SABADO Ť 13 Ť ENERO Ť 2001
Ť Los indígenas zapatistas mantuvieron el orden durante la concentración
Por la paz en Chiapas, miles marcharon en Jovel
Ť En San Cristóbal de las Casas, expresiones priístas han recrudecido el racismo
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de las Casas, Chis. 12 de enero. "šNo somos uno ni somos cien, el pueblo unido se ve muy bien!", corea uno de los contingentes de la marcha de bases de apoyo del EZLN que conmovió hoy nuevamente a Jovel. Miles de indígenas zapatistas procedentes de los Altos, la selva, la zona norte y la frontera, recorrieron el bulevar y atravesaron por Insurgentes el corazón coleto hasta dejar el atrio de la catedral lleno de encapuchados y encapuchadas que vinieron a reiterar su palabra.
En el cumpleaños de la sociedad civil que los ha acompañado siete años con un mandato de paz, los zapatistas le recordaron al gobierno federal lo que todavía falta para empezar a diálogar. Lo hicieron con ese orden que los caracteriza, sin desbordar nunca la fila ni salir del arroyo mientras la marcha siga.
Corean con o sin rima, llevan algunos carros con bocinas, y también guardan silencio: por momentos sus voces se guardan y sólo se oye la rapidez de sus pasos sobre el pavimento. La primera consigna, cuando la marcha inicia, a eso de las 15 horas, dice: "exigimos el cierre y retiro del Ejército de Guadalupe Tepeyac". Tras una pausa, se suman a la lista Roberto Barrios, La Garrucha y Río Euseba. "Faltan cuatro", habrán de recordar la marcha y los discursos del mitin.
A veces las consignas no dan ni para ripio, pero expresan: "Fox, si no cumples tu palabra eres un mentiroso". Como desde hace cinco años, el leit motiv de la movilización proclama: "los acuerdos de San Andrés son ahora y no después". Una de las cosas que Zedillo dejó pendientes.
Quizá fue de las marcha con menos severidad y rabia de cuantas han hecho los zapatistas en estas mismas calles. Ahora llegaron a una ciudad que ha recrudecido el racismo que alguna vez hizo de sus habitantes personajes de Rosario Castellanos, donde se vuelven a decir en voz alta los prejuicios: "aquí ya huele demasiado a indio". Aunque no cerraron sus establecimientos, los comerciantes coletos veían el río humano de mujeres, niños, hombres, con indignación. Y olía a indio.
"Queremos la paz", gritan unas tzotziles de Chenalhó y una patrona en el zaguán le comenta a su empleada: "está buena la indiada, ya se atreven a pedir lo que les da la gana. Va a llegar el día, verás, que quieran poner uno de ellos de presidente municipal", y lo rubrica con una risotada trunca.
Justo en las vísperas de la marcha zapatista, el ayuntamiento coleto dio una batida policiaca contra los comerciantes tzotziles que compiten en las calles con el comercio cashlán. En una batalla más por el espacio entre indígenas y coletos, el presidente municipal, Mariano Díaz Ochoa, "auténtico coleto" de estirpe, soltó los fantasmas siempre latentes de la doble xenofobia, bien expresada esta tarde por un hombre de edad y portafolio en la mano al paso de los indios frente a la Cristóbal Colón: "esos extranjeros que van con ellos son los que los mueven. Si los deportáramos, los indios se estarían quietos". Trata de aparentar humor, pero está indignado.
La radio local ha atizado el racismo con beligerancia. Es la expresión de un priísmo que no ha entendido que ya perdió, y el remanente de una actitud colonial que se niega a desaparecer. Por lo menos ya no está quien fue su mayor enemigo: el Tatic Samuel Ruiz. Pero ante la marea zapatista (que según su costumbre llega, dice y se va) los coletos apenas si hacen buches de bilis y murmuran entre dientes.
"Qué viva el Congreso Nacional Indígena", repiten una y otra vez los manifestantes. Las mantas son escuetas, casi monotemáticas. Repiten las 3 condiciones para volver al diálogo: retiro del Ejército federal de cuatro posiciones, libertad de los zapastistas presos y aprobación de la ley de derechos y cultura indígenas. Hasta no ver...
El escepticismo de los zapatistas se resume en Ricardo García Hernández, quien apenas está mañana salió del penal de Cerro Hueco, donde permaneció cuatro años y siete meses. Originario de Libertad Jolnixtié, municipio de Tila, este chol fue víctima de la "justicia" discrecional que impartían al alimón la fuerza pública estatal y los paramilitares de Paz y Justicia.
Con el bombo y platillo del método foxista para Chiapas se había anunciado para hoy la libertad de cuatro zapatistas más. A la mera hora sólo salió Ricardo. Siguen adentro Cristóbal Gutiérrez Gómez, Manuel Gutiérrez Méndez y Antonio Arias Pérez, víctimas de la difícil distancia entre las promesas y los hechos.
Las señales del gobierno avanzan, pero despacio o a medias. Mientras se anuncia la visita del presidente Fox a la entidad (y se rumora que irá a Guadalupe Tepeyac el próximo día 17), el congreso estatal, de mayoría priísta, rechaza la liberación de "criminales", y se opone al retiro del Ejército (que de cualquier manera no se está retirando ni mucho menos).
El mensaje de la comandancia zapatista resuena frente a la amarilla catedral pintada por el sol declinante: "desde hace siete años hemos venido luchando abiertamente por el respeto a los pueblos indios de México". En voz de Marlene, joven de la selva lacandona, se escucha un comunicado del CCRI firmado por el subcomandante Marcos. Si se cumplen las tres señales, los zapatistas "no pedirán más para sentarse a dialogar". Pero si el gobierno prefiere "que haya mucho ruido de paz y el sonido de la guerra no se escuche, no habrá diálogo ni la paz llegará".
Amado Avendaño, ex gobernador en rebeldía, fue invitado a tomar la palabra: "hermanos, muchas gracias por recordarnos que todavía no hay paz en México". Tras un día nublado y frío, atardece un cielo abierto, azul montaña, con nubes dispersas que lastiman de tan blancas.