Ť Sus obras, las más leídas en lengua inglesa, junto con La Biblia y Shakespeare
Agatha Christie, escritora por talento y desamor
Ť El legado de 79 novelas, vigente; se cumplió
el 25 aniversario luctuoso de la autora
CESAR GÜEMES
El talento y el desamor, a partes iguales, la convirtieron en escritora. Ahora, a 25 años de su deceso, ocurrido el 12 de enero de 1976, vale recordar a la que es llamada, la Reina del Crimen, Agatha Christie, quien apareció en el mundo civil bajo el nombre de Agatha Mary Clarisa Miller el 15 de septiembre de 1890.
Decir que sólo ella cosechó con la sangre ajena tanta fortuna como Lucrecia Borgia, demerita a las dos. Un dato concreto la vuelve terrena y la coloca en su sitio, de cualquier forma muy alto: en lengua inglesa sólo La Biblia y las obras de Shakespeare han tenido tantos lectores a lo largo de la historia.
Su vida interior, por su parte, es la que determina lo que sería su amplia trayectoria en el mundo de la novela policial, y más propiamente, de la obra narrativa de suspenso. En 1914 la joven Miller contrae matrimonio con Archibald Christie, un destacado coronel de aviación con el que procrea a una hija. Ya desde entonces inicia a firmar sus trabajos como Agatha Christie y en 1920 da a conocer su primera obra, que pasaría inadvertida por un lapso considerable, El misterioso caso de Styles, protagonizada por su célebre Hercules Poirot, en realidad llamado Hercule en los originales en inglés.
Su relación matrimonial, sin embargo, le tenía
reservada una doble sorpresa: en 1926 el piloto Archibald le solicita el
divorcio luego de conocerse los amores que tenía con su asistente,
Teresa Neele. La todavía lozana Agatha se encuentra con el hecho
de su separación inminente apenas a unos meses de que falleciera
su madre. Esta dupla de asechanzas, por lo demás inevitables, hacen
chuza en el estado anímico de la prosista. Desde luego, deja de
escribir, y ocurre un hecho que la lanzará a las primeras planas
de los diarios londinenses: desaparece a lo largo de tres semanas.
Vuelta noticia, mientras en realidad atraviesa por un
periodo depresivo del que tardará un buen tiempo en salir, reaparece
hospedada en una casa de campo bajo el nombre de Teresa Neel, la mujer
por la cual el señor Christie decidió cambiarla. Finalmente
una mujer educada en los ires y venires de asuntos policiacos que la mueven
de forma intelectual, al ser descubierta suplantando una personalidad ajena
y al mismo tiempo tan cercana a su existencia, emplea en su favor el argumento
de amnesia, con lo que aplaca el escándalo, tranquiliza a la prensa
que había manejado las hipótesis de suicidio o asesinato,
y regresa a seguir siendo la señora Agatha Christie, pese a que
de manera posterior, ya con el doble duelo elaborado, se casará
con Max Mallowan, arqueólogo de profesión, al lado de quien
enriquecerá las trama de sus numerosas novelas toda vez que lo acompaña
en largos viajes por sitios del lejano Oriente, hasta entonces todavía
considerados exóticos.
El ensayista español Salvador Vázquez de Praga, en su libro De la novela policiaca a la novela negra (Plaza & Janés), dice del primero de los dos personajes centrales en la obra de la dama: "Las novelas de Poirot, y en general todas las de su autora, siguen unas reglas fijas, unas reglas ortodoxas encasillables en los 'mandamientos del buen escritor policiaco'. Su única originalidad consiste en la previa presentación de los personajes del drama antes de que éste comience. Todos los futuros sospechosos van desfilando, uno a uno, y se intenta retratar su situación en la vida y su sicología. Sólo se intenta, porque en realidad lo que hace es destacar única y precisamente aquellos rasgos que los van a convertir en sospechosos. Y a continuación una muerte misteriosa tiene lugar. Y seguidamente alguien llama a Hercules Poirot". Eso es, nadie podría esperar de Christie algo que ella no hubiese prometido: no quería disectar a la sociedad de su momento y su circunstancia; quería ser leída y lo consiguió con creces.
Una escritora como ella, que trabajaba siempre sobre las variantes de su esquema maestro, necesariamente generaría detractores. En el presente los hay con argumentos serios, analíticos, que sin defenestrar a la prosista, la sitúan en un plano claro. Es el caso de La novela policial (Paidós), volumen escrito por Boileau-Narcejac en el cual, sin escatimarle mérito, se afirma de la escritora a propósito de su método: "Demostró tener una imaginación muy original. Es una verdadera hazaña haber escrito unas sesenta novelas e inventado, por lo tanto, unos sesenta enigmas. Ademas encontramos en Agatha Christie una seguridad tal en el desarrollo de la intriga, una simplicidad tal en la construcción, verdaderamente ejemplares. La radiografía de sus libros podría proveernos de clisés admirables y revelaría cómo debe ser el esquema de una buena novela policial".
Es preciso hace un ajuste a la cifra de libros escritos señalada por Boileau-Narcejac: el dato oficial habla de 79 novelas, a las cuales habría que sumar las obras de teatro, los diversos libros de relatos y la autobiografía en donde, por cierto, hábilmente escabuye el cuerpo y no da pista alguna sobre su paradero en las tres semanas que le dieron el comienzo de la fama. Poirot aparece en 33 de ellas, mientras que Miss (Jane) Marple, nacida a la literatura en 1930, lo hace en 12 ocasiones. Dentro de la producción de la autora es necesario recordar que hizo otro tipo de novelística, francamente de corte amoroso, que firmó como A. Christie Mallowan.
Crimen delicioso, historia social del relato policiaco (UNAM), escrito por Ernest Mandel, es sin duda el libro donde peor le va a la dama. Dice el sociólogo: "Resulta por demás revelador estudiar las biografías de algunos de los autores clásicos más famosos dentro del género policiaco. En ellas se ve hasta qué punto personajes como Sir Arthur Conan Doyle, Maurice Leblanc, Agatha Christie, Dorothy Sayers o G. K. Chesterton eran representantes ultraconservadores del régimen establecido". Sí y no, porque el sociólogo soslaya que la obra de un autor responde a su entorno.
Vale decir que antes de que naciera a la literatura Hannibal Lecter, en la tierra reinaba el orden. Y como señalaría más de un clásico, lo ocurrido con el trabajo de Agatha Christie es que la novela policial de su época se pareció siempre más a la poesía que a la verdad y a 25 años de su incansable tarea no es excesivo agradecérselo.