Ť Benjamín Calva atacado a puñetazos por divulgar la edad de las reses
Bañó Ignacio Garibay a El Juli; Herrerías golpeó al veterinario
Ť Oprobiosa actitud del juez Dávila Ť Con toros de Bernaldo, al fin se llenó la México
LUMBRERA CHICO
Ignacio Garibay le pegó ayer un jabonoso baño a El Juli, que de plano se rajó ante la bravura del mejor de la tarde, en el primer llenazo de la temporada menos chica 2000-2001. Oscar San Román, por su parte, derrochó empeño y valor, mientras Jesús Dávila, el indigno juez de plaza, actuó descaradamente como empleado del señoritingo español, otorgándole una oreja inmerecida y negándole el arrastre lento al magnífico Artista, de la debutante ganadería del ex torero Javier Bernaldo.
Pero la nota que debe llamar la atención del jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, es que por la mañana, minutos antes del encierro, el empresario Rafael Herrerías atacó a puñetazos a Benjamín Calva, uno de los veterinarios de la México designados por la delegación Benito Juárez.
La golpiza, en presencia del propio Jesús Dávila
y de Eduardo Delgado, jefe de callejón, sobrevino cuando Herrerías,
fuera de sí, reclamó al médico airada e histéricamente
por el boletín que la Comisión Taurina del Distrito Federal
divulgó hace unos días para denunciar que de las reses lidiadas
durante los primeros ocho festejos de este serial, sólo 12 habían
cumplido los cuatro años de edad que exige el reglamento.
Veinte, en cambio tenían sólo tres años
y cuatro andaban en dos años y meses, lo cual viola flagrantemente
las disposiciones jurídicas en la materia, defrauda al público
que paga por ver toros adultos, no novillos ni erales, y constituye un
delito que amerita la revocación de la licencia de funciomaniento
de la Plaza. He aquí, pues, un reto para el Gobierno de la ciudad.
El nuevo patiño de Adal Ramones
En su debut como ganadero, el ex matador queretano Javier Bernaldo envió un encierro de buena estampa, con kilos y pitones, pero carente de fuerza y de bravura, exceptuando a Artista, quinto de la tarde, con 482 kilos, un cárdeno sardo y veletito que no fue picado sino rosado apenas por la puya, y que después de embestirle a Julián López El Juli en un quite mixto de chicuelinas antiguas y tafalleras, y ser banderilleado sin lucimiento por el ex niño prodigio, se fue para arriba en el tercer tercio, comiéndose la muleta con avidez, enganchándola por la falta de temple y de mando del muchachito, y obligándolo a poner arena de por medio, sobre todo por el lado izquierdo, en el que nunca fue dominado como exigían las extraordinarias condiciones del animal.
En plan de farsa, para engañar a los villamelones y deleitar al turismo, El Juli lo toreó por la izquierda pero con la mano derecha y con la ayuda del estoque, en muletazos invertidos en redondo, citando de espaldas, que hacían crispar de desesperación a quienes esperaban ver los naturales que hubieran inmortalizado al nuevo patiño de Adal Ramones. Luego, para colmo, El Juli pinchó dos veces antes de meter un sartenazo, y Dávila concedió la oreja, sin reconocer los méritos del animal, provocando con esto una rechifla ensordecedora.
Muy otro fue el sabor deleitoso que Ignacio Garibay le dio a su faena con Venadito, de 558, un negro capacho, gordo y débil, que no peleó con el caballo, pero fue soberbio con la muleta, permitiendo al fino matador que tenía enfrente realizar la suerte del natural con parsimonia, gusto, hondura y mando, antes de cobrar una estocada en todo lo alto y suscitar la irrupción de miles y miles de pañuelos que le valieron, bien ganadas, las dos orejas.
San Román zozobró ante sus dos enemigos de la lidia ordinaria, no pudo con el primero y no tuvo qué hacer con el segundo, pero al regalar a Campero, de 488, un cárdeno descarado de pitones, se mostró fuerte y poderoso en el toreo de muleta por la derecha, pero desastroso al matar. Y entonces sí, para quedar bien con el ganadero, Dávila ordenó el arrastre lento, mientras la Plaza era invadida por la noche y la borrachera en los tendidos era de órdago.
Una lección de peso
El novel ganadero Bernaldo sin duda habra entendido que los toros de su vacada que dieron mejor juego ayer, fueron el segundo de El Juli, de 482 kilos, y el de regalo de Garibay. Mientras Algodonero, de 508, Cumplido, de 540, Vencedor, de 554 y Soñador, de 532, salieron al ruedo caminando, sin trotar jamás; no pelearon con los caballos por falta de fuerza más que nada, pero mostraron celo y codicia en la etapa final de sus respectivas lidias.
¿Qué significa esto? ¿Que de nueva cuenta sus pupilos eran novillos menores de cuatro años, engordados para que parecieran toros de verdad? Lo cierto es que Herrerías no sólo ha impedido que se renueve la fiesta en materia de figuras sino que está acabando con la ganadería brava mexicana .