lunes Ť 22 Ť enero Ť 2001
Carlos Montemayor
El INI
El más notable organismo oficial encargado de promover la política indigenista en México durante el siglo XX fue el Instituto Nacional Indigenista (INI). A partir de su creación, en 1948, el INI se propuso no reducirse a un enfoque solamente cultural, sino aplicar programas de promoción económica, de agricultura, caminos y planeación de tierras, bosques y aguas. Su base organizativa fueron los llamados Centros Coordinadores, que dieron inicio a proyectos regionales de desarrollo para abarcar a los núcleos indígenas marginados y a las vecinas poblaciones mestizas que se hallaban igualmente en situación de subdesarrollo. Entre 1950 y 1969 se crearon once Centros Coordinadores.
Las secretarías de Estado vinculadas con tareas de comunicaciones, salubridad, educación o agricultura depositaron en los Centros Coordinadores, al menos formalmente, la dirección y a veces la administración de programas, previendo que tal coordinación aseguraría el logro de los objetivos. En parte, estas coordinaciones formales que auguraban el éxito de programas y proyectos fueron en verdad uno de los puntos débiles del indigenismo institucional del siglo XX.
En pleno crecimiento de los Centros Coordinadores, Alfonso Caso leyó una optimista y persuasiva conferencia en el Instituto de Altos Estudios de América Latina, en la Universidad de París, el 20 de octubre de 1956, donde llegó a vaticinar lo siguiente: "De este modo esperamos que el problema indígena como tal desaparezca en los próximos 20 años. Pero eso no implica naturalmente que los valores culturales indígenas habrán muerto entonces; por el contrario, seguirán incorporándose, como ha sucedido hasta hoy, en la vida mexicana".
Desafortunadamente, no fue así. Cuando los 20 años se cumplieron, comenzó en México a reconocerse y analizarse el "fracaso" del indigenismo que Caso había proclamado. Uno de los mejores trabajos de evaluación y análisis lo escribió en 1971 Alejandro Dagoberto Marroquín. En la sección de consideraciones críticas situó en primer lugar, precisamente, la dispersión de la acción indigenista. El INI nunca tuvo poder para obligar a dependencias estatales o federales a cumplir sus decisiones. Su autoridad era moral y su coordinación sólo formal. Los cambios que impulsó requerían de un indigenismo más vigoroso.
Sin embargo, en el momento en que Alfonso Caso externaba en la Universidad de París su optimista visión de solucionar el "problema del indio" en 20 años, el indigenismo mexicano era considerado como vanguardia en el continente. Los principios fundamentales que lo sustentaron y la proyección metodológica del tratamiento regional coordinado fueron acogidos por los congresos indigenistas interamericanos como experiencias que debían estudiarse. La acción del INI rompió el aislamiento de muchos grupos y redujo actitudes discriminatorias. Promovió cambios socioeconómicos en la vida de las comunidades. Luchó contra el enganchamiento abusivo de los indígenas y por la liquidación de este sistema. Difundió la luz eléctrica y las comunicaciones telegráficas y telefónicas. Realizó campañas sanitarias con la consiguiente reducción de la mortalidad infantil. Esto quedó en su haber como una labor positiva.
Pero a lo largo de 52 años el INI impulsó proyectos fundamentalmente "externos", proyectos que se dirigían desde la "sociedad nacional" hacia los pueblos indios, pero no se propuso fortalecer vectores culturales "internos" de esos pueblos. También, a lo largo de esos 52 años, el INI estuvo dirigido por funcionarios pertenecientes a la "sociedad nacional", pero no provenientes de las comunidades indígenas mismas.
Por vez primera, después de 52 años, después de nueve directores nacionales, se ha nombrado director general del INI a un indígena, al antropólogo Marcos Matías Alonso, nahua de la sierra de Guerrero. Es un cambio importante a nivel burocrático. No sabemos si a este cambio sobrevendrá también una transformación más profunda en la orientación esencial del INI.
En su toma de posesión señaló con claridad: "Muchos creen que no estamos capacitados para dirigir la institución a nivel nacional; seguramente no faltará quien apueste a nuestro fracaso anticipado y quizás habrá quienes nos pondrán diversos obstáculos en el camino. Los pueblos indígenas estamos acostumbrados a caminar por senderos escabrosos y tenemos la seguridad de no perdernos en el laberinto institucional".
Su actitud ante el conflicto de Chiapas fue clara en varios momentos. Por ejemplo, cuando afirmó expresamente que su administración apoyará los acuerdos de San Andrés, luchará por "la defensa de los derechos constitucionales de los pueblos indígenas y la paz duradera y digna en Chiapas". También, cuando aseguró que sus tareas se inspirarán en "el principio moral de nuestros pueblos: mandar obedeciendo, que ha vuelto a renacer en el sureste de México".
Apuntó que en las comunidades indígenas se forjan talentos que no se toman en cuenta ni se valoran. Por ello se propondría: "identificar a esos hombres y mujeres, a nuestros hermanos y hermanas, para que juntos levantemos la nueva morada del INI, la nueva casa plural e intercultural de la nación mexicana".
Una compleja tarea tiene por delante el primer director indígena del INI. Transformar esta institución con una diferente perspectiva: no ver a los pueblos indios como objetivos de la caridad pública o privada; tratar de ver a los pueblos indios como actores políticos plenos.