Nuestro
rusófilo de cabecera, Jorge Bustamante, nos entrega una nota preliminar
y la traducción de cuatro poemas de Maximilian Voloshin, escritor,
personaje y hombre bueno en el buen sentido de la palabra. Marina Tsvietáieva
afirmaba que la casa de Voloshin en Koktebel era uno de los mejores sitios
de la tierra. En ella cabía todo menos la intolerancia y su dueño
era un ser neutral, pero no indiferente que rechazaba todas las formas
del terror. Publicamos también dos poemas del catalán Rodolfo
Häsler, voz marginal de la actual poesía española que,
lejos del canon académico o mercantil, se afirma día con
día, poema tras poema.
Cuatro poemas
Maximilian Voloshin
Maximilian Voloshin (1877-1932) fue un simbolista venido a menos que se convirtió inesperadamente en un gran poeta durante la revolución. De barba canosa y cabello abundante, rostro transparente y amable como el de un abuelo de las nieves, fue una suerte de Santa Claus de la poesía rusa de su tiempo, según la ocurrente opinión de Evgueni Evtuchenko. Su casa en la isla de Koktebel, en Crimea, fue refugio para todos en plena guerra civil: cuando se imponían los blancos salvaba a los rojos, y cuando triunfaban los rojos salvaba a los blancos. Era un ser neutral, pero no indiferente: rechazaba el terror que ejercían unos y otros. Lo frecuentaban también los escritores: Bulgakov, Ehrenburg, Balmont, Zamiatin, Osip Mandelstam, Marina Tsvietáieva, quien llegó a afirmar que la casa de Voloshin en Koktebel era uno de los mejores sitios de la tierra, el lugar de mi alma en donde, en 1911, pasé el año más feliz de mi vida. En 1932, a la muerte del poeta, Tsvietáieva escribió en una carta a una amiga: A Voloshin le debo el haberme descubierto a mí misma, por primera vez, como poeta.
Viajero infatigable durante más de dos décadas, amante de la poesía francesa, estudioso de su estructura y de su métrica, lector permanente de la prosa de Flaubert, polígrafo autodidacta de curiosidad sutil e insaciable a la manera de Sologub, Briúsov, Viacheslav Ivánov y Velemir Jlébnikov, Voloshin escribió poemas preciosistas sobre las ciudades en las que vivió (Venecia y París, entre otras), pero su escritura no fue ajena a las palpitaciones de la Rusia que se debatía en medio de la guerra civil, el hambre y la revolución: La noche cada día se entumece/ lívida, salvaje y sordamente./ La vida en el viento fétido se apaga/ sin ayuda, sin gritos, sin palabras./ Es turbia la suerte del poeta ruso:/ el destino arcano condujo/ a Pushkin a los azares de un duelo/ y a Dostoievski al cadalso, escribió en un hermoso poema dedicado a la memoria de sus colegas Alexandr Blok y Nikolái Gumiliov. Entre sus libros, publicados en vida del poeta, destacan Los años de viaje (1910), Altares en el desierto (1910), Anno Mundi Ardentis (1915) y Los demonios sordomudos (1919). Fue un escritor de una clarividencia excepcional, que cuenta con un lugar y un peso específico propios en la tabla periódica de la poesía rusa del siglo XX.
Jorge Bustamante García
Arriba: Ekorroca de Eko
Venecia
Venecia es un cuento. Los viejos edificios
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Engáñate del todo, para siempre...
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París
en la lluvia
París en la lluvia florece
Por las ventanas bailando
Miles de dedos jalan
En la laca azulada
Cuántos ojitos disímiles
En la pila de los tesoros,
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Terror
Nos reuníamos en las noches. Leíamos Informes, certificados, expedientes, Aprisa firmábamos sentencias, Bebíamos vino. Bostezábamos. Temprano dábamos vodka a los soldados.
Les quitábamos sus ropas, sus zapatos,
Los acorralábamos a culatazos,
Los enterrábamos aún moribundos,
Y al alba a ese lugar conducíamos
26 de abril de 1921, Sinferópol
Versiones de Jorge Bustamante García |
El poeta en
Tánger
Todo aquel que estudia poesía
El signo caritativo del pez o de la flor,
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El inquilino
a Paul Bowles
Sonaba en la calle una grabación de la cofradía
gnaua
El día había comenzado con signo favorable
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Una historia
W.S. Merwin
en cualquier otro lugar del bosque
y ser incapaces de afirmar
mientras durara la historia
si las fieras voces
lo mismo lejanas que bajo
los pies los ojos mirando desde
su instante que encierra la historia
como un suspiro las sombras
ofreciendo sus flores abiertas
y el escalofrío que saltaba desde su
órbita a través del cabello de la
nuca
como una luz en el bosque
sabían la historia no contada
todo el tiempo y estaban esperando
en el lugar preciso mientras llegaba
el momento para que quien quiera
que fuésemos fuéramos guiados al fin
por las trampas de la ignorancia
a través del bosque y enfrentados
cara a cara por vez primera
reconociéndolas sin nombres
y sobreviviendo otra vez
atrapando algo vivo de la historia
para llevar a casa
pero todo lo que salió del bosque
formaba parte de la historia
todo lo que murió en el camino
o tuvo un nombre pero resultaba
ya irreconocible incluso
lo que se desvaneció de la historia
finalmente día tras día
se estaba convirtiendo en la historia
de tal forma que cuando ya no haya
historia esa será nuestra
historia y cuando ya no haya
bosque ese será nuestro bosque
Traducción de Alberto Blanco