LUNES Ť 15 Ť ENERO Ť 2001
 
Voracidad trasnacional e indiferencia oficial

 
La caficultura en México, al borde del colapso

 

Depreciación en el precio
del grano, falta de apoyos gubernamentales y ausencia de créditos delinean un sombrío panorama para el café mexicano. Las empresas trasnacionales
pagan a 1.30 pesos el kilo de aromático, cuando los productores requieren, por lo menos,
de tres pesos para que esa labor sea rentable. El resultado: 760 mil hectáreas subutilizadas
y 280 mil familias, en su mayoría indígenas, en condiciones de marginación. Los campesinos se preguntan por el futuro de una actividad tan desolada como los ingenios donde se procesa.
 
 

ANGELICA ENCISO /I ENVIADA

Coatepec, Ver. Como en cada cosecha, desde hace 25 años, Jacobo Beristáin camina entre los cafetales para seleccionar las mejores cerezas de las cuales se extraerá el grano. La diferencia con otros ciclos productivos es que ahora pisotea con sus huaraches las que cayeron porque no se pizcaron a tiempo. Hay más en la tierra que en la canasta del anciano. Esta escena se repite en los 12 estados productores de café.

En la comunidad de Chavarrillo, Jacobo se alegra de tener trabajo ante la poca demanda de jornaleros para el corte. Luego de media jornada de labor cortó 20 kilos y ganó 20 pesos. Los comercializadores pagan a los dueños de la parcela 1.30 pesos por kilo de aromático; de esa cantidad, un peso lo destinan al cortador y 30 centavos al flete. Los productores no tienen ganancia.

cafe30A sus 60 años, con la vista cansada, tantea con sus manos artríticas las cerezas y confía en que cerrará la jornada de 11 horas con 50 kilos y 50 pesos. No tiene tierra; siempre ha sido peón. Le preocupa que el café esté tan devaluado; este año todavía encontró trabajo, pero el próximo... quién sabe. Nunca, dice, había vivido una crisis como esta.

Responsables de la crisis

Las empresas trasnacionales ?AMSA, Becafisa, Expogranos y Cafés California? son las responsables, en gran parte, de la crisis caficultora de México. Sólo pagan a los productores 1.30 pesos por kilogramo de grano en cereza, cuando éstos requieren, por lo menos, de tres pesos. Por esto, todas las actividades están casi paralizadas. Las plantaciones de cafetales están desiertas; los beneficios donde se procesa el grano están vacíos y no hay trabajo.

El precio del aromático se rige por la bolsa de valores de Nueva York, en la cual la cotización cada día es más baja: en diciembre, las cien libras estaban en 70 dólares; ahora están en 64. Pero además, sobre ese precio las empresas descuentan 20 dólares al café mexicano, porque argumentan que es de mala calidad. A todo esto se suma que los productores carecen de apoyos gubernamentales y no contaron con créditos para el procesamiento del grano en este ciclo productivo que empezó en octubre y termina en marzo.

Así, los cafeticultores, que en promedio poseen tres hectáreas, dudan en contratar jornales y prefieren auxiliarse de sus familias, aunque la mayoría abandonó sus plantaciones, donde el grano maduro se ha desprendido de los cafetales y tapiza los caminos.

La principal actividad de las cosechas está en las zonas bajas; en las montañas las labores desaparecieron debido a que los costos de producción son mayores.

La inversión promedio en una hectárea bien atendida, con limpia, fertilizantes y agroquímicos, replante y corte, es de 7 mil 500 pesos. Si el productor cosecha 3.5 toneladas de grano, obtendrá por su venta 4 mil 550 pesos y esto le dejara 3 mil pesos de pérdidas.

Zonas marginadas

Esta crisis la padecen unas 280 mil familias, de las cuales 80 por ciento es de origen indígena y posee menos de cinco hectáreas. Los productores de café residen en 4 mil 325 comunidades de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Veracruz, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Nayarit, Colima y Jalisco. Organizaciones de cafeticultores y autoridades coinciden en que el mapa de las zonas cafetaleras es el mismo que el de la marginación.

El café se cultiva en 760 mil hectáreas y la producción promedio del país en los últimos diez años ha sido de 5 millones de sacos de 60 kilos, de los cuales 80 por ciento se exporta, por lo que las cotizaciones internacionales son determinantes para los cafeticultores.

La caída de los precios del aromático comenzó hace tres años, por lo que la Asociación de Países Productores de Café (APPC) emprendió en 1999 medidas para que la cotización se elevara a, por lo menos, 120 dólares por cien libras. El principal compromiso de las naciones fue retener a su interior el grano y no sacarlo al mercado internacional hasta que el precio se estabilizara. México, que no es miembro de la APPC, se comprometió a adoptar esta medida.

El gobierno y los productores mexicanos determinaron controlar la salida de un millón de sacos de 60 kilogramos: 450 mil serían exportados a lo largo del año, 350 mil serían almacenados y 200 mil se destinarían al consumo interno. Sin embargo, las acciones de la APPC no han dado resultado. La caída no se detuvo. Los cafeticultores señalan que sólo una helada en Brasil podría subir el precio. Esa nación producirá este año 28 millones de sacos, seis veces más de lo que México genera.

De Puerto Rico a Puerto Pobre

Aún en el 2000, los jornaleros trabajaban constantemente en las plantaciones. En los beneficios ?instalaciones donde se procesa el café?, la llegada de los productores con sus costales de café era incesante. Pero ahora la crisis del aromático se refleja en el abandono de las zonas cafetaleras. La economía en la región está paralizada, comenta Darío Cadena Alarcón, de Naolinco, que posee tres hectáreas y de vez en cuando corta el grano con ayuda de su familia. ''Eso se nota en las calles y en los comercios. Ni qué decir de las plantaciones que lucen desiertas. El grano se cae solo y ni regalado lo quieren''.

Un recorrido por las comunidades, que en otros tiempos el café les dio vida, lucen desoladas. Si los beneficios no están cerrados, trabajan entre 10 y 20 por ciento de su capacidad. El Puerto Rico, uno de los más grandes del estado, ubicado entre Jalapa y Coatepec, llegó a procesar en sus mejores tiempos hasta 300 toneladas del aromático al día y ahora sólo 40 toneladas.

''Ya no es Puerto Rico, ahora es Puerto Pobre. En los tiempos de la paraestatal Inmecafé, que se encargaba de la compra del grano, el trabajo era impresionante. En esos años se laboraba al ciento por ciento. Llegaban los productores con los costales y se les daba un anticipo. Después, cuando el grano se comercializaba, se les pagaba el resto. La producción siempre ha sido de café pergamino, para el mercado nacional, y prima lavado oro, para exportación", detalla Luis López, encargado del beneficio.

Entonces había unos cien empleados, entre secadores, cargadores y administrativos, pero después de que Inmecafé cerró, el trabajo fue cayendo poco a poco. Ahora sólo laboran 20 personas. Las instalaciones están abandonadas: los cristales rotos y la vieja maquinaria parada.

Por la mañana sólo hay seis personas, porque la empresa Cafés del Trópico utiliza el beneficio para maquilar el grano. Sólo hay 130 sacos de 60 kilogramos procedentes de productores. El año pasado había cinco veces más, porque se les pagó un anticipo y cuando el grano se vendió se les dio el resto, pero entonces tenían crédito de Banrural.

Este año, a causa de un viejo adeudo del Fondo Nacional de Empresas de Solidaridad, Banrural se negó a renovar el crédito. Por ello, los beneficios administrados por las organizaciones cerraron: no pueden pagar a los productores y éstos no llevan el grano. El trabajo nunca había faltado en la región y la migración ni siquiera se imaginaba.

Efraín Sarmiento Rosas, recargado en un poste de la plaza principal de la comunidad Chiltoyac, dice que piensa irse a Jalapa, "ahorrar un dinerito y después viajar a Estados Unidos". Durante diez años laboró en el beneficio del pueblo, pero este año ya no tuvo trabajo. En este ciclo, no cosecharon los 70 productores que ahí procesaban el grano.

Ruperto Ruiz Contreras tiene planes similares. De 55 años, dice que este año se irá de Chavarrillo. Reunidos en la calle, varios campesinos esperan que cese la llovizna para hacer alguna faena. Ahí comentan la difícil situación que viven. Ruperto toma la palabra y orgulloso relata que su padre los hizo crecer del café. "De niños nos llevaba a cortar. El grano nos daba para comer, vivir más o menos y todavía a mí y mis hermanos nos tocaron nuestras tres hectáreas; ha sido nuestra vida. Pero ahora ya no la podemos hacer. A mis hijos los mande a estudiar fuera; ¿para qué se quedan aquí?".

Pascual Contreras Valdés, de 76 años, escucha. Recuerda cuando a los 18 años empezó a laborar en las plantaciones. ''Hemos trabajado toda la vida para que las fincas produzcan, pero el café ya no es rentable. Si hay otro año así no lo vamos a aguantar. ¿Será el fin de la caficultura?''.