De La banda del carro rojo a las antologías
del género
Tres momentos del corrido
CESAR GÜEMES /III Y ULTIMA
Chalino Sánchez tenía solamente 31 años cuando lo asesinaron. Antes, alcanzó a grabar una considerable cantidad de discos, 12 al menos. Si nos atenemos tan sólo a aquellos que llevan título específico, y no son compilaciones, tenemos: Hermosísimo Lucero, Que me entierren cantando, Desilusión, Con Los Amables del Norte, Alma enamorada, Chuyita Beltrán, Nieves de enero, El Pelavacas, Con Vaqueros Musical, Con Banda Brava, Frente a frente (con El Puma de Sinaloa) y Adiós a Chalino.
Las compilaciones, que incluyen algunos corridos no recogidos en sus discos originales, son cinco digamos clásicas (como las que se imprimieron luego de su muerte, alternando piezas con la intérprete Mercedes Castro) más las que continúan apareciendo.
Su muerte violenta, como recordó en su momento San Quiñones en L.A. Weekly, estaba en cierto sentido aguardándolo. Ya había participado en hechos de armas antes de cumplir la mayoría de edad. Y el mismo año de su deceso, 1992, durante un concierto en Coachella, se batió a tiros con un sujeto del público que quiso matarlo. Herido, dio principio a su leyenda, que había de iniciar formalmente en el Salón Bugambilia, de Culiacán, al cual acudió por motivos de trabajo. Luego del primer recital que ofreciera en el Bugambilia, mientras se trasladaba rumbo al norte de la ciudad, fue secuestrado por personas no identificadas.
El cuerpo, sin vida, con evidencia de que había sido amarrado de las manos y los pies, apareció poco más tarde, con dos tiros en la cabeza. Que ya la debía, dicen; que su pasado de gatillero era real y complejo mientras vivió en el sur Estados Unidos, dicen; que fue un enredo "de faldas", dicen. De tanto decir, las historias se han multiplicado. Lo único verificable, como el propio Chalino Sánchez, hoy ya un clásico del género, lo había expresado él mismo cuando se refirió así a la muerte del Pelavacas: "La verdad no se ha sabido, la cosa es que lo mataron".
El hecho es determinante e incontestable. Mientras su música se reedita, se transmite con inusitada frecuencia por las emisoras radiales del norte al sur del país o se canta en festejos de todo tipo, en Alcoyonqui, un caserío ya rumbo a la sierra saliendo por Imala, a escasos kilómetros de Culiacán, se encuentra su tumba: el lugar de arribo, el único destino posible.
De la Banda del Carro Rojo a la defunción de Camelia La Tejana
Existe, desde luego, un antes y un después de Chalino Sánchez, de donde se desprende su aceptación y permanencia. A mitad de camino se encuentra el justo medio donde es posible situar al corridista a partir del tratamiento de los temas y personajes que aborda.
Su nacimiento como compositor y la manera en que su obra comenzó a trascender en Sinaloa al mismo tiempo que el sur de Estados Unidos y por último en el resto de México -con particular énfasis, sobre todo en sus primeros años de carrera, en Durango, Nayarit y Jalisco- tiene su historia.
Por principio de cuentas distingamos los tres momentos y sus principales representantes. Antes de Chalino Sánchez, en sus días de formación, es cuando el prolijo y prolífico compositor Paulino Vargas da a conocer, mediante una grabación de Los Tigres del Norte, el clásico de los corridos del apartado, "La banda del carro rojo"; pieza que por cierto grabarían también, aunque con éxito más regional, Los alegres de Terán. La figura de Paulino Sánchez y la difusión de sus trabajos ?en reuniones públicas y enseguida con el apoyo incipiente de sellos disqueros? abre las puertas de los medios masivos que se ven sorprendidos por el recibimiento caluroso y la demanda creciente que los corridos con el tema de personajes al margen de la ley suscitan.
Este primer lapso, que va de 1975 a 1980, simboliza entonces la conquista de un terreno que hasta antes detentaban sólo la música "bailable", en el sentido más comercial del término, y las regrabaciones de temas usuales en el noroeste con variantes mínimas. En el terreno cualitativo, sin embargo, ocurre un cambio más importante que en el económico -sin por ello decir que el nuevo corrido sinaloense quedara al margen de los intereses comercializadores de las empresas dedicadas al ramo-: salvo contadas y sonadas excepciones, la música que grupos como Los Tigres del Norte y otros de menor alcance que se suman al auge, describe a los personajes en lo general y nunca en lo particular. Esto es, si bien la radio mexicana, y luego la televisión, aceptarán con singular gusto incluir entre sus listas de más escuchados a esos primeros corridos contemporáneos, todavía no es posible mencionar en ellos los nombres de las personas implicadas. El hecho ilegal a que aluden las composiciones existe, se refleja en la prensa con nombres, alias y apellidos, pero no en los corridos. Será poco después, cuando una suerte de censura no explícita lo permita, que el propio Paulino Vargas escribirá "Lamberto Quintero", cuya historia se retomará por diversas agrupaciones musicales, fundamentalmente, antes de que entre al más amplio mercado disquero, por Los Batury's.
Después de 1980 inicia un breve periodo de transformación. No sólo la obra de Chalino Sánchez es reconocida y de ella se imprimen decenas de miles de copias en México y Estados Unidos, sino que ocurre otro cambio cualitativo que él encabeza, secundado, cada quien en su ambiente, por Freddy Bojórquez, conocido en el medio como El Puma de Sinaloa, y por Saúl Viera, quien empleó como nombre artístico el de El Gavilancillo. Este último, por cierto, muerto también, al igual que Chalino Sánchez. En este apartado participará también como compositor Paulino Vargas, de quien Sánchez graba "Ramiro Sierra", y conjuntos como Los Nuevos Coyonquis hacen lo propio con "Pedro Alvarado" así como los reconocidos Miguel y Miguel se internan por "Contrabando de Juárez".
Camelia la Texana, un personaje que se quiso arquetípico desde su aparición ante los escuchas nacionales en "Contrabando y traición", fue rebasada en cuanto, ahora sí, los hechos de violencia se situaban en lugares específicos y los participantes, en su mayoría varones, se volvieron concretos, devinieron conocidos del vecindario y del país en cuanto su nombre, que ya circulaba, aparecía en notas periodísticas.
El Puma y el Gavilancillo
La diferencia entre los tres más destacados contemporáneos del corrido del noroeste, Saúl Viera ?El Gavilancillo?, Freddy Bojórquez ?El Puma de Sinaloa? y Chalino Sánchez, estriba en que mientras Viera hacía las labores de limpieza del segundo momento en que hemos dividido al género, Sánchez alcanzó con sus 15 discos como solista la mitología propia a partir de los personajes que habitan en sus obras. Y por su parte Bojórquez, en activo aún, se internó por los terrenos que darán lugar a la actual forma y fondo del corrido aunque pronto decidió cambiar de estilo.
Es posible afirmar sin lugar a dudas que Chalino Sánchez colaboró a este tercer momento, pero ni por tiempo vital ni por estilo podría ser incluido en él: la exaltación de la violencia.
Con trabajos como Las 12 hectáreas, El prieto Crispín, Santos Cantú, Pegándole al polvo, El gato negro, Manuel Ángel Garza, Oscar Cosía o La vida del hombre, El Gavilancillo Viera atisbó que los productos culturales por él trabajados se iban inclinando peligrosamente a lo que sería si no el final del corrido sinaloense contemporáneo, sí a su comercialización sin cuartel y a la ponderación de la muerte como una paradójica forma de sobrevida.
Por su parte Bojórquez, El Puma de Sinaloa, se mantuvo de forma natural como compositor y lo es actualmente, si bien ha cambiado el tono de su labor. En su momento, apenas muerto Chalino, Freddy Bojórquez alcanzaba la cumbre de su trayectoria con temas que aludían directamente a los personajes que para entonces o ya eran públicos o incluso habían muerto en hechos de sangre. De entre sus más socorridos trabajos es indispendable rescatar "El Cochiloco", "La muerte del Cochiloco", "Margarita Bernal", "Lupita y don Pancho", "Hiéreme", "Narcotraficante", "La captura del Cejagüera", "La fuga del Cejagüera", "El Corrido a Blanquita", "Los dos de Culiacán" y "Cruz de madera".
Desde jefe de jefes
Después de que los personajes de Chalino Sánchez fueran elevados por él a rango literario, vino el cambio total: por una parte se mantienen clásicos de la interpretación como Los Tucanes de Tijuana: "Mis tres animales", "El manos verdes", "El puño de polvo", "El jefe X", "Desatando el morral", "El Güero Palma", "Carretera prohibida", "El chaca" o "El hijo de la mafia", dentro de sus trabajos recientes y todo ello gracias a su compositor de cabecera Mario Quintero. Y de forma similar, con un público muy parecido, Los Tigres del Norte, quienes hasta ahora se han mantenido con la apuesta al primero momento del corrido contemporáneo, la alusión, la metáfora y la lectura entre líneas. Ganadores, bien organizados, Los Tigres han hecho en reciente fecha dos aportaciones singulares, ambas escritas por Teodoro Bello: "Pacas de a kilo" y "Jefe de jefes".
De los relativamente claros hechos manejados en este par de piezas al más reciente movimiento autoral e interpretativo de lo que comienza a dejar de ser corrido sinaloense para convertirse en un ente ubicuo y que en su momento habrá de ser bautizado, hay abismo y medio. Como sin querer, hasta hace escasamente un lustro se efectuó en Sinaloa (y, por reflejo, en estados vecinos) una campaña que en vez de sepultar al corrido con personajes al margen de la ley, lo radicalizó. Es por ello que al menos dos veces al año, y ya tres en lo que va de este 2000, han ido creciendo colecciones como Puros corridos perrones, Corridos pa'compas bien pesados, Puro corrido fregón o Corridos de miedo censurados por la radio. Cada una de las series va, al menos, más allá del quinto volumen.
Antes de regresar a Chalino y luego de observar el ímpetu de su estilo, reflejado no sólo en un estilo de cantar o componer, sino incluso de vestir, señalemos que dentro de las piezas que ofrecen más interés en la antesala del 2001 podemos considerar "El sexenio de la muerte" y "La suburban dorada", de los Huracanes del Norte; "El jardinero", con Banda La Costeña; "Narices de a gramo", del grupo Exterminador; "Cosechas michoacanas", de los Hermanos Jiménez; "No se la van a acabar", de la Banda El Recodo: y El agricultor, interpretado por Los Pumas del Norte.
Una nueva generación de grupos y solistas que, como en su momento Chalino Sánchez, han encontrado su camino letrístico y solvencia musical alrededor de los veinte años de edad. Al creador de "El Pelavacas", sin embargo, le deben la mitologización de los personajes y la temática que hoy abordan.