jueves Ť 25 Ť enero Ť 2001
Enrique Calderón Alzati
Reviviendo una experiencia
Hace un par de días me vino a la mente un relato de ciencia-ficción aparecido hace unos doce años, en un diario local: "... En medio de aquel embotellamiento general que duraba ya varias horas, los automovilistas empezaron a caer asfixiados sobre los volantes de sus autos, disparando el aullido ensordecedor de miles de bocinas, que luego iba tornándose en grito lastimero para apagarse después conforme la energía de motores y baterías se consumía, hasta llegar por fin al silencio total... Luego empezaron a aparecer las hormigas...". La narración, cuyo autor hoy no recuerdo, reflejaba el estado de histeria colectiva en que vivíamos, luego de que el límite de los 300 imecas quedara rebasado.
La contaminación atmosférica y los congestionamientos viales eran los temas obligados de conversación en las oficinas y reuniones familiares, las mascarillas antiguas empezaban a verse en las calles; por razones distintas a la que se vivieron después, el futuro no auguraba nada bueno y a todos nos quedaba claro que el gobierno de la ciudad había sido rebasado (Ramón Aguirre acababa de dejar el puesto a Manuel Camacho), por lo que los capitalisnos discutían afanosamente posibles soluciones al problema. Fue en ese entonces cuando Heberto Castillo propuso unos ventiladores para sacar el aire contaminado de la ciudad por arriba del Ajusco, lo cual resultaba un proyecto bastante viable, dada la relativa modesta altura de esa cordillera. El proyecto, finalmente, fue abandonado ante el riesgo de que a los campesinos de la región se les volaran constantemente sus sombreros. Por esos mismos días, a mí se me ocurrió la loquísima idea de proponer el uso masivo de la bicicleta, que como se sabe tiene niveles menores de contaminación que la mayoría de los autos y microbuses, con la sola excepción de los "ecológicos". Fue entonces que decidí plantear mis propuestas en un par de artículos de poca seriedad que aparecieron en La Jornada. El número de lectores que se los tomaron en serio rebasó mis expectativas y un mes después habíamos armado un Movimiento Bicicletero con el que anduvimos dando guerra por un buen rato, pidiendo que se abrieran ciclopistas en la ciudad y facilidades para usar las bicicletas.
Aunque al principio el gobierno no nos hizo caso, nuestras travesuras empezaron a llamar la atención. Me acuerdo que un domingo tomamos el anillo periférico por unos minutos y lo llenamos de bicicleteros para tomarles fotos que nos permitieran promocionar el movimiento; fue una experiencia divertida, aunque las fotos no salieron muy bien, por lo que tratamos de repetir la experiencia. Desafortunadamente, el domingo escogido coincidía con un partido de futbol y los automovilistas estuvieron a punto de lincharnos a su manera.
Una de nuestras peticiones era que la vía del ferrocarril de Cuernavaca fuera transformada en ciclopista, porque con ello los bicicleteros podríamos cruzar una buena parte de la ciudad por una vía de alta exclusividad. El proyecto era especialmente atractivo en su recorrido de sur a norte, pues casi todo era de bajada. Camacho Solís nos trató muy bien, nos apoyó y logramos varias cosas, aunque al final esto casi costó el desmoronamiento del movimiento, porque muchos bicicleteros estaban en contra del gobierno de Salinas y, por lo tanto, no querían saber nada del regente; al final tuve que abandonar la dirección del movimiento bajo la sospecha de ser salinista, y además camachista, lo cual me generó también problemas con algunos colaboradores de Zedillo.
Recordando hoy esa experiencia de movilización social extraordinaria, por la transparencia de sus objetivos y el entusiasmo que fue capaz de despertar no sólo entre los ciudadanos comunes y corrientes, sino entre algunos intelectuales, artistas, comunicadores y funcionarios públicos, pienso que sería bueno revivirla, es decir, vivirla de nuevo, si esto es posible.
Hay varias razones para ello: si bien la contaminación ha disminuido, aunque no tanto, y el número de automóviles no ha aumentado considerablemente, gracias a los indiscutibles y conocidos méritos de Zedillo en materia económica, también es cierto que los sucesivos gobiernos de la ciudad no han hecho mucho en materia de vialidad y transporte en estos años, y seguramente los problemas en este tema volverán a crecer considerablemente en los próximos meses, gracias a las políticas neoliberales que pretenden convertirnos en ciudad global con todos los coches que esto signifique.
Después de aquella experiencia de hace diez años, varios bicicleteros de entonces nos hemos estado reuniendo para elaborar un proyecto viable, seguro y económico que introduce la bicicleta como un medio masivo de transporte. De él hablaré en mis próximos artículos. Hoy aprovecho estas líneas para invitar a todos los bicicleteros de la ciudad a acompañarnos en un primer paseo bicicletero del Parque Hundido, de Insurgentes, al Zócalo, tal como lo hicimos entonces. La cita es el domingo 18 de febrero, a las 10:00 am; la invitación es para todos: niños, ancianos, mamás, estudiantes, trabajadores; corra la voz y acompáñenos.