SABADO Ť 13 Ť ENERO Ť 2001

Luis González Souza

Otro 12 de enero

Nada seria más lamentable que burlar las ilusiones generadas el pasado 2 de julio. Nada se antoja más irresponsable que seguir jugando a la guerra y al racismo en el México de nuestros días. Sin embargo, ambas cosas asoman entre los primeros pasos del gobierno de Fox. Mucho habrá que luchar para que el asomo no se convierta en aplastante realidad.

La máscara del salinismo fue lo que se utilizó para perpetrar a México su engaño más reciente. Sangre costó descubrir la máscara salinista con la que se encubría el viaje a la desgracia nacional. Nadie acertaba o se atrevía al desenmascaramiento del salinato. Para recuperar rumbo y esperanza hubo de producirse el alzamiento zapatista del 1o. de enero de 1994.

La primera reacción de los "salinoanestesiados" se volcó hacia el aniquilamiento, físico y moral, de los zapatistas. Pero la sociedad se interpuso y evitó la muerte de esa nueva semilla de ilusiones múltiples. Con su magna movilización del 12 de enero de 1994, la sociedad obligó a que las armas fuesen remplazadas por las palabras, las razones y hasta los corazones.

De paso, la movilización del 12 de enero devolvió a la sociedad su autoestima y la conciencia de su propio poder. Junto con el guerrerismo cayó la teoría de la sociedad cadáver o de la sociedad-por-siempre-abyecta. Una sociedad más bien heroica fue la que frenó la guerra en 1994. Una sociedad más bien poderosa fue la que forzó los diálogos entre el gobierno y el EZLN, primero en la Catedral de San Cristóbal y luego en San Andrés Sacamch'en de los Pobres. Una sociedad más bien autogobernable fue la que protegió esos diálogos con sus propios cinturones de paz. Y una sociedad más bien despierta es la que ha respondido a las ya varias consultas zapatistas.

Pero tampoco se trata de una sociedad idílica. De hecho, la sociedad mexicana todavía lucha en forma muy voluble y dispareja. Por ello el gobierno de Zedillo pudo remprender el camino de la guerra. Ya no guerra abierta, pero sí unilateral, silenciosa, tan abusiva como hipócrita. Ya no tanto con las armas clásicas, como con el polvorín de las traiciones, los paramilitares y la manipulación de los medios. En todo caso, guerra contra las semillas de dignidad y esperanza vueltas a sembrar por el zapatismo.

Con esa guerra casi en su apogeo, llegó el 2 de julio. Y contra esa guerra votó, directa o indirectamente, el grueso del electorado. El triunfador Fox no se hizo, no podía hacerse a un lado. Ya es demasiado tiempo en que el país, incluyendo su imagen ante al mundo, pende del hilo Chiapas. Ya resulta imposible desentenderse de todo aquello que motiva la lucha zapatista. La propuesta de una paz justa y digna no es algo con lo que pueda jugarse más tiempo.

Lo que sí puede hacer el nuevo gobierno es moverse hacia el lado equivocado, como al parecer, comienza a hacerlo. Avanzan más los signos del viejo discurso dizque pacifista, que las señales requeridas por el EZLN para reanudar el diálogo con el gobierno: ley Cocopa, liberación de presos y desmilitarización parcial de Chiapas. Aunque de inmediato Fox las consideró atendibles, esas señales de paz se cumplen de manera muy lenta y contradictoria, en el mejor de los casos. Mucho mejor se cumplen, ahora con una mercadotecnia total, los gastados rollos sobre la "intransigencia" del EZLN.

Aún hay alrededor de 80 zapatistas presos. Todavía el Ejército no se retira de cuatro de los siete puntos demandados. Día a día reaparecen las trilladas objeciones contra la iniciativa de la Cocopa. Y de pilón, el uso de pasamontañas por los zapatistas que vendrán al DF tiende a erigir en la variable decisiva entre la guerra o la paz. Y aun así, Fox exclama: "šYo no sé qué más se le puede pedir a (mi) gobierno por hacer en Chiapas!" (La Jornada, 10-1-2001).

Así, es claro que el fin de la guerra no está garantizado. Será necesaria otra gran movilización de la sociedad como la del 12 de enero de 1994. Ojalá esta vez no pare hasta verificar el "nuevo amanecer" de México, por cierto también prometido por Fox al inaugurarse como Presidente. Mucho ha costado regenerar la esperanza de un país sin guerras, como para volver a traicionarla. La nueva sociedad mexicana, estamos seguros, no lo permitirá.

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