SABADO Ť 27 Ť ENERO Ť 2001

Luis Wybo

No queremos cuotas

En nuestro hemisferio sólo existe una frontera, la de América Latina con el norte superdesarrollado, escalón de brutal asimetría por el que se desborda la riqueza de nuestra mano de obra hacia un mercado convenenciero. Se trata de un flujo que prevalece y nadie puede detener, porque pertenece a una realidad socioeconómica regional cuyo desequilibrio, lejos de atenuarse, sigue agudizándose.

Ahora estamos proponiendo, con toda razón, que se abra la frontera al movimiento natural de una mano de obra que todos sabemos beneficia a ambos lados, conscientes los mexicanos de que el día que nos "teleceamos" nos quedamos sin ese elemento esencial en el tratado trilateral.

Para México, país fronterizo de América Latina, el problema es complejo y ocupa, o debiera ocupar, el primer lugar en la agenda bilateral con nuestro vecino. Afortunadamente, ahora tenemos mayor conciencia de la pertenencia de ese México allende la frontera a nuestro interés nacional; ya protegemos nuestra nacionalidad, y la opinión pública simpatiza plenamente con la defensa de los derechos humanos de los indocumentados.

Son pues, numerosas y graves las razones por las que México no puede cometer el tonto error de concertar un acuerdo bilateral de trabajadores "huéspedes" o "invitados" con el vecino, por cuotas:

1. Porque si el convenio establece cuotas, por bien negociado que éste se lograra, ampararía a unas decenas de miles de trabajadores, dejando a cientos de miles de ellos desamparados.

2. Porque esa enorme mayoría de trabajadores quedaría automáticamente expuesta a la rigurosa calificación de "ilegales" por parte del país receptor, por el simple hecho de no calificar dentro de la cuota.

3. Porque esa calificación coartaría ante las autoridades del país vecino la acción de protección de los cónsules mexicanos en favor del universo de nuestros nacionales, en grave detrimento de la enorme mayoría.

4. Porque la ampliación o limitación anual de la cuota sería un elemento de retorsión en manos del país receptor ante otros temas de importancia para México en la agenda bilateral.

5. Porque la negociación anual de la cuota nos pondría en una indeseable situación de "pedigüeños", en competencia con nuestros hermanos latinoamericanos.

6. Porque recaería en el país emisor la triste tarea de seleccionar a la ínfima minoría favorecida por la cuota, con las desgarrantes presiones que esto implicaría para nuestras propias autoridades.

Ya vivimos a principios de los setenta los trágicos tumultos de La Ciudadela y de Nuevo Laredo, provocados por la desesperación de trabajadores mexicanos contra autoridades mexicanas, para calificar en la limitada cuota del vecino. Recordamos bien las presiones para negociar anualmente la cuota, en un toma y daca con otros temas de nuestro interés estratégico en la agenda bilateral. Es abundante el registro de la frustración que sufrieron nuestros cónsules por no poder defender formalmente a la inmensa mayoría de nuestros paisanos ante el condenatorio calificativo de "ilegal" facilitado por las cuotas.

Por iniciativa mexicana, hace casi 30 años tuvimos el tino de suspender los entonces ya detrimentes convenios de "braceros". En circunstancias agravadas no podemos ahora caer en el error de concertar nuevamente por cuotas, hecho que sólo favorecería el interés del vecino, aunque éste tácticamente pretenda que no es así. Sabemos que el país receptor manejaría a su antojo la pequeña compuerta, pretendería haber ya cubierto "su responsabilidad social y moral", y nos dejaría con el trabajo sucio, nuestra desesperación y nuestros muertos en frontera.

Para concertar en materia migratoria, pues, ambas partes podemos y debemos: (a) aceptar la realidad socioeconómica del fenómeno; (b) reconocer el beneficio mutuo de la mano de obra; (c) proceder a la documentación, condicionada si es necesario, de los trabajadores que emplee el país receptor y de sus dependientes inmediatos; (d) en el espíritu que constituyó al propio país receptor, despenalizar la migración, eliminando calificativos de "ilegalidad" y "criminalidad" de los flujos; (e) lograr una cooperación eficaz entre autoridades migratorias y consulares en beneficio de empleadores y trabajadores por igual; (f) convenir voluntaria y equitativamente, en función inversa a la asimetría de desarrollo que presenta uno y otro lado de la frontera; y (g) mostrar al mundo, con satisfacción, que dos sociedades amigas y vecinas, tan dispares, pueden resolver sus problemas comunes con inteligencia y realismo.

Si para nosotros, latinoamericanos, esta es una ineludible necesidad, para nuestros vecinos del norte esta es una gran oportunidad.