Ť Las circunstancias imponen el género, dice el autor de La llama y el torrente
Sandoval retoma la poesía gracias a la emoción de volver a Aguascalientes
Ť Expresión más austera y forma severa
de concebir las cosas, características de este rencuentro con los
versos, define Ť ''Me importan menos la imagen y el contenido social; prefiero
el entendimiento''
RENATO RAVELO
Alejandro Sandoval cumplió una cita que llevaba programada en la memoria y regresó a vivir a Aguascalientes, la ciudad de su infancia. Lo que vio le hizo escribir La llama y el torrente, poemario que es ajuste de cuentas, naufragio severo.
Comienza: "Un viejo huizache tira su sombra/ contra el estruendo de un avión./ El paisaje asciende a las pupilas llega pardo/ es el silencio de las aves y el color de los arbustos/ es el aire flaco y el calor entre las crestas de concreto./ Para el emigrado que regresa/ han transfigurado las lejanías del llano".
Sandoval (1957) explica: "La llama y el torrente (El Tucan de Virginia) es un poemario que escribí después de 20 años de no vivir en Aguascalientes. La emoción de rencontrarte con olores, con gente, con giros idiomáticos, me fue sugiriendo algunas ideas. Empecé escribiendo poesía hace muchos años; de hecho, mi formación literaria es de poeta (trabajé en el taller literario de Miguel Donoso Pareja). Transité a la narrativa; pensé que ya no escribiría poesía, que ese ciclo estaba cerrado".
-¿Por qué poesía?
-Llegar a Aguascalientes me confirmó lo que siempre he dicho: el asunto te impone el género. Hay asuntos que son para poesía, otros para narrativa, otros para teatro, otros que son para literatura infantil. Pero la emoción o las emociones de regresar a Aguascalientes me impusieron hacer poemas. No había otra forma.
-¿Te consideras un "hombre solemne" (última frase del principal de los nueve poemas)?
-Muy solemne. Siempre lo he sido; hago esfuerzos inauditos por tener sentido del humor, pero por lo regular no tengo sentido del humor muy acendrado.
-¿Por qué pensaste que ya habías concluido el ciclo de poesía?
-Quizás porque no encontraba emociones suficientemente fuertes, conmovedoras que me impulsaran a escribir poesía. Eran anécdotas que me daban para narrativa. Estos últimos años descubrí la literatura infantil, lo apasionante que es escribir para niños, me llevaron a creer que la poesía, género difícil y complicado, había concluido. Bromeaba que a lo mejor mis memorias las escribo en verso, porque ya no tengo nada que decir.
Sandoval regresó por motivos políticos a Aguascalientes, pero ciertamente reconoce que se trató de un pretexto que él estaba buscando.
-Te has ligado siempre a la administración pública...
-Creo que no soy un escritor de tiempo completo porque no se me da. Le tengo mucho respeto a la gente que se sienta a escribir seis o siete horas. Los compañeros en la Sogem, escritores de televisión, de radio o de cine, los mismos periodistas, considero que tienen un oficio por la palabra. A mí no me da para tanto la literatura. Alguna vez hice periodismo. Lo otro se ha ido dando como una forma de sobrevivir. Me invitaron a trabajar en la campaña del gobernador.
-¿Cuánto tiempo estuviste?, ¿en qué momento descubriste que necesitabas escribir?
-Ocho meses. En realidad iba a Aguascalientes antes y estaba uno o dos días. Son de esas cosas inconscientes que haces y te das cuenta hasta después. Cuando empecé a escribir me di cuenta que tenía años buscando un pretexto para ir a Aguascalientes. Llegó un momento en el que la campaña pasó a segundo plano.
-¿Aguascalientes es un sitio difícil?
-Es una ciudad muy dividida entre los viejos aguascalentenses, las familias con arraigo, y los nuevos que han llegado con la explosión económica que tiene el estado. Son muchísimos de todos lados, de todo el países, muchos asiáticos. Mi ciudad no existe. Me siento más en mi ciudad cuando voy a Zacatecas o a Morelia, que en Aguascalientes. No existen ya las casas de cantera rosa, la Plaza de Armas. Llegar y encontrarme con otra ciudad, pero que es la misma ciudad.
"Me parece sorprendente que una de las cosas que explicaba la ciudad, el ferrocarril, ya no pese para la identidad. Algunos habitantes de ahora ni idea tienen de lo que eran los rieles del ferrocarril, el tren que llegaba; ya ni les importa".
-¿Cuál es la percepción de los habitantes? Algún beneficio debe haber traído...
-Claro, el nivel de vida es altísimo, inclusive la gente de Zacatecas va a Aguascalientes al cine y de compra. Es uno de los estados con nivel de educación y vivienda. Pero de pronto uno es como más aferrado a la memoria, gente de mi generación y anteriores.
-¿Qué cambios notaste en este rencuentro con la poesía?
-Hay una continuidad. La primera etapa escribía poemas de contenido social. Empecé a escribir en los setenta; mi primer poema lo publiqué en el periódico de Aguascalientes el mismo día que mataron a Salvador Allende. En esa época todos escribíamos sobre Nicaragua, Angola, Cuba. Después cuando me fui a estudiar a Cuba entendí que había que trabajar muchos las imágenes poéticas, que el contenido era importante, pero la imagen, la metáfora bien trabajada, era el logro. Me quede en eso, buscando formas de hacer metáforas.
"Ahora me encuentro con una expresión más austera, tengo una manera más severa de ver las cosas. Siento que no me importa tanto la imagen, el contenido social, sino que el lector entienda exactamente la forma en que miro las cosas".