Jornada Semanal, 14 de enero del 2001 

Luis Hernández Navarro
los comunicados de Marcos
 
 
 
 

Detrás de nosotros estamos ustedes
 
 
 
 

Plaza y Janés publicó una nueva recopilación de cartas y comunicados del EZLN que, nos dice Luis Hernández Navarro, son "testimonios del intento de crear una forma de hacer política desde abajo". El afortunado título, Detrás de nosotros estamos ustedes, es "una crónica de la resistencia y rebelión de los pequeños". Ya en el 2001 y con un nuevo partido en el poder, los zapatistas reflexionan sobre el futuro de un movimiento que, en pleno festín neoliberal, conmovió al mundo (gracias a Reed por la paráfrasis) y propició la recuperación de la voz de las etnias que durante muchos años estuvieron condenadas al silencio. Con maestría y sinceridad, Luis Hernández analiza la forma y el fondo de los comunicados y nos dice que su lectura nos permitirá entender muchos aspectos de nuestra realidad sociopolítica.





Un retrato

La fotografía muestra una parte del rostro. No puede verse en ella todo el semblante. No sabemos si el personaje es robusto o delgado, si está sano o enfermo o si tiene alguna lesión. Sólo podemos ver una pequeña porción de su cuerpo pero suponemos saber cómo es.

Durante 1999, la mayoría de los medios de comunicación divulgaron una imagen de México. Se trataba tan sólo de un fragmento del país real, cuando mucho de la mitad de su semblante: el del territorio de la clase política, de sus partidos e instituciones, de sus preparativos para la disputa por el gobierno. Ese mismo año, mientras la televisión fingía demencia, parte de la prensa escrita y la radio informaron sobre el atraco del siglo: el rescate bancario a costa de los recursos públicos, conocido como Fobaproa. Circunstancialmente se volvieron visibles los vulnerables convertidos en damnificados cuando azotaron ciclones y temblores. Y, como intrusos-maleantes, gorrones en un festín al que no habían sido invitados, se colaron los estudiantes huelguistas de la unam. Pero nadie más tuvo espacio. Para los de abajo casi no hubieron líneas ágata, ni tiempo en la radio o en la televisión. Para ellos fue el entretenimiento, rara vez los reflectores. Esa porción de la realidad se convirtió en el retrato de cuerpo completo de la nación entera. El México de arriba se transformó en el todo- México.

Irónicamente, durante ese año, en la penumbra mediática se desarrolló una intensa lucha social de resistencia que enfrentó –con relativo éxito– las políticas gubernamentales de privatización. Como no se había visto en años, una parte del movimiento sindical, los trabajadores de la cultura, maestros, estudiantes, campesinos y jóvenes ganaron la plaza pública no para pedir salarios sino para conservar conquistas sociales.

Durante 1999 la sociedad civil se hizo pueblo y las demandas ciudadanas se reciclaron en lucha de clases. El protagonismo de las ong y las organizaciones ciudadanas dio paso a la acción de organismos gremiales y profesionales. El afán de avanzar en las propuestas se transformó en un retorno a la protesta. Los electricistas del sme y del suterm, la comunidad del inah, los profesores democráticos de la cnte, intelectuales, el Congreso Nacional Indígena y el cgh de la unam tomaron las calles para rechazar la pretensión de convertir los derechos en asistencia, para impedir la desamortización de los bienes culturales y para frenar la privatización de la industria eléctrica nacionalizada.

A diferencia de otros tiempos, una parte de esas luchas fueron parcialmente exitosas. Las propuestas legislativas elaboradas por el pri y por el pan no avanzaron y han debido esperar una correlación de fuerzas diferente para encontrar el momento en que sean turnadas nuevamente al Congreso. En parte, ello fue resultado de la movilización nacional contra el Fobaproa, protagonizada por una variopinta coalición de fuerzas. Aunque el Fondo fue finalmente aceptado por el Legislativo, el pri debió pagar un enorme costo político por la medida, que cobró el pan en las elecciones del 2 de julio de 2000, y la política de privatizaciones quedó desacreditada en amplísimos sectores de la población. La resistencia a las reformas neoliberales se alimentó de la desconfianza ante las políticas de ajuste y capitalización surgidas durante 1999.

Desde su aparición pública, el ezln hizo de la lucha en contra del neoliberalismo un punto clave de su agenda política. Se debe a ellos buena parte del desprestigio que esta corriente tiene dentro del país. En un momento en el que una parte de la izquierda buscaba limar los filos más espinosos de sus púas y otra se rendía deslumbrada ante su avance y recomendaba subirse a su tren, los zapatistas promovieron sistemáticamente su crítica y emprendieron la tarea de comprender su lógica e implicaciones. Las jornadas de lucha del ’99 son impensables sin la labor cultural desarrollada por los alzados.

Pero, más allá del común combate en contra del neoliberalismo, todos estos movimientos encontraron en el zapatismo un punto de apoyo, difusión, solidaridad e inspiración. La Realidad se convirtió durante meses en el destino inevitable de cientos de dirigentes y activistas sociales que buscaban adhesión, aliento, orientación y visibilidad por parte del ezln. Evidencia de autoridad política y capacidad de convocatoria, distintos contingentes viajaron cientos de kilómetros para realizar sus encuentros en territorio rebelde. A lo largo de casi un año, el subcomandante Marcos tuvo, muy probablemente, una agenda de trabajo más cargada que la de un secretario de Estado. Se tejió así una nueva red invisible de bolsas de resistencia que, a pesar de no tener una expresión orgánica única, prefigura el entorno social de una nueva alternativa de izquierda en el país.

Detrás de nosotros estamos ustedes, nueva recopilación de cartas y comunicados del ezln publicada por Plaza y Janés, da cuenta tanto de una parte de estas luchas como de la construcción de vínculos entre el zapatismo y otros movimientos. Más que documentos de orientación política, los textos que forman el libro muestran el intento rebelde por abrir espacios a los movimientos emergentes, su intención de potenciarlos y posicionarlos en el tablero político nacional poniendo a su disposición –con riesgos y costos– la presencia propia. Son, pues, testimonios del intento de crear una forma de hacer política desde abajo.

Salir de la madriguera

Durante 1998 el zapatismo sufrió los embates de una intensa ofensiva política en su contra. Por si cupiera alguna duda de que Acteal no fue un "accidente" sino parte de una estrategia de guerra, inmediatamente después de la masacre el gobierno federal atacó a los municipios autónomos, desmanteló la conai, expulsó a más de cien observadores internacionales, apresó a bases de apoyo zapatistas y presentó una iniciativa de ley para reformar la Constitución en materia de derechos y cultura indígena violatoria de los Acuerdos de San Andrés. Los zapatistas resistieron.

En 1999, cuando era evidente el fracaso de la política gubernamental, los zapatistas retomaron la ofensiva. Convocaron a la realización de una Consulta por el Reconocimiento de los Derechos de los Pueblos Indios y por el Fin de la Guerra de Exterminio el 21 de marzo de ese año. Cinco mil indígenas rebeldes –dos mil 500 hombres y dos mil 500 mujeres– armados con su palabra, salieron de Chiapas para recorrer la casi totalidad de los municipios del país y explicar su posición. Cerca de tres millones de personas participaron en el plebiscito.

Cada una de las parejas de delegados que visitaron la República Mexicana llevó un diario de campo. Allí apuntaron el nombre de contactos, actividades realizadas e incidentes. Con ellos dibujaron un sorprendente mapa del tejido social. En la ruta jugaron partidos de futbol contra profesionales y se entrevistaron con grandes empresarios. La mayor parte de las reuniones y viajes estuvo auspiciada no por las grandes organizaciones populares –que también participaron– sino por grupos de afinidad y lucha de distinta inspiración política y sin coordinación entre sí. Esa constelación de simpatizantes, la gran mayoría de ellos desconocidos en el plano nacional, que lo mismo luchan por la construcción de una escuela que en contra de la corrupción de un presidente municipal, no tiene –por lo regular– una afiliación partidaria. Forman parte del México invisible vinculado a la "longitud de onda" de las emisiones rebeldes.

En Detrás de nosotros estamos ustedes se presentan los documentos que narran la resistencia rebelde, los vericuetos de la Consulta y los intentos por darle continuidad organizativa a los cientos de comités formados durante el recorrido de los cinco mil zapatistas por los municipios del país. No está incluido, sin embargo, un texto clave para la interpretación del periodo: "La manzana de Newton."

La hidra de la desesperación

Herencia, horizonte y hastío comienzan con hache de huelga. De ellos se alimentó el paro universitario, el conflicto que sacudió, desgarró y polarizó a la opinión pública del país durante 1999. En el centro de esa tormenta estuvo el ezln.

Muchos de los estudiantes que participaron en las protestas en contra del intento por incrementar las cuotas son hijos de familias que vivieron directamente el movimiento del ’68. Su herencia política y sentimental, su calendario cívico, están marcados por esa fecha. Prácticamente todos ellos fueron, además, influidos por el zapatismo y la solidaridad con Chiapas. Cuando el conflicto estalló voltearon a ver hacia el Sureste.

Los huelguistas pertenecían a una generación que ha tenido como horizonte de vida la crisis recurrente en la economía, los efectos de las políticas de ajuste y estabilización y los "salvamentos" del fmi y el Banco Mundial, acompañados de llamados al sacrificio de hoy a cambio del bienestar para un mañana que nunca llega. Su movimiento expresó, como antes había sucedido con el "¡Ya basta!" del primero de enero de 1994, el rechazo a aceptar todo esto como inevitable.

La lucha estudiantil evidenció también el hastío hacia una cierta forma de hacer política. Lejos de ser una "anormalidad", su comportamiento político condensó tendencias vivas en el conjunto de las luchas populares emergentes: una tradición antipartidista y desconfianza hacia la política institucional. En su funcionamiento interno establecieron mecanismos de coordinación relativamente descentralizados y formaron liderazgos colectivos. Hubo un abierto rechazo a la participación de los partidos políticos al interior del movimiento, así como temor a ser utilizados por las dirigencias. En sincronía con esta cultura, desde su surgimiento, pero particularmente desde la IV Declaración de la Selva Lacandona, el ezln ha hecho de la necesidad de una nueva política el centro de su propuesta.

Durante años, dotados de autoridad moral, un conjunto de personalidades del mundo intelectual o de la política desempeñaron en situaciones de excepción una influencia relevante en momentos clave de la vida nacional, básicamente como mediadores. Hoy, la mayoría de esos personajes están incorporados a partidos políticos o a la administración pública. Para muchos jóvenes, el papel de "amortiguador" social que éstos desempeñaban se ha diluido y su capacidad de convocatoria y mediación se desvanecieron. En la nueva mitología del movimiento, sólo Marcos fue un referente compartido y relevante, incluso para aquellas corrientes políticas que lo consideraban reformista.

El fracaso del congreso universitario organizado a raíz de la huelga de 1987 y los diálogos de San Andrés entre el gobierno y el ezln, influyeron en la dinámica del paro. Ambos fueron evidencia de que si todo conflicto necesariamente culmina con una negociación, no cualquier negociación puede terminar con el conflicto. Un mal arreglo conduce inevitablemente a un nuevo pleito. Sobre todo el segundo se convirtió en emblema de los trucos del poder para incumplir lo pactado.

En el inventario intelectual de los analistas oficiales no pareció haber mucha imaginación para explicar los orígenes de la huelga en la unam. Según repitieron incansablemente, el conflicto fue resultado del complot de las izquierdas y, muy especialmente, del ezln. Durante meses la nomenclatura universitaria mostró que no había problema suficientemente grande que no pudiera hacerse aún mayor y evidenció que era posible convertir un acto de autoridad en una conflagración política nacional.

El movimiento, sin embargo, desarrolló en su interior actitudes sectarias, vanguardistas, intolerantes, antiintelectuales y autoritarias, que lo aislaron de sectores y fuerzas relevantes en la política nacional. Tuvo enormes dificultades para hablar por sí mismo de manera articulada y convincente. Esas actitudes –que afectaron incluso a los zapatistas y que llevaron a los militantes del fzln a renunciar a las posiciones directivas que tenían dentro del cgh sin abandonar la huelga– provocaron su desgaste y deslegitimación.

Desde un comienzo, el ezln apoyó la huelga. Muchos jóvenes se identificaron con él y con su lucha. Los rebeldes fueron acusados de pretender convertir a la unam en una especie de municipio autónomo. Una parte del debate sobre la naturaleza y futuro del movimiento fue protagonizada, de un lado, por un destacado grupo de intelectuales –algunos de los cuales fungieron como asesores de los zapatistas en los diálogos de San Andrés–, preocupados por el futuro de la unam y por encontrar una salida negociada al conflicto; y, del otro, fue protagonizada por el subcomandante Marcos, interesado en impulsar una nueva forma de hacer política, dar cobertura a los estudiantes y llamar la atención sobre el carácter novedoso de la movilización. La discusión –ríspida en ocasiones, respetuosa siempre– fue celebrada con algarabía por quienes vieron en ella la ruptura de una relación que había sido fuente de legitimidad para el zapatismo. Las diferencias entre unos y otros estuvieron lejos de representar un quiebre en el campo de la lucha por los derechos de los pueblos indios y la búsqueda de salidas pacíficas al conflicto en Chiapas; sin embargo, las relaciones entre ambos campos (intelectuales y rebeldes) no volvieron a ser las mismas. La política del silencio seguida por el ezln durante buena parte de 2000 hace que un balance sobre el estado que dichas relaciones guardan en la actualidad sea difícil de elaborar. Será durante los próximos meses cuando podremos ver la situación real de esa alianza. Algo similar –pero mucho más drástico– sucedió con las ya de por sí difíciles y complejas relaciones con el cardenismo y el gobierno de la Ciudad de México.

Detrás de nosotros estamos ustedes recupera una de las voces de ese debate, la del ezln. Su relectura a la luz del derrumbe electoral del prd en julio de 2000 es de enorme actualidad.

El lenguaje de la guerra

Los de abajo, los pequeños y diferentes, los que difícilmente fueron visibles para buena parte de los medios durante 1999, son objeto de la reflexión y solidaridad zapatista en cartas y comunicados. Con damnificados por sismos y huracanes y con migrantes, víctimas ambos de una guerra no declarada, los rebeldes establecen lazos y complicidades.

En octubre de ese año aparecieron tres comunicados, no incluidos en esta recopilación. Uno de ellos estaba dirigido a De la Rocha y demás integrantes de Rage Against the Machine, organizadores de una multitudinaria tocada en el Palacio de los Rebotes. Allí, Marcos buscó explicar los vínculos entre el rock, la juventud y el zapatismo. Con mucho, la huelga universitaria fue expresión de una cultura política y un estado de ánimo presente en una parte de los jóvenes metropolitanos, tan invisibles ellos como el resto de los pequeños.

Las guerras no son un accidente de la modernidad, sino uno de los agentes de su promoción. Como lo ha demostrado Eduardo Subirats, el fin de la guerra fría y la caída del Muro no implicaron el fin de las guerras, sino su multiplicación. Kosovo, el Golfo Pérsico, Somalia, el Cáucaso, no son excepciones sino reglas. Amparadas en iniciativas humanitarias de la misma manera en la que las Cruzadas eran justificadas por la fe, su pretendida función civilizatoria no hace sino esconder sus intereses básicos: ampliar el mercado y reordenar el mundo a partir de los intereses de los nuevos bloques del poder.

En un texto leído ante un grupo de observadores internacionales, los insurgentes desarrollaron lo que es una especie de protocolo de investigación sobre el significado de la guerra en el nuevo orden mundial. Detrás de nosotros estamos ustedes incluye las partes de esa reflexión que tienen que ver con la guerra en Chiapas y, más específicamente, con la resistencia en la comunidad de Amador Hernández. Su epílogo –elaborado por Hermann Bellinghausen– narra el ataque de la fuerza aérea zapatista al Ejército en el Valle de Amador.

Detrás de nosotros estamos ustedes no es –no podría serlo– un retrato completo del país. Es, sí, una crónica de la resistencia y rebelión de los pequeños. Su lectura es una ventana para ver ese trozo de la foto de un país en ebullición que no existió para muchos pero que definió una parte del rumbo del país.

El libro es, además, un testimonio para asomarse al futuro. En enero de 1999 los zapatistas afirmaban: "Vendrá la hora del Congreso, y en esa hora deberá de responder una cuestión importante, incluso más que cualquier ley de ingresos y egresos, y definirse a favor de la paz." En diciembre de 2000 aseguran que esa hora ha llegado. Quien quiera encontrar algunas de las claves para leer el futuro inmediato del conflicto en Chiapas haría bien en sumergirse en la lectura de Detrás de nosotros estamos ustedes. De seguro, allí las hallará.