miercoles Ť 24 Ť enero Ť 2001

José Steinsleger

šLlegaron los marcianos!

Las primeras fotografías enviadas por la sonda Viking (1976) y las del robot Pathfinder que en 1997 exploró Marte, habrían acabado con las últimas esperanzas de que pudiese haber vida inteligente en el planeta rojo. Pero yo creo que tal conclusión podría obedecer a formas de razonar extremadamente racionales, como las nuestras.

Podría ser que los marcianos se hayan ocultado de la misión Pathfinder en el momento que el aparato amartizó en su superficie. Porque al fin Ƒquiénes somos, qué somos para ser tan concluyentes? Marte y la Tierra se formaron casi al unísono, hace 3 mil 500 millones de años, y nosotros somos como somos desde hace menos de medio millón de años. Así es que, prudencia camaradas.

Las obsesiones acerca de Marte empezaron cuando en 1877 el astrónomo Giovanni Schiaparelli creyó ver "canales" en aquel planeta. La "martemanía" se apoderó de Occidente y astrónomos como el bostoniano Percival Lowell se declararon a favor de la existencia de vida en Marte porque "tenía muchos rasgos en común con Arizona", donde Lowell tenía su observatorio. šAhí está el detalle!

En su libro La guerra de los mundos (1898), el inglés H.G.Wells describió las incidencias de una violenta invasión de marcianos a la Tierra y en octubre de 1938 el actor Orson Welles se sirvió de esta historia para transmitir un guión radiofónico que fue famoso. Mucho antes de terminar el programa, en todo Estados Unidos había millones de personas rezando, llorando y huyendo para no encontrar la muerte a manos de los marcianos.

El profesor Hadley Cantril escribió: "La primerísima parte del guión encajó con los patrones de juicio existentes entre los radioyentes" (La invasión desde Marte, University Press, Princeton, 1940). Los marcianos de Wells se marcharon. ƑY los patrones de juicio? ƑAcaso la ideología de la clase dirigente del único país viable del mundo no resulta similar a la de los marcianos?

No confundamos. El gentilicio alude a los marcianos terrestres, es decir, a las personas que están bajo la influencia de Marte, el dios de la guerra. En Estados Unidos hubo un boxeador marciano que se llamó Rocky, campeón mundial invicto de los pesos pesados (1952-56). Inofensivo. Pero el santoral católico recuerda a Marciano (390-457), emperador del imperio romano de oriente que convocó el Concilio de Calcedonia tras derrotar a las huestes de Atila en 451.

Gracias a San Marciano, el catolicismo en ciernes pudo imponer la doctrina de las dos naturalezas, humana y divina, de Jesucristo. Y a partir de Calcedonia, los reyes de la cristiandad se revistieron de tales atributos. Uno de ellos, William, the bastard (1028-87), llegó a ser rey de Inglaterra pese a que era vástago ilegítimo de Alette, hija de un curtidor, y de Roberto El Diablo.

En la última edición de la New England Historic Genealogical Review (2000), revista muy consultada por los genealogistas estadunidenses, se afirma que George W. Bush, flamante presidente de Estados Unidos, desciende en línea directa de aquel monarca de ideología marciana conocido como El Bastardo y que, por delicadeza académica, se conoce con el nombre de Guillermo El Conquistador.

La familia Bush de Texas se jacta de su linaje marciano. Y el equipo de George W. revela la capacidad de supervivencia de los marcianos terrestres. El vicepresidente Dick Cheney por ejemplo, ex secretario de Defensa bajo Bush padre, financió a la contra nicaragüense y dirigió la invasión a Panamá (1989).

Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, fue jefe de la Casa Blanca cuando el gobierno de Richard Nixon (1968-74) bombardeaba masivamente a Vietnam y después estuvo al frente del Pentágono en el gobierno de Gerald Ford (1974-77).

Ahora bien. George W. Bush y sus marcianos están lejos de ser aquellas "inteligencias superiores" a las que aludió Wells en su obra. Se trata de un equipo totalmente convencido de su misión providencial, o sea de aquella naturaleza humana y divina que se debatió en el Concilio de Calcedonia. Las profecías y las analogías son relativas porque se prestan a duda. Pero la imaginación humana, ahí tenemos la de Julio Verne, suele convertirse en realidad.

En Crónicas marcianas (1950), Ray Bradbury imaginó que de 1999 a 2026 el hombre invade y coloniza Marte. Hasta que la guerra atómica desencadenada en la Tierra reclama de vuelta a los colonos. Y mientras en la desolación de Marte el padre de una familia recién llegada quema los últimos documentos terrestres, los marcianos reaparecen y le dan un kiosco para vender salchichas y un título de propiedad de medio Marte, la noche misma en que la Tierra se acaba.

En 1955, Fredric Brown escribió una historia en la que los marcianos son curiosos y tienen el prurito de decir siempre la verdad. Yato Ishurti, secretario general de las Naciones Unidas, hace un llamado desesperado a los intrusos para que se marchen. Para ello, hace jurar a los pueblos de la Tierra que no se embarcarán nunca más en guerras fratricidas. Los marcianos se ríen y se marchan. El libro de Brown se llama Martian go home.