo, les faltó poner un cartelón que dijera: No corro, no empujo, no grito. Después de una hora de retraso apareció The Sins of Thy Beloved, entonces, los malos tratos, el retraso y el calor quedaron en el olvido.
La agrupación noruega combinó la fuerza de la voz del black metal con celestiales tonos vocales; la dureza e intensidad con la indefensión y fragilidad, y el sonido duro lo mimetizó perfectamente con el de un violín. Sin embargo, lo que la gente realmente esperaba, por lo que había pagado el boleto, era ver a Frank Boeijen correr en los sintetizadores, a Hugo Prinsen batirse en el bajo, a los hermanos Hans y René Rutten, en la batería y la guitarra, respectivamente, y a la mavillosa Anneke van Giersbergen entonar los más sonados éxitos de The Gathering.
La espera se prolongó, pero el preludio de una noche de exquisito agasajo musical llegó con This mortal coil, preámbulo para The Gathering, que pintó con su música a los espíritus ahí reunidos. Fue una acuarela musical. Incorporó sus nuevas influencias electrónicas a los temas del disco If then else, lo impregnó de sonidos más acordes con las nuevas tendencias europeas, sin perder el sello atmosférico de la banda.
Un concierto en el que todos salieron satisfechos, cosa evidente desde que Anneke apareció en el escenario para transformarlo con su canto y presencia.