DOMINGO Ť 21 Ť ENERO Ť 2001

James Petras

ƑPuede George W. Bush seguir los pasos de Bill Clinton?

Bill Clinton ha dejado un legado difícil de repetir. Un presidente cuyas políticas superaron hasta la más amplia agenda retrógrada del ala conservadora del Partido Republicano, al tiempo que recibía el respaldo financiero y político de las principales organizaciones sindicales, feministas y representantes de las minorías. Clinton fue particularmente hábil al hablar y sentir para los estadunidenses pobres, mientras aplicaba vigorosamente políticas neoliberales, tanto en su país como en otros. El presidente George W. Bush tie-ne un difícil ejemplo a seguir.

Vale la pena hacer una lista de los lo-gros de Clinton. En primer lugar, se hizo de 30 millones de dólares en fondos de campaña de la dirigencia de la AFL-CIO, para después darle a esta central una pa-tada en su amplio trasero, al hacer campaña y asegurar el paso fast track hacia el TLC, el tratado de libre comercio al que se opone la gran mayoría de los dirigentes sindicalistas.

Mas aún, Clinton fue aclamado por los líderes sindicales por su falsa retórica electoral sobre la "lucha de clases" y su folcloroides promesas en favor de las clases trabajadoras en las conferencias anuales que realizaba la AFL-CIO, en las que nunca atacó, ni siquiera denunció, ninguna de las leyes que perjudican a los trabajadores.

Así, la inseguridad en el empleo se extendió hacia toda la fuerza de trabajo durante su presidencia. El número de trabajadores sin ningún tipo de seguro mé-dico se incrementó en 5 millones, y el número de abusos médicos por parte de las aseguradoras privadas, que el mandatario demócrata promovió desde un principio, aumentó geométricamente.

El secreto del éxito de Clinton fue asegurar una multimillonaria campaña de financiamiento entre los máximos líderes de la AFL-CIO, que poco tenía que ver con sus inexistentes intenciones de hacer una legislación pro laboral, y mucho con su procuradora general y la actitud tolerante hacia su Departamento de Justicia.

Investigaciones policiales llevadas a cabo en la mayoría de los sindicatos, in-cluido el de la construcción, el municipal, hotelero, textil, del transporte y de las federaciones mineras, entre otros, ponen en evidencia actos de corrupción a gran escala, contratos concedidos a propietarios de talleres de sudor, cercanas relaciones con jefes de la mafia, fraude electoral en elecciones sindicales, entre otras faltas criminales.

Bajo la protección de Clinton ninguno de los líderes sindicales tuvo que enfrentar un juicio. Además de que los funcionarios sindicales de niveles alto y medio recibían salarios y prebendas en el orden de 300 mil dólares anuales, la posibilidad de relegirse de por vida (sin temor a ser perseguido judicialmente) y pensiones de retiro de seis dígitos, también gozaban de invitaciones para asistir a veladas en la Casa Blanca, aun en momentos en que los niveles de empleo en el sector privado cayeron a cifras de un solo dígito (9 por ciento) y el número de empleados de tiempo completo que cayeron bajo la lí-nea de la pobreza se multiplicó.

No le costará mucho a Bush tener, de vez en cuando, algún gesto clintoniano, al enviar una invitación al presidente de la AFL-CIO, Sweeney, para que visite la Casa Blanca para discutir cuestiones la-borales. Sería fácil para Bush encontrar a algún socialdemócrata mal pagado para que le escriba discursos edificantes sobre el trabajo en la Convención del Empleo. Bush, asimismo, puede llegar a un entendimiento pragmático con los líderes de la AFL-CIO en aspectos de justicia, que no aspectos criminales ni de justicia social.

En los asuntos de género, la destreza política de Clinton fue especialmente vanguardista. Fue capaz de recortar a mi-llones de mujeres pobres, la mayoría de ellas madres solas, de los pagos básicos de seguridad social, obligarlas a trabajar en empleos de salario mínimo, sin servicios médicos ni de estancias infantiles, y aún así, asegurarse el apoyo financiero y político de la Organización Nacional de Mujeres y del resto de los grupos feministas. ƑCuántos jefes de Estado pueden seducir a sus secretarias, becarias y a es-posas de sus conocidos, negar bajo juramento que esto ocurrió para después ad-mitir que sí incurrió en acoso sexual, y aun así tener a la lideresa feminista Gloria Steinem en su caballada electoral, ca-lumniando las políticas de derechos de las mujeres del candidato Ralph Nader?

Ningún presidente supera a Clinton en lo que respecta a las políticas para las minorías. Durante la presidencia de Clinton más jóvenes negros o de origen latino, de entre 20 y 40 años, estuvieron en prisión o enfrentando juicios por ofensas no violentas que en toda la historia de Estados Unidos: millón y medio de estas personas están en la cárcel y millones más están a la espera de un juicio, de una apelación o de libertad bajo palabra. Uno de cada cuatro niños de las minorías ha ido hambriento a la escuela y 80 por ciento de ellos asiste a escuelas públicas segregadas de facto.

Los índices de desempleo en los negros son el doble que el de los blancos y las diferencias de salario entre ambos grupos se mantuvieron constantes. El poder adquisitivo del salario mínimo, del que disponen, en todo caso, las minorías ca-yó en 30 por ciento, a un nivel de hace 30 años. Finalmente, eran negras y latinas la mayoría de las madres solteras que fueron expulsadas del sistema de seguridad social obligadas a trabajar por salarios mínimos sin servicios de salud.

Clinton claramente superó a la presidencia derechista de Ronald Reagan, en lo concerniente a despedazar la red de se-guridad social. Pero a diferencia de Reagan, el presidente Clinton fue aceptado por prácticamente todo líder político ne-gro, cada personajes de una organización cívica o religiosa. Estos líderes pronunciaron discursos, recolectaron fondos y organizaron campañas de empadronamiento y retacaron iglesias por la candidatura de Clinton. Incluso respondieron "amén" cuando Clinton sermoneaba a fe-ligreses negros, llamándolos a responsabilizarse personalmente por sus vidas y culpándolos, por lo tanto, de las dificultades que les fueron impuestas mediante salarios bajos y recortes al presupuesto social. Más de 90 por ciento de los electores negros votó por Clinton.

ƑCuál fue la fórmula mágica de Clinton para castigar al pueblo y luego ser re-compensado? Clinton se dirigió a los ne-gros con mensajes inspiradores. Cantó en sus iglesias, derramó lágrimas de verdad por sus dificultades, abrazó a sacerdotes y besó bebés, tocó el saxofón e "hizo empatía" al "sentir el dolor" ajeno. Por sobre todo, Clinton otorgó empleos y po-siciones de nivel medio a profesionales con movilidad ascendente. Fue un firme creyente de la "diversidad", el "multiculturalismo" y "acción afirmativo", y no hizo nada para cambiar la distribución del poder, la propiedad y la riqueza concentrados en Wall Street.

No existe duda alguna de que Clinton tenía abierta la puerta de los políticos negros, la clase media profesionista y las celebridades, fue un virtuoso en el arte de oprimir los botones retóricos correctos y adoptar la postura rural apropiada en cada momento. Sobre todo, fue un maestro en lo que se refiere a hacer el gesto simbólico correcto, al mismo tiempo que reservaba cargos y medidas legislativas para sus benefactores financieros en Wall Street.

Bush no debe tener problema alguno en seguir los pasos de Clinton en lo que se refiere a la promoción del gran empresariado, aunque puede ser que se incline más hacia la "vieja (y real) economía", y menos hacia la "nueva" economía oriental, financiera y especulativa. Sus recortes a los impuestos para los ricos complementa la osada política de recortar y quemar hacia la seguridad social de los pobres, que dio como resultado el superávit presupuestario. La legitimación que dio Clinton a la ideología del libre mercado, el libre comercio, los fast tracks, desde luego que resuenan en las preferencias políticas de Bush. El gran reto consiste en si las habilidades políticas de Bush son suficientes para vender estas políticas pro empresariales como el "programa del pueblo" del siglo XXI. La cla-ve está en si Bush puede emular a Clinton en lo referente a gestos simbólicos, manipulaciones emocionales y toda la gama de sus transacciones.

Los miembros del gabinete a los que Bush designó sugieren que algo han aprendido de la exitosa fórmula de Clinton. Mujeres, minorías y hombres blancos de mediana edad fueron cuidadosamente dosificados, y esta diversidad no interferirá con la agenda neoliberal y pro empresarial del republicano. Detrás de la retórica "compasiva conservadora" de George W. Bush, existe ya una imitación del "sentimiento" que Clinton solía evocar ante cualquier cosa o persona de la que estuviera hablando.

Pero lo crucial es dar seguimiento. ƑPuede Bush arrojarle un hueso a las feministas profesionales, de manera que parezca que está, en efecto, dispuesto a apoyar lo que ya existe en la literatura legal? ƑPuede Bush cantar aleluyas con un coro negro, ensalzar las virtudes de sacerdotes negros y sermonear sobre la "autoayuda" en iglesias negras atestadas de feligreses subempleados y con ínfimos salarios? ƑPuede Bush hacer invitaciones a los líderes de la AFL-CIO, ga-rantizarles inmunidad y, además, la libertad de designar tres categorías de salario y permitir que 10 por ciento de la fuerza de trabajo permanezca sindicalizada, a cambio de una supuesta oposición al "li-bre mercado" y de darles carta abierta para "restructurar la fuerza de trabajo" (mediante despidos masivos):

Por supuesto, Bush puede seguir la fórmula de Clinton si lo cree necesario, y siempre y cuando la economía no caiga en profunda recesión. Es dudoso que Bush sea capaz de tocar el sax, pero puede ir practicando con una armónica, puede contratar a un entrenador de voz para profundizar su acento sureño antes de visitar iglesias negras. Si no logra ex-primirse una o dos lágrimas en el mo-mento apropiado, el sólo hacer temblar sus labios le será igualmente útil. Serán estos gestos, los "nombramientos diversos", y los abrazos apropiados los que decidirán si Bush puede ser tan exitoso vendiendo el libre mercado, el libre co-mercio y las crecientes desigualdades en-tre el pueblo estadunidense.

Traducción: Gabriela Fonseca