Lunes en la Ciencia, 22 de enero del 2001



Diferencias entre hacer ciencia y administrar instituciones

ƑEl Conacyt a Economía?

Gustavo Viniegra González

El 5 de diciembre de 2000, el ingeniero Raúl Picard del Prado, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación declaró durante la cena de clausura de la Convención Nacional de Industriales 2000 y en presencia del presidente Vicente Fox: "Asimismo, pedirle que instituciones como Nafin, Bancomext y Conacyt pasen a formar parte de la Secretaría de Economía, con el propósito de fortalecer su desempeño en las tareas de apoyo a las empresas de menor tamaño" (véase www.presidencia.gob.mx). Conviene analizar si esto es lo mejor para el desarrollo tecnológico de nuestro país.

conacyt En las noticias y en los discursos políticos se dice que México es un país muy rezagado en el desarrollo tecnológico y esto causa grandes dificultades para competir en un mundo dominado por la tecnología. Por ejemplo: en Reforma del 15 de enero de 2001 se indica que anualmente en México solamente se registran 5 inventos por millón de habitantes, cuando Japón tiene un índice mayor a 2 mil inventos en el mismo periodo por millón de habitantes y el promedio de los países con economía competitiva es superior a 100 (datos de Conacyt). Y si asociamos esta información con los datos de nuestro comercio exterior, podremos explicar por qué, a pesar de exportar cerca de 150 mil millones de dólares, no tenemos un amplio superávit comercial, pues importamos gran parte de los insumos necesarios para la industria.

Esto ya fue analizado en una reciente entrevista de la revista Proceso, por el doctor Luis Ernesto Derbez Bautista, secretario de Economía, quien reconoció que se retiene mucho menos de 20 por ciento del valor de las exportaciones manufactureras, por falta de capacidad técnica local para producir los componentes utilizados por la industria maquiladora.

Ahora, frente a la ruina de Nafin y las limitaciones financieras de Bancomext, se pretende que Conacyt sea el nuevo cajón para financiar el desarrollo tecnológico de la industria. Se le olvida al ingeniero Picard que la limitación más grave está en la pobre cultura tecnológica de la industria, la cual ha invertido menos de 1 por mil de sus ventas en desarrollo tecnológico, casi no tiene laboratorios propios para desarrollo experimental, paga un alto volumen de regalías por patentes extranjeras vencidas, casi nunca obtiene una patente importante en el registro de EU, y carece de planes para sustituir en forma eficiente las crecientes importaciones exigidas por la enorme industria maquiladora instalada en México. Estas deficiencias culturales no se van a superar por un simple decreto de organización administrativa.

En cambio, sí existe el grave riesgo que la administración de la Secretaría de Economía, insensible a la naturaleza de los problemas científicos del país por su falta de experiencia en este campo, acabe con lo poco que hemos logrado: una incipiente plantilla de 7 mil científicos capaces de hacer investigación de calidad. Esta plantilla es el semillero para educar a miles de ingenieros e inventores necesarios para una nueva estrategia industrial basada en la innovación local.

La propuesta del ingeniero Picard podría matar la gallina de los huevos de oro, porque el componente principal de la innovación está en los innovadores y no en la compra de equipo y de tecnología. Pues hasta la fecha, en la industria mexicana predomina la idea que el desarrollo tecnológico consiste en comprar tecnología extranjera lista para usarse, dejando como principal trabajo técnico local a la lectura de los manuales e instructivos para ponerla en marcha, con poca participación innovadora de los científicos locales y esa es precisamente la receta para el subdesarrollo.

Ojalá que a Jaime Parada, el nuevo director general de Conacyt, no se le olvide que es muy fácil destruir núcleos de investigación y muy difícil crearlos de nuevo.

El autor es profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa

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