El caso Stanley fue de nuevo show televisivo
Ť Las dos principales empresas iniciaron muy temprano la transmisión en vivo
GABRIELA ROMERO, ANGEL BOLAÑOS Y MARIA CRISTINA CASTAÑEDA
Como si se tratara de una función de gala, trajes
de buen corte, zapatos impecablemente relucientes, los abogados y familiares
de los acusados por el homicidio de Francisco Stanley, acudieron puntualmente
a la cita para la grabación de lo que podría ser el último
capítulo de la tragicomedia protagonizada por el patiño Mario
Rodríguez Bezares y la edecán Paola Durante Ochoa.
Al fuerte dispositivo de seguridad con policías
de los agrupamientos de granaderos y montada que se estableció desde
las seis de la mañana en el acceso principal del edificio nuevo
de juzgados, anexo al Reclurosio Oriente, se
sumó el de un ejército de reporteros, camarógrafos
y fotógrafos que inundaron los alrededores de la locación.
Desde las nueve de la mañana comenzaron a llegar también las fans de El Mayito, encabezadas por un reducido grupo de mujeres que estuvo presente en las principales audiencias del caso identificado como La Porra y que en algunas ocasiones se mostraron con agresividad hacia los funcionarios de la PGJDF, como el subprocurador Víctor Carrancá y la ex vocera, Susana Manterola, a quien incluso "se la tenían sentenciada".
La presencia de por lo menos 40 uniformados con sus escudos no impidió que la entrada al foro principal se convirtiera en un caos ante el gran número de litigantes, representantes de los medios de comunicación, familiares, amigos que querían presenciar el espectáculo que inició con el altercado que el abogado de Rodríguez Bezares, Marcos Castillejos, protagonizó con los policías que controlaban el acceso.
"Se está actuando ilegalmente. Yo soy el abogado. Lo único que van a provocar es violencia", advirtió el defensor en medio de empujones, luego de que algunos reporteros gráficos con dificultades le franquearon el paso ya que los granaderos para evitar "que siguiera haciendo escándalo" le permitieron entrar, aunque su equipo y la esposa de Bezares, Brenda Jiménez, se quedaron fuera.
Las dos principales empresas de televisión iniciaron
la transmisión en vivo del espectáculo desde las primeras
horas de la mañana con entrevistas a algunos de los actores, intercalando
con imágenes del día del homicidio del comediante, Francisco
Stanley, así como escenas de otras audiencias que se realizaron
a lo largo de más de un año y medio.
La estrategia generó la expectación de
miles de televidentes que seguían paso a paso la trama de la cual
ignoraban el final. La espera se prolongó por tres horas y media
por una falla técnica, que impidió tener a tiempo las copias
de las sentencias que se entregarían a los abogados.
El retraso generó especulaciones como "caídas
del sistema" y hasta presuntos acuerdos entre la PGJDF y el TSJDF para
que la función diera inicio una vez que terminara otra que se escenificaba
en la Asamblea Legislativa con el procurador Bernardo Bátiz y los
diputados locales.
La espera tuvo su recompensa, primero con un round entre reporteros gráficos que se disputaban tras la barra para tener la mejor toma de la rejilla en la que horas después serían presentados los protagonistas Paola Durante, Mario Rodríguez, Luis Rosendo Martínez y Jorge García. Finalmente a las 14:26 la secretaria de acuerdos leía: "...se ordena su inmediata y absoluta libertad".
La resolución provocó los gritos, el llanto, los abrazos y felicitaciones entre los actores, a los que siguieron casi dos horas de entrevistas, mientras, fuera, La Porra gritaba eufórica y pedían "el gallinazo".
A las 4:38, Mario Rodríguez Bezares abandonó el reclusorio en medio de una nube de seguidores que impidieron a reporteros recoger las primeras palabras del sentenciado, quien finalmente se retiró con la promesa de una conferencia en su domicilio, hasta donde fue seguido por camarógrafos por tierra y por aire.
El trabajo de los reporteros parecía más fácil frente a la aduana del Reclusorio Femenil, para entrevistar a Durante Ochoa, pero igual se frustró pues la edecán no salió por esa puerta, sino en un vehículo del Instituto Nacional de Migración, ya que la uruguaya tendría que aclarar su estancia legal en el país.
Luis Amezcua Contreras: Jefe del cártel de Colima y conocido como uno de los reyes de las metanfetaminas, Luis Amezcua controló junto con sus hermanos Adán y Jesús la distribución de droga sintética en ciudades sureñas de Estados Unidos. El 8 de junio de 1998 le fue dictado auto de formal prisión por delitos contra la salud y lavado de dinero.
Erasmo Pérez Garnica, El Cholo: Burro de diferentes organizaciones de narcotraficantes, Erasmo Pérez fue investigado desde 1981 hasta 1996 por las autoridades estadunidenses por 26 acciones delictivas y 18 delitos diferentes de los órdenes común y federal. El mismo informe establece que Pérez Garnica fue deportado por las autoridades migratorias en dos ocasiones y utilizó 24 alias y siete fechas de nacimiento diferentes.
Paola Durante Ochoa: Hosttes de diferentes centros nocturnos y restaurantes, Durante Ochoa trabajó como bailarina en la discoteca Medusas, en la ciudad de México, propiedad de Rafael Rojo de la Vega y José Luis Patiño Esquivel, ambos relacionados con el cártel de Juárez, y meses después trabajó en el restaurante Angus de Cancún, Quintana Roo, donde conoció a Teresa Rodríguez Vázquez, esposa del narcotraficante Gilberto Garza García, El Güero Gil.
Mario Rodríguez Bezares: Patiño del comediante asesinado el 7 de junio de 1999, Rodríguez Bezares dio positivo en consumo de cocaína en los exámenes periciales realizados por la Procuraduría el día del homicidio.
Jorge García Escandón: Chofer y asistente de Francisco Stanley por un año, García Escandón fue una de las tres personas que se encontraban dentro de la camioneta al momento de ocurrir los hechos, y a pesar de ser él quien conducía el vehículo fue el único que no recibió ningún impacto por parte de los agresores.
Luis Rosendo Martínez Delgado: Asistente de Mario Rodríguez Bezares, Rosendo Martínez fue exonerado ayer como presunto responsable de ubicar a Francisco Stanley para que el agresor pudiera ejecutarlo.