DIA MEMORABLE
Triunfó la justicia. El multiasesino y torturador
oficial de la Marina argentina que, con altas complicidades políticas,
llevaba una vida de lujo y placer en nuestro país dirigiendo el
Registro Nacional de Vehículos (Renave), y que creía tener
garantizada la impunidad, pasará probablemente el resto de sus días
en una cárcel española. Cavallo, que ajusticiaba clandestinamente
a sus víctimas, podrá, en cambio, gozar de un juicio y tener
una defensa, pero muy probablemente será condenado por sus crímenes,
así como él y sus mandantes y cómplices argentinos
y de otros países, son juzgados y condenados por la opinión
pública mundial.
Figura relativamente menor del horror, no contó
en efecto con las complicidades políticas que en el Reino Unido
y en Chile han salvado de conocer la prisión en España a
esa hechura de Kissinger, Nixon y la CIA que fue y es Augusto Pinochet.
La justicia puede tardar, pero muchas veces llega. Y en
este caso el fallo del juez mexicano que entrega a los tribunales hispanos
al torturador de la Escuela de Mecánica de la Armada de Buenos Aires
marca un hito en la jurisprudencia internacional. Los procesados, condenados
y ajusticiados en Nüremberg por sus acciones genocidas fueron encarcelados
y juzgados por los vencedores del nazifascismo y nadie los defendió,
pues su propio país, recién liberado, los había condenado.
En cuanto al torturador y asesino nazi Eischman, fue secuestrado
en Argentina, donde estaba refugiado, y condenado en Israel, donde había
sido trasladado ilegalmente para recibir un castigo más que justo.
Por su parte, el asesino nazi de cientos de presos y rehénes en
las Fosas Ardeatinas, en Roma, coronel Priebke, fue enviado por la justicia
argentina a la italiana que lo condenó por genocidio, pero Alemania
jamás pretendió defenderlo ni juzgarlo.
A diferencia de todos estos casos, Cavallo, reclamado
por España, entregado a la justicia de ese país por un juez
mexicano, hasta último momento intentó jugar en su defensa
la carta que salvó a Pinochet: la de la supuesta soberanía
jurídica, según la cual habría debido ser juzgado
(y, por supuesto, absuelto, o condenado a penas menores) por los magistrados
argentinos que han aceptado monstruosidades jurídicas tales como
la Ley de Obediencia Debida (que exonera a quien comete crímenes
incluso atroces si ha recibido órdenes de sus superiores) o la Ley
de Amnistía (que dejó libres a los militares genocidas).
El fallo que en los hechos establece que el crimen de
genocidio es perseguible internacionalmente y de oficio, no solamente da
así plena vigencia a todos los tratados sobre los derechos humanos
y contra la tortura firmados desde el nacimiento de Naciones Unidas, sino
que también pone una piedra fundamental en el nuevo derecho internacional,
al sobreponer los principios jurídicos, humanos y éticos
universales al criterio restringido de la soberanía de los aparatos
judiciales de países cuyas instituciones han sido profundamente
distorsionadas por dictaduras. El argumento según el cual España
juzgará a un multiasesino argentino, pero no ha juzgado los crímenes
de los franquistas, es sin duda válido pero no quita nada a la ejemplar
entrega de Cavallo, hasta hace poco protegido por las autoridades argentinas
y mexicanas, para que enfrente a sus víctimas sobrevivientes y a
la condena mundial en un proceso que será un valioso antecedente
para otros juicios que permitan, por fin, enterrar en paz a los muertos
de la dictaduras y borrar las horribles manchas de sangre que oscurecen
el pasado en muchos países.
EN TORNO AL STRIP-TEASE DE LAS PROVOCACIONES
Sólo la ingenuidad puede pasar por alto el escándalo
de ayer ante la Secretaría de Gobernación en torno a las
peticiones del EZLN para allanar el camino hacia las negociaciones que
lleven a la solución del conflicto en Chiapas. Ayer, un grupo de
jóvenes enmascarados, que se decían universitarios, presumiblemente
del Consejo General de Huelga, hizo un strip-tease colectivo, que pretendió
ser una protesta ejemplar. Por lo pronto, lo evidente es que no fue una
protesta.
A partir de que el senador Diego Fernández de Cevallos
ha insistido en negarle a los zapatistas el derecho de llegar encapuchados
al recinto de San Lázaro, se han generado diversas opiniones para
secundar dicha negativa, en medio de la indignación por la posible
presencia del grupo de indígenas rebeldes. El debate está
abierto: las fuerzas oficiales y el priísmo, de un lado, y grupos
y sectores de la sociedad civil, del otro, con una todavía débil
participación de la izquierda política.
En este contexto, estos desnudos con máscara ante
la Secretaría de Gobernación, y lo más importante
para los nudistas, ante las cámaras, pueden ser interpretados de
dos maneras: como irresponsabilidad o falta de generosidad al comprometer
un movimiento por la paz con medidas a fin de cuentas carnavalescas; o
bien, como una provocación gestada por el miedo al desplazamiento
de los zapatistas en el país.
Cualquiera de las dos interpretaciones tiene una misma
conclusión: involuntaria o voluntariamente se trata de una provocación,
porque no se respeta el estilo del movimiento indígena y porque,
en lugar de llamar a la solidaridad, se quiere conseguir el estremecimiento
moralista. Si los nudistas actuaron de buena fe, su "buena fe" ha pospuesto
su decisión generosa. Es justo que reconsideren porque lo menos
que pueden hacer es respetar la actitud del EZLN.
El 12 de enero de 1994, sectores de la sociedad civil
marcharon en México defendiendo la causa de la paz. Siete años
después un grupo se desnuda parcialmente al grito de "no tenemos
nada que esconder", ocultando por lo menos el rostro. Es de suponer que
sus facciones no constituyen un desafío moral.
No todo es espectáculo en la vida política
y mucho menos en la lucha por la paz. Este semidesnudo colectivo no es
un argumento en sí mismo salvo si se quiere beneficiar al alarmismo
de la derecha. De lo que se trata --y ojalá lo entiendan estos jóvenes
si han actuado espontáneamente-- es de luchar por la paz y por el
fin de la política de exclusión de las mayorías. Al
neoliberalismo y al conservadurismo no se les asusta con el amago de la
genitalia; se les enfrenta con la crítica y los razonamientos de
los oprimidos que, legítimamente, quieren dejar de serlo.
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