LUNES Ť 15 Ť ENERO Ť 2001

Ť Bailarines y coreógrafos prevén intentos de censura

En este sexenio podría aumentar el desinterés oficial por la danza

Ť Anuncian plan de solución a los principales problemas del medio

Ť El gobierno actual ya mostró su grado de tolerancia al arte, dicen

MIRYAM AUDIFFRED

El impulso a la danza contemporánea nacional se encuentra, hoy más que nunca, en una etapa de incertidumbre, opina una gran cantidad de bailarines y coreógrafos.

La existencia de un partido conservador en el poder ha despertado dudas y temores entre el gremio, debido a la posibilidad de que el gobierno foxista considere que esta disciplina puede incomodar a las "buenas conciencias" del país.

Por ello, un grupo de artistas se reunirá este jueves con representantes de los medios para informar sobre un plan de desarrollo, realizado durante varios meses de trabajo, que contiene propuestas de solución a los principales problemas del medio en materia de enseñanza, difusión, estímulos a la creación, formación de públicos, descentralización y profesionalización de promotores culturales, entre otros asuntos planteados bajo una declaración de principios: "la danza nunca ha sido un acto inútil".

Héctor Garay, Cecilia Appleton e Isabel Beteta son algunos de los artistas que se han unido en ese movimiento de crítica y reflexión, con la conciencia de que la danza contemporánea podría convertirse, durante este sexenio, en una especie en extinción.

Y es que, en opinión de Appleton -directora de la agrupación Contradanza-, aún no se acaba con mitos ni tabúes.

La investigadora Margarita Tortajada, autora de Danza y poder, ha señalado en numerosas ocasiones que la danza no dejará de estar en el "último lugar en la lista de las bellas artes" hasta que no se deje atrás el temor histórico de explorar el cuerpo sin considerar este acto como una agresión.

Apunta la especialista: "Siendo que la danza trabaja con una herramienta que siempre ha estado ligada al pecado, lo más urgente es cambiar nuestra concepción de la vida para transformar así la idea que tenemos del arte.

"Si dejamos de pensar que hacer danza significa poner en evidencia al cuerpo, la gente se acercará con mayor frecuencia a las funciones, el gobierno dará más apoyo a las coreografías contemporáneas y los creadores ya no tendrán que autocensurarse para acceder al financiamiento oficial."

Muestras claras de continuismo

De acuerdo con Appleton, la danza contemporánea ha sido colocada por la gente en la esfera de lo que entre el gremio llaman "cultura sustituta", pues la mayoría de las personas hablan de esta disciplina sin conocerla.

Además, añade, "es difícil pensar que la danza crecerá en los próximos seis años después de haber visto claras muestras danza-dia-inter de continuismo".

La censura es la mayor preocupación de la comunidad dancística, pues, expone Isabel Beteta, el gobierno ya ha mostrado cuál es su grado de tolerancia con las producciones plásticas. "Es posible que intenten censurarnos, pero no es probable que lo logren. Sabemos que nuestra sobrevivencia depende de hacer sentir nuestra presencia y nuestro valor".

Según Héctor Garay, el mayor riesgo no se encuentra en el gobierno, sino en que la sociedad se deje manipular y despierte la autocensura en ejecutantes y creadores. "Si el estado llega a reprimirnos, saldremos a los espacios públicos. Por eso, estoy seguro de que sólo la sociedad puede frenarnos".

Es conocido que el gremio dancístico, en su totalidad, tiene años bailando a contra corriente.

El crítico Alberto Dallal ha denunciado en varias ocasiones que las autoridades mexicanas mantienen aislado y prejuiciado al público al colocar en puestos clave a funcionarios cuyos conocimientos de danza colindan con los de la "ingeniería del desastre y el autoritarismo", pues no hacen otra cosa que detener lo ya andado, "estorbar" vocaciones y "pararse el cuello" con el trabajo real de coreógrafos, bailarines y maestros.

Empero, pese a dicho desinterés gubernamental y los escasos apoyos recibidos -el año pasado fueron beneficiados 14 ejecutantes y tres jóvenes creadores-, la comunidad dancística ha crecido tanto que es imposible contabilizar a todos sus integrantes.

De acuerdo con datos de la coordinación nacional del rubro dependiente del INBA, existen 147 compañías de danza contemporánea, cien de folclórica y 86 de flamenco.

Cinco compañías son subsidiadas: el Ballet Teatro del Espacio, el Ballet Nacional de México, la Compañía Nacional de Danza, el Ballet Independiente y la Compañía Nacional de Danza Folclórica.

Largas filas de aspirantes

Las oportunidades serias de estudiar danza son pocas. De hecho, en la capital de la República sólo se cuenta con la Academia de la Danza Mexicana, la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, la Escuela de Ballet Independiente, la Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello, la Escuela Nacional de Danza Folclórica y la Escuela de Iniciación a la Música y la Danza.

El único "gran festejo" de esta comunidad es el Día Internacional de la Danza, que se celebra cada 29 de abril, y sus reconocimientos nacionales no van más allá de Guillermo Arriaga, Guillermina Bravo y Amalia Hernández, únicos bailarines galardonados con el Premio Nacional de las Artes.

A pesar de lo anterior, son largas las filas de jóvenes que todos los años se preparan para llevar una "doble vida". Se sabe que 32 por ciento de los bailarines son estudiantes y maestros, 10 por ciento amas de casa y que, además, existe un alto índice de profesionistas. En el gremio hay muchos administradores de empresas, arquitectos, pintores y actores.

También hay otras realidades. Si por un lado los hacedores de danza contemporánea padecen bajos sueldos y una "gran escasez" de foros -la mayoría de estos intérpretes ganan menos de 3 mil pesos anuales por presentaciones públicas-, por el otro los representantes de la danza folclórica siempre gozan de espacio para sus actuaciones, pues se les considera los encargados de difundir en México y el extranjero la "supuesta" esencia del ser nacional.

En cuanto a los bailarines de danza clásica, cabe decir que habitan un mundo aparte. Por ejemplo, los 65 integrantes de la Compañía Nacional de Danza laboran en condiciones "privilegiadas". No sólo tienen una sede fija -el Palacio de Bellas Artes-, también ganan entre 7 y 12 mil pesos mensuales, dependiendo del rango que tengan en la agrupación.

Sumergirse en este juego de prestidigitación que es la danza implica transitar por mundos distintos y lejanos, espacios donde la única y gran coincidencia radica en no tenerle miedo al cuerpo.