DOMINGO Ť 21 Ť ENERO Ť 2001

Ť Guzmán Loera logró burlar sofisticados sistemas considerados infranqueables

Los penales de máxima seguridad, vulnerables

GUSTAVO CASTILLO GARCIA

El penal de alta seguridad de Puente Grande, en Jalisco, como el de Almoloya, en el estado de México, dispone de defensas antiaéreas, cables de alta tensión en sus muros, circuitos cerrados de televisión en todas sus áreas, alarmas conectadas a una zona militar, alambres de púas electrificados, dos mallas ciclónicas -una electrificada y otra con navajas-, una zona de patrullaje y un área de revisión de vehículos.

Todo esto fue burlado por el líder del cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, con lo que evidenció que ni los más sofisticados sistemas penitenciarios de México están exentos de fugas amparadas por la corrupción.

La necesidad de construir penales de máxima seguridad surgió en diciembre de 1988, a raíz de que hombres armados lograron ingresar al reclusorio estatal de Nayarit, donde "se escenificó la peor tragedia de que se tenga memoria", diría el primer director de Almoloya de Juárez, Juan Pablo de Tavira (asesinado a finales del año pasado en Pachuca, Hidalgo).

En ese amotinamiento perdieron la vida varios funcionarios de ese reclusorio, policías e internos. "La corrupción del personal de seguridad había permitido el ingreso de hombres armados, quienes haciéndose pasar por abogados llegaron hasta el director del penal, Samuel Alvarado Alpízar, y lo tomaron como rehén. Al negarse a las pretensiones de los seudoabogados, fue acribillado. Con esto se inició una verdadera guerra en el interior", narra De Tavira en su libro ƑPor qué Almoloya?

El motín culminó con la muerte de 20 internos, que fueron asesinados a tiros por los policías que tomaron por asalto el reclusorio, luego de la muerte del comandante del grupo Zorros, corporación policial del Distrito Federal que viajó a Nayarit para apoyar a las autoridades locales a sofocar la revuelta.

Según Juan Pablo de Tavira, la construcción de los Ceferesos "fue una reacción contra la situación que imperaba en el país", ya que en todos los centros de reclusión reinaban la corrupción y los vicios.

La idea nace durante el sexenio de Miguel de la Madrid. Manuel Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación, y Jorge Carrillo Olea, ex gobernador de Morelos, fueron los promotores del proyecto.

En 1988, el entonces presidente aprueba la construcción de cinco Ceferesos: estado de México (Almoloya, recientemente bautizado como La Palma), Jalisco (Puente Grande), Sinaloa, Tamaulipas y Veracruz.

Los gobiernos estatales de las entidades mencionadas donaron los terrenos correspondientes, que en promedio tenían una extensión de 15 hectáreas. Sin embargo, sólo se construyeron tres: Almoloya, entre 1988 y 1990; Puente Grande, entre 1990 y 1993, y Matamoros, entre 1992 y 1994.

En los Ceferesos supuestamente se cuenta con planes para contrarrestar motines, resistencias organizadas y tentativas de fuga. Para ello se instalaron sistemas de vigilancia electrónica que permiten la visualización de cada una de las áreas comunes, dormitorios y zonas de seguridad externas e internas.

En el desarrollo de los sistemas de vigilancia y seguridad participaron efectivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y empleados de otros gobiernos, como el de Francia, de donde se copió el modelo carcelario que se aplica en los penales de máxima seguridad en México.

El Cefereso de Puente Grande tiene una mayor zona de seguridad externa que Almoloya. Mientras en esta última prisión cualquier persona puede permanecer a escasos 400 metros de distancia de la aduana de vehículos, en el penal de Jalisco la distancia mínima de acercamiento es de casi un kilómetro. La carretera que conduce del pueblo de Puente Grande al centro penitenciario es de uso exclusivo de abogados, empleados, funcionarios y visitantes.

Al igual que el de Almoloya, en el perímetro del Cefereso de Puente Grande existen detectores subterráneos de movimientos de tierra; las puertas de acceso y salida se activan con la anuencia de un custodio; las cámaras de televisión vigilan cada espacio, cada tramo de los pasillos, cada pedazo de las áreas externas, por lo que un auto en movimiento es seguido desde que llega hasta que se retira.

Joaquín El Chapo Guzmán traspasó todo. Ni cámaras ni detectores supieron de su fuga; se conoció de su huida hasta que se "pasó lista".

El Chapo escapó de un "laberinto" de pasillos, escaleras, rejas y concreto, que sólo conocen los custodios, médicos, sicólogos y autoridades.