Espejo en Estados Unidos
México, D.F. domingo 14 de enero de 2001
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Editorial
 
INDUSTRIA MEDIA VERSUS GRAN CAPITAL 

SOL A juzgar por las declaraciones de Raúl Picard del Prado, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra), organi-zación que agrupa a los industriales pequeños y medianos, la política que éstos reclaman se diferencia enormemente tanto de la del capital financiero (bancos nacionales y extranjeros) como de la de la gran industria exportadora (buena parte de ella propiedad de transnacionales). 

El fondo del problema consiste en la importancia relativa que los sectores antagónicos otorgan al mercado interno y en la política monetarista del gobierno, la cual hace hincapié en el aumento de la recaudación impositiva a cualquier costo y privilegia al sector financiero y exportador. En la que pasa a ser la crítica más dura efectuada por un sector empresarial, tradicionalmente complaciente, a la política del gobierno de Vicente Fox, el dirigente de Canacintra dice que es intolerable que, mientras el sector industrial debe enfrentar sin defensas la competencia de los productos extranjeros, deba en cambio pagar en condiciones de monopolio el combustible que utiliza para producir, pues Pemex, para contribuir a elevar la recaudación impositiva ?ya que es el principal contribuyente estatal?, vende el gas natural a un precio tal que amenaza llevar a la quiebra a decenas de industrias que utilizan ese insumo y provocar así la pérdida de medio millón de empleos. 

Como recuerda el presidente de los industriales medianos, el sector que él dirige genera 80 por ciento del ingreso nacional. Por lo tanto, reducir su capacidad de sobrevivencia y dar un nuevo golpe al consumo popular con el IVA en alimentos y medicinas, y con la caída del empleo industrial, significa debilitar aún más la estructura económica nacional. En efecto, en el sector exportador, cuyo dinamismo tanto pregonaba el gobierno de Zedillo, hasta 80 por ciento de las exportaciones dependen de 340 empresas, algunas de las cuales pueden retirarse en cualquier momento y, además, aportan poquísimo al país tanto en lo que se refiere a la cantidad de mano de obra empleada como a los insumos que aquí compran. 

Picard del Prado sostiene, además, que desde el punto de vista de la política económica no hay diferencia entre este gobierno y los de los sexenios anteriores, y agrega que dicha política "causará un grave daño a la nación", es inmediatista y carece de proyecciones para el futuro. 

Si se tiene en cuenta efectivamente que el enfriamiento de la economía de Estados Unidos podría traer aparejada una menor producción para exportar hacia ese mercado en contracción, así como un menor ingreso en los rubros petróleo y envío de dinero de nuestros connacionales en el país del norte, es evidente la necesidad de no lesionar ni el poder adquisitivo de las mayorías ni las fuentes de empleo ni el mercado interno que deriva de ambas. Reforzar el mercado interno --o sea, combatir las causas de la pobreza, dinamizar los sectores rurales, defender la pequeña y media industrias y el pequeño comercio modernizándolos y capitalizándolos, para defender el empleo-- es infinitamente más prioritario que asegurar altos intereses y altas ganancias a un puñado de especuladores bancarios y de posibles grandes inversionistas.

 

 

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