Espejo en Estados Unidos
México, D.F. sábado 13 de enero de 2001
Búsquedas en La Jornada
 
Números Anteriores
Primera Plana
Contraportada
Editorial
Opinión
Correo Ilustrado
Política
Economía
Cultura
Espectáculos
Sociedad y Justicia
Estados
Capital
Mundo
Deportes
Lunes en la Ciencia
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada de Oriente
Correo electrónico
 
Editorial
 
DIA MEMORABLE 

SOL Triunfó la justicia. El multiasesino y torturador oficial de la Marina argentina que, con altas complicidades políticas, llevaba una vida de lujo y placer en nuestro país dirigiendo el Registro Nacional de Vehículos (Renave), y que creía tener garantizada la impunidad, pasará probablemente el resto de sus días en una cárcel española. Cavallo, que ajusticiaba clandestinamente a sus víctimas, podrá, en cambio, gozar de un juicio y tener una defensa, pero muy probablemente será condenado por sus crímenes, así como él y sus mandantes y cómplices argentinos y de otros países, son juzgados y condenados por la opinión pública mundial.  

Figura relativamente menor del horror, no contó en efecto con las complicidades políticas que en el Reino Unido y en Chile han salvado de conocer la prisión en España a esa hechura de Kissinger, Nixon y la CIA que fue y es Augusto Pinochet.  

La justicia puede tardar, pero muchas veces llega. Y en este caso el fallo del juez mexicano que entrega a los tribunales hispanos al torturador de la Escuela de Mecánica de la Armada de Buenos Aires marca un hito en la jurisprudencia internacional. Los procesados, condenados y ajusticiados en Nüremberg por sus acciones genocidas fueron encarcelados y juzgados por los vencedores del nazifascismo y nadie los defendió, pues su propio país, recién liberado, los había condenado.  

En cuanto al torturador y asesino nazi Eischman, fue secuestrado en Argentina, donde estaba refugiado, y condenado en Israel, donde había sido trasladado ilegalmente para recibir un castigo más que justo. Por su parte, el asesino nazi de cientos de presos y rehénes en las Fosas Ardeatinas, en Roma, coronel Priebke, fue enviado por la justicia argentina a la italiana que lo condenó por genocidio, pero Alemania jamás pretendió defenderlo ni juzgarlo.  

A diferencia de todos estos casos, Cavallo, reclamado por España, entregado a la justicia de ese país por un juez mexicano, hasta último momento intentó jugar en su defensa la carta que salvó a Pinochet: la de la supuesta soberanía jurídica, según la cual habría debido ser juzgado (y, por supuesto, absuelto, o condenado a penas menores) por los magistrados argentinos que han aceptado monstruosidades jurídicas tales como la Ley de Obediencia Debida (que exonera a quien comete crímenes incluso atroces si ha recibido órdenes de sus superiores) o la Ley de Amnistía (que dejó libres a los militares genocidas).  

El fallo que en los hechos establece que el crimen de genocidio es perseguible internacionalmente y de oficio, no solamente da así plena vigencia a todos los tratados sobre los derechos humanos y contra la tortura firmados desde el nacimiento de Naciones Unidas, sino que también pone una piedra fundamental en el nuevo derecho internacional, al sobreponer los principios jurídicos, humanos y éticos universales al criterio restringido de la soberanía de los aparatos judiciales de países cuyas instituciones han sido profundamente distorsionadas por dictaduras. El argumento según el cual España juzgará a un multiasesino argentino, pero no ha juzgado los crímenes de los franquistas, es sin duda válido pero no quita nada a la ejemplar entrega de Cavallo, hasta hace poco protegido por las autoridades argentinas y mexicanas, para que enfrente a sus víctimas sobrevivientes y a la condena mundial en un proceso que será un valioso antecedente para otros juicios que permitan, por fin, enterrar en paz a los muertos de la dictaduras y borrar las horribles manchas de sangre que oscurecen el pasado en muchos países. 
 



 
EN TORNO AL STRIP-TEASE DE LAS PROVOCACIONES 

Sólo la ingenuidad puede pasar por alto el escándalo de ayer ante la Secretaría de Gobernación en torno a las peticiones del EZLN para allanar el camino hacia las negociaciones que lleven a la solución del conflicto en Chiapas. Ayer, un grupo de jóvenes enmascarados, que se decían universitarios, presumiblemente del Consejo General de Huelga, hizo un strip-tease colectivo, que pretendió ser una protesta ejemplar. Por lo pronto, lo evidente es que no fue una protesta. 

A partir de que el senador Diego Fernández de Cevallos ha insistido en negarle a los zapatistas el derecho de llegar encapuchados al recinto de San Lázaro, se han generado diversas opiniones para secundar dicha negativa, en medio de la indignación por la posible presencia del grupo de indígenas rebeldes. El debate está abierto: las fuerzas oficiales y el priísmo, de un lado, y grupos y sectores de la sociedad civil, del otro, con una todavía débil participación de la izquierda política. 

En este contexto, estos desnudos con máscara ante la Secretaría de Gobernación, y lo más importante para los nudistas, ante las cámaras, pueden ser interpretados de dos maneras: como irresponsabilidad o falta de generosidad al comprometer un movimiento por la paz con medidas a fin de cuentas carnavalescas; o bien, como una provocación gestada por el miedo al desplazamiento de los zapatistas en el país. 

Cualquiera de las dos interpretaciones tiene una misma conclusión: involuntaria o voluntariamente se trata de una provocación, porque no se respeta el estilo del movimiento indígena y porque, en lugar de llamar a la solidaridad, se quiere conseguir el estremecimiento moralista. Si los nudistas actuaron de buena fe, su "buena fe" ha pospuesto su decisión generosa. Es justo que reconsideren porque lo menos que pueden hacer es respetar la actitud del EZLN.  

El 12 de enero de 1994, sectores de la sociedad civil marcharon en México defendiendo la causa de la paz. Siete años después un grupo se desnuda parcialmente al grito de "no tenemos nada que esconder", ocultando por lo menos el rostro. Es de suponer que sus facciones no constituyen un desafío moral. 

No todo es espectáculo en la vida política y mucho menos en la lucha por la paz. Este semidesnudo colectivo no es un argumento en sí mismo salvo si se quiere beneficiar al alarmismo de la derecha. De lo que se trata --y ojalá lo entiendan estos jóvenes si han actuado espontáneamente-- es de luchar por la paz y por el fin de la política de exclusión de las mayorías. Al neoliberalismo y al conservadurismo no se les asusta con el amago de la genitalia; se les enfrenta con la crítica y los razonamientos de los oprimidos que, legítimamente, quieren dejar de serlo.  
 

 

 

La Jornada, Coordinación de Sistemas Francisco Petrarca 118, Col. Chapultepec Morales, delegación Miguel Hidalgo México D.F. C.P. 11570 Teléfono (525) 262-43-00, FAX (525) 262-43-56 y 262-43-54