NUEVA VISION DEL CAMPO
El campo mexicano ha vivido jaloneado entre la miseria y
la demagogia; entre reformas estériles y la redistribución.
Han sido muy pocos, unos cuantos, quienes han logrado algún beneficio
importante para el sector.
Hay que reconocer que México dejó de ser
un país agricultor hace muchos años. Aproximadamente 20 por
ciento del territorio es apto para la agricultura, pero sólo se
cultiva 12 por ciento. La mayor parte de la producción agrícola
se concentra en el norte del país, mientras en el centro y el sur
existe un importante rezago. En el norte, los productos llegan al mercado
externo; en el sur, no alcanzan ni la mesa del agricultor. Para colmo,
desde 1992 México es un país importador de productos agrícolas,
y la productividad del sector está por debajo de la media en Latinoamérica.
A esto hay que agregar el problema de la concentración
geográfica de la población. En los últimos treinta
años se aceleró un vigoroso movimiento migratorio del campo
a las ciudades, al grado que la población urbana representa tres
cuartas partes del total.
Sin embargo, tenemos campo, variedad de tierras cultivables,
abundancia de recursos naturales, diversidad de ecosistemas. Y también
campesinos, pequeños propietarios y ejidatarios que, con todo y
los proyectos que han ido y venido durante décadas, no han logrado
salir del círculo vicioso de la subsistencia y, en otros casos,
de la pobreza. El resto ha tenido que emigrar a las ciudades o a Estados
Unidos en busca de cualquier oportunidad de empleo.
Las palabras de Javier Usabiaga, secretario de Agricultura,
Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, suenan
bien, denotan conocimiento, pero las decisiones no deben ser centralistas.
En la sencillez del discurso de Usabiaga se ocultan las muchas aristas
que complican el desarrollo del sector agropecuario mexicano, y también
los bien conocidos intereses en pugna que hacen del sector uno de los más
enredados del país.
En las cifras consta que las reformas económicas
aplicadas durante los últimos tres sexenios no han mejorado la situación
del campo. En la administración de Ernesto Zedillo la proporción
con respecto al producto interno bruto (PIB) cayó de 5.8 a 5 por
ciento. En 1999 el déficit en la balanza comercial de productos
agrícolas fue de 335 millones de dólares. Debido al abuso
en el uso de fertilizantes y pesticidas, se estima que la fertilidad de
los suelos ha disminuido considerablemente en 80 por ciento del territorio
cultivable.
El reto para rescatar el sector del rezago es una empresa
mayor y se necesitará mucho más que buenas ideas para lograr
la transformación que predica Usabiaga.
Tiene razón en pedir que no se descalifique a los
integrantes de corte empresarial del gobierno de Fox. Al menos por sus
decires se le ratifica el beneficio de la duda. Por lo menos su discurso
y visión del problema son novedosos, o mejor dicho: emprendedores. |