SABADO Ť 20 Ť ENERO Ť 2001
José Luis Manzo
Lograr consensos
Después de un rechazo contundente a la demanda social de reducir el precio del gas natural a un nivel razonable, la Secretaría de Energía informó recientemente que la cotización baja a cuatro dólares por millón de BTU. Debemos reconocer esta muestra de sensibilidad política del gobierno de Fox. Con ello se alivia en lo inmediato el grave problema que viene afrontando el sector productivo del país que utiliza el gas natural como combustible o materia prima. Pero la solución de fondo no está resuelta, mientras no se modifique el criterio que se aplica actualmente para fijar el precio interno de este energético, que lo vincula al que se registre en el sur del estado de Texas, de la Unión Americana.
Diversos articulistas de La Jornada hemos señalado la conveniencia de abandonar ese criterio y sustituirlo por otro, que esté basado en el costo promedio de producción del gas natural en México, costo al que se agregaría un margen de ganancia para Pemex, similar al que obtiene cualquier empresa petrolera internacional. En realidad, aplicando este criterio, la medida anunciada como provisional puede convertirse en permanente, e incluso puede reducirse aún más el precio, considerando que el costo de producción de casi 80 por ciento del gas natural producido en México (gas asociado) es de 60 centavos de dólar por millón de BTU, como lo señalan documentos internos de Pemex que obran en nuestro poder, elaborados por técnicos de alto nivel que laboran en esa paraestatal.
El gobierno de México tiene plena libertad para modificar la manera en que determina el precio interno del gas natural. No se lo impiden los tratados comerciales firmados con diversos países. Así como en su momento decidió ligar el precio interno a la cotización que rige en el sur de Texas, ahora puede abandonar ese criterio y determinar el costo conforme al criterio propuesto. Si el gas natural se vende internamente a un precio que cubre su costo de producción y permite a Pemex obtener un margen de ganancia, ningún socio comercial podría acusar a México de prácticas desleales de comercio o de otorgar subsidios a los productores nacionales, como teme el secretario de Energía, Ernesto Martens (La Jornada, enero 12, 2001). Si de esta manera el gas natural llega a venderse barato en México, es porque la naturaleza nos regaló energéticos relativamente abundantes y fáciles de extraer. Tenemos una ventaja que otros países no tienen, y no sería delito aprovecharla, como cualquier país desarrollado aprovecha las ventajas comparativas que posee en materia de tecnología u otros campos.
Las empresas que son consumidoras de gas natural, particularmente las de mayor tamaño, tendrían que poner su esfuerzo para que el menor costo del gas natural se transforme en menores precios de sus productos, a fin de que resulten también beneficiadas las empresas que se encuentran en los otros eslabones de cada una de las cadenas productivas. Ello incrementaría la competitividad de la planta productiva nacional frente a empresas y productos del exterior. También existen mecanismos de supervisión y control de las empresas usuarias del gas para evitar desviaciones y la creación de un mercado negro, asunto que preocupa sobremanera a las autoridades de Pemex.
No es fácil establecer estos cambios, pero tampoco es imposible. El problema central no es técnico, sino de falta de voluntad política para avanzar por esta nueva manera de gobernar y definir nuevas políticas públicas. El gobierno federal es quien ahora frena este proceso, pero podría transformarse en su impulsor. De ser así, funcionarios federales, legisladores, industriales, especialistas y colegios de profesionales podríamos avanzar en la revisión de la política energética en general y la de precios de los energéticos en particular, sobre la base de que nadie posee la verdad absoluta y de que es necesario socializar la información de la que dispone cada quien, para ahorrar tiempo en la discusión e identificar con rapidez los temas de coincidencia y los de discrepancia, a fin de encontrar la mejor alternativa. ƑPor qué no intentarlo? ƑQué perdería Fox? Nada; al contrario, ganaría. Si tiene razón y nos convence, lograría legitimidad y respeto para sus propuestas. Si no la tiene, tendría la oportunidad de corregir, evitar errores y servir mejor al país. Además, como candidato empeñó su palabra para obrar en este sentido. Como Presidente, ya va siendo hora de que la cumpla cabalmente.