Espejo en Estados Unidos
México, D.F. jueves 18 de enero de 2001
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Editorial
 
NUEVA VISION DEL CAMPO 

SOL El campo mexicano ha vivido jaloneado entre la miseria y la demagogia; entre reformas estériles y la redistribución. Han sido muy pocos, unos cuantos, quienes han logrado algún beneficio importante para el sector. 

Hay que reconocer que México dejó de ser un país agricultor hace muchos años. Aproximadamente 20 por ciento del territorio es apto para la agricultura, pero sólo se cultiva 12 por ciento. La mayor parte de la producción agrícola se concentra en el norte del país, mientras en el centro y el sur existe un importante rezago. En el norte, los productos llegan al mercado externo; en el sur, no alcanzan ni la mesa del agricultor. Para colmo, desde 1992 México es un país importador de productos agrícolas, y la productividad del sector está por debajo de la media en Latinoamérica. 

A esto hay que agregar el problema de la concentración geográfica de la población. En los últimos treinta años se aceleró un vigoroso movimiento migratorio del campo a las ciudades, al grado que la población urbana representa tres cuartas partes del total. 

Sin embargo, tenemos campo, variedad de tierras cultivables, abundancia de recursos naturales, diversidad de ecosistemas. Y también campesinos, pequeños propietarios y ejidatarios que, con todo y los proyectos que han ido y venido durante décadas, no han logrado salir del círculo vicioso de la subsistencia y, en otros casos, de la pobreza. El resto ha tenido que emigrar a las ciudades o a Estados Unidos en busca de cualquier oportunidad de empleo. 

Las palabras de Javier Usabiaga, secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, suenan bien, denotan conocimiento, pero las decisiones no deben ser centralistas. En la sencillez del discurso de Usabiaga se ocultan las muchas aristas que complican el desarrollo del sector agropecuario mexicano, y también los bien conocidos intereses en pugna que hacen del sector uno de los más enredados del país. 

En las cifras consta que las reformas económicas aplicadas durante los últimos tres sexenios no han mejorado la situación del campo. En la administración de Ernesto Zedillo la proporción con respecto al producto interno bruto (PIB) cayó de 5.8 a 5 por ciento. En 1999 el déficit en la balanza comercial de productos agrícolas fue de 335 millones de dólares. Debido al abuso en el uso de fertilizantes y pesticidas, se estima que la fertilidad de los suelos ha disminuido considerablemente en 80 por ciento del territorio cultivable. 

El reto para rescatar el sector del rezago es una empresa mayor y se necesitará mucho más que buenas ideas para lograr la transformación que predica Usabiaga. 

Tiene razón en pedir que no se descalifique a los integrantes de corte empresarial del gobierno de Fox. Al menos por sus decires se le ratifica el beneficio de la duda. Por lo menos su discurso y visión del problema son novedosos, o mejor dicho: emprendedores.

 

 

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