jueves Ť 25 Ť enero Ť 2001

Sami David

Desafíos

Cada vez son mayores los acontecimientos que configuran un escenario diferente, y no precisamente esperanzador para la convivencia civilizada entre los mexicanos. Hay serios riesgos para el proyecto de nación que los mexicanos deseamos. Por eso conviene orientar el ánimo y las energías humanas hacia la paz, la libertad y la justicia social. La violencia y la amenaza de disgregación social se enseñorean en el país. Brumas y nubarrones oscurecen la travesía. Hay nuevos desafíos que enfrentar, nuevos horizontes que recorrer.

El Partido Revolucionario Institucional, al igual que todos los partidos políticos opositores, debe erigirse como el contrapeso a los proyectos socioeconómicos que, pese a la mercadotecnia oficialista, laceran el estómago de las clases más desprotegidas y vulneran la tranquilidad y el equilibrio de la nación. Tal vez a ello obedece el clima de linchamiento en todas las instancias que buscan suprimirlo. Quienes propician este encono en las fuerzas políticas de la nación, olvidan que la libertad es un valor que debe preservarse; la democracia, un medio, una vía para alcanzar el desarrollo; en tanto la participación ciudadana representa el aspecto ético, el compromiso que la sociedad asume para dirimir sus diferencias y controversias. No conviene, entonces, que los otros decidan por uno.

Por ende, vale la pena recordar lo que han señalado los estudiosos de las ciencias sociales: la política como actividad rectora, aplica la sana razón, conservando lo esencial humano y no la demagógica razón de Estado. Proclama la voluntad y vocación de servicio en beneficio de la mayoría. Urge, entonces, fortalecer el sistema de partidos que tenemos para enfrentar los embates que buscan desestabilizar al país. Por eso es válida la intención del Partido de la Revolución Democrática de reconstituirse, de reagrupar sus fuerzas para participar en el debate y en la agenda nacional.

En este mismo orden de ideas, si el Revolucionario Institucional conserva lo esencial de nuestra raigambre histórica, también estará a la altura de la contingencia actual. Por lo consiguiente, más allá de diferencias coyunturales, se debe buscar un consenso fundamental, compartido por todos los sectores y grupos del cuerpo político-social. O reformamos al PRI o los espacios democráticos ganados se nos disgregan. Nos unificamos con un fin común, la preservación del partido, o éste se debilita más hasta llegar a la inexistencia.

Aunque no faltan quienes arguyen lo contrario, el afán de poder de algunos militantes los ha llevado a la deslealtad, a utilizar estrategias ya superadas. Con el pretexto de la democracia, con las ambiciones desbocadas, los apóstatas han buscado otras instancias para conseguir sus intereses personales. La democracia, lo he dicho muchas veces, no debe ser un pretexto para dividirnos. La política, reitero, también es compromiso ético, de sensibilidad y entrega social. El vendaval del cambio amenaza con borrarnos. Acaso porque no hemos sabido escuchar al pueblo, a la ciudadanía, y dimos la espalda a nuestras raíces de compromiso democrático y de justicia social.

La diversidad de las propuestas políticas, la competencia por el sufragio son una muestra palpable del avance maduro logrado por todos los mexicanos. Por eso, también, debemos luchar contra las decisiones que laceran no sólo la voluntad ciudadana, sino que además confrontan la soberanía de los estados. Por eso debemos reagruparnos. Por eso mismo debemos buscar la unidad, sin que la travesía nos desfigure o nos disminuya, sin que el viento del cambio nos borre o nos aplaste. Tal es nuestro reto, y de ese tamaño debe ser la magnitud de nuestra imaginación y nuestra fuerza. La presente actividad política nos exige definir las prioridades para que ni los intereses de grupo ni las inercias del acontecer cotidiano suplanten lo que tiene que ser un ejercicio de amplio debate y altura de miras. Demasiados enemigos, públicos y soterrados, ponen en peligro nuestra supervivencia. Conviene conservar lo esencial de nuestras raíces, escuchar a la sociedad para estar a la altura de los desafíos en curso. Todo lo demás vendrá por añadidura.

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