Desesperación y desconcierto en montañas
de escombros
DPA, AFP, REUTERS Y AP
San Salvador, 14 de enero. En medio de una montaña de escombros, las escenas de dolor, desesperación y desconcierto se repetían hoy en El Salvador, después del terremoto que afectó la casi totalidad de este pequeño país, y que sacudió también toda la región centroamericana.
Cientos de salvadoreños seguían buscando entre los restos de sus casas a familiares muertos o desaparecidos. "Dios mío, como voy hacer ahora, toda mi familia está soterrada. Qué voy a hacer", clama Marta Bonilla, una mujer de 43 años que, sentada en un pedazo de concreto, espera que la maquinaria pesada remueva los escombros de la que fue su vivienda.
La mujer, residente de Las Colinas, en la ciudad de Nueva San Salvador ?también conocida como Santa Tecla?, donde un alud sepultó centenares de casas, lloraba inconsolable a su esposo y cuatro hijos que quedaron bajo las toneladas de terraplén.
En diferentes rumbos de las Colinas, las brigadas de rescate localizan los cuerpos inertes de niños, hombres y mujeres, mientras centenares de civiles, soldados y policías forman cadenas humanas para evacuar toneladas de tierra en cuanto recipiente tienen a la mano.
"Desarrollamos una labor intensa con mucho cuidado, ya que no podemos introducir la maquinaria pesada en cualquier parte", dado que todavía hay esperanzas de encontrar sobrevivientes, explicó el ministro de Obras Públicas, José Angel Quiroz, presente en el lugar.
Cerca, la periodista Claudia Rivera aguarda a que un grupo de socorristas localice los cadáveres de su hermano, la esposa de éste y la pequeña hija de ambos. "Sólo hemos encontrado entre los hierros retorcidos la cuna de la niña", se lamenta el esposo de Rivera, Erick Lemus.
A pesar de la colosal destrucción que produjo el alud de un cerro en Las Colinas, decenas de personas infructuosamente seguían la búsqueda de los suyos. Muchos estallaban en llanto al encontrar fotografías y otros objetos personales.
Perros entrenados, enviados desde Estados Unidos y México, olfateaban en busca de personas vivas y/o muertas debajo de los escombros en ese barrio, donde la mayoría de las casas quedaron hasta diez metros bajo tierra.
"Aún no sabemos nada", dice llorando Gladis del Carmen, que busca a su hija desaparecida, mientras habla por teléfono celular con su madre. "Y ahora la tierra está temblando de nuevo", añadió. Centenares de réplicas del sismo mantuvieron en vilo durante todo este domingo a los habitantes de El Salvador, país ya azotado por la pobreza y la violencia ciudadana, que dejan ahora tantos o más muertos que en la época de la guerra civil que culminó en 1992.
En la ciudad de Soyapango, en la periferia oriente de San Salvador, los horrorizados habitantes intentaban conciliar el sueño durante la noche del sábado al domingo, sobre colchones de plástico y cartones que colocaron sobre las aceras y los patios de las casas.
Los hospitales de la capital lucían abarrotados, no sólo por los pacientes derivados de centros hospitalarios que resultaron dañados, sino también por familiares de los heridos que trataban de obtener información.
En unos cinco albergues habilitados para los damnificados en la capital y en Nueva San Salvador, los desalojados esperan entre tanto con paciencia a que se les proporcione algo de ropa y alimento.
Mientras, helicópteros de la fuerza aérea llevan asistencia a los miles de campesinos que quedaron aislados en zonas montañosas del oeste de la capital.
En estos momentos, El Savador necesita más que nada expertos y maquinarias de rescate, así como material hospitalario, especialmente para curaciones de tipo ortopédicas, precisó el vicepresidente salvadoreño Oscar Quintanilla, al tiempo que continun los pedidos de ayuda de quienes todo han perdido, y aumenta la ansiedad en la búsqueda de los desaparecidos.