DOMINGO Ť 21 Ť ENERO Ť 2001

Antonio Gershenson

Apagones... en California

A partir del pasado miércoles, y por primera vez desde la segunda Guerra Mundial, la autoridad reguladora decretó apagones escalonados, o rotatorios, en el estado de California. Se trata del síntoma más reciente de una crisis que lleva ya varios meses, con precios muy altos y abasto muy bajo. Fue en esta entidad estadunidense donde primero se estableció la llamada desregulación en la industria eléctrica, en la que el mercado mismo debería regular los procesos económicos. Ha habido también un proceso similar en la industria del gas natural.

Las causas inmediatas del problema no son objeto de discusión: todos reconocen que hay muy pocas plantas eléctricas y muy poco gas para satisfacerlas. Ya el peso que se le da a cada una de las causas de fondo sí cambia según los diferentes enfoques, ideologías e intereses involucrados.

Hay varias de estas causas que inciden en la polémica que tenemos en México sobre cómo desarrollar las industrias relacionadas con este asunto. Se habla mucho de dejar que el mercado regule su desarrollo. Pero el mercado como tal sólo funciona para cortos plazos. Nadie compra acciones de una empresa porque va a tener utilidades dentro de cinco o diez años, las adquiere sólo si considera que las va a tener ya. Cuando empresas privadas han planeado los largos plazos, que sí ha sucedido, ha sido sobre la base de alguna forma de monopolio u oligopolio, o de una regulación especial, que les da una certidumbre en cuanto al destino de sus inversiones en plazos más largos.

La industria eléctrica, por un lado, y por otro la petrolera y en particular la gasera, tienen ciclos de inversión y recuperación de la misma de varios años. La instalación de una planta de generación de electricidad, salvo excepciones como la generación con viento o con pequeñas caídas de agua, se tarda varios años por sí misma, al igual que la de una refinería. El desarrollo debe ser planeado en perspectivas de por lo menos diez años, pero de preferencia de 20 o 25 años. Es la forma de asegurar el abasto de la energía en sus diversas formas, en el largo plazo.

Por otro lado, las industrias gasera y eléctrica son de las llamadas industrias de red, consideradas generalmente como de "monopolio natural". Esta consideración parte de que el dueño de la red tiene una gran ventaja sobre cualquier posible competidor que no la tenga o que tenga una red menor. A menudo, se ha preferido reconocer esta situación y regularla para tratar de evitar abusos. En México y en muchos otros países, se ha sustituido al monopolio u oligopolio privado por la propiedad pública.

La situación de prestador único del servicio tiene ventajas como la posibilidad de planear y prever las cosas con tiempo, pero también sus problemas. Con relativa facilidad, se pueden generar burocratismo e ineficiencia porque los funcionarios, públicos o privados, tienen asegurado el "éxito" sin nadie más que los pueda desplazar, no ya del mercado, sino ni siquiera de segmentos del mismo.

Estos problemas llevaron al planteamiento de la llamada desregulación. Pero con ésta entendida como medio para regular la economía de estas industrias, si se llegan a lograr precios bajos por la competencia, estos precios desalientan la futura inversión, con lo cual se prepara el terreno de la futura escasez, con la consiguiente alza de precios. Esto se sobrepone con la dependencia de una sola fuente de energía, en este caso el gas natural, con lo cual el problema se agrava drásticamente. En Estados Unidos, y a partir de la experiencia que se está viviendo, se abandonó un proyecto de desregulación en el nivel federal, y varios estados que iban por el mismo camino lo están reconsiderando.

En México debemos ver a la competencia como un instrumento para mejorar precios y eficiencia, pero no como sustituto de la planeación. Se deben establecer claramente reglas de competencia en ramas de actividad económica de recuperación de la inversión, en el marco de una planeación de largo plazo. Esto incluye la diversificación de fuentes de energía y, dentro de ésta, el mejor aprovechamiento posible de nuestros recursos renovables, que no se van a acabar como el petróleo o el gas, como son las caídas de agua, el viento y otros más. Deben distribuirse las fuentes de generación también en la geografía del país, aprovechando en cada zona los mejores recursos disponibles y llevando a ellas la energía complementaria necesaria.