VIERNES Ť 12 Ť ENERO Ť 2001

Bernardo Barranco V.

Contrastes del Jubileo 2000

El primer Jubileo de la era telemática llegó a su fin. La Iglesia celebró los 2 mil años del nacimiento de Cristo, realizó un examen de conciencia, propuso cerrar con broche de oro el largo pontificado de Juan Pablo II, quien quiere proyectar la Iglesia del nuevo milenio, y por si fuera poco, mostró las enormes contradicciones del catolicismo a nivel planetario.

Por un lado, está la Iglesia que quiere abrirse y dialogar, y por otro, la triunfalista y regresiva que busca reconfirmar la cultura desde una identidad católica con un blindaje a prueba de balas. Desde la apertura de la Puerta Santa, el 24 de diciembre de 1999, hasta el 6 de enero de 2001, Roma fue el centro de peregrinaje más importante de la historia del cristianismo al acoger a 25 millones de peregrinos. Cerca de 10 mil periodistas informaron al mundo de 150 actos masivos en los que la forma, el color y el show predominaron. Casi todos los sectores realizaron su Jubileo: políticos, obispos, científicos, religiosas, educadores, sacerdotes, empresarios, militares, discapacitados, periodistas, jóvenes, etcétera. Además de ser actos multitudinarios, las temáticas dejaron la sensación de que el año santo era fragmentario debido al manejo de los medios y por su afán de pretender regresar al catolicismo victorioso y portador de la verdad única. Sus contenidos fueron densos, a veces contradictorios, pero a pesar de eso más de mil millones de personas siguieron la apertura de la Puerta Santa. No obstante, hay que reconocer que el Jubileo mostró cierta dinámica de la Iglesia para abrirse al diálogo con las grandes fuerzas cristianas y las grandes religiones mundiales.

El gran jubilar fue una extraordinaria oportunidad para situar los contrastes del catolicismo en este principio de siglo. Los acontecimientos del 2000 evidenciaron la dificultad de Roma para tener una línea coherente. Por una parte, la Iglesia se mostró generosa en la apertura al diálogo con las religiones mundiales, tuvo valientes iniciativas de autocrítica institucional al realizar la jornada penitencial del 12 de marzo en la Basílica de San Pedro por los errores históricos cometidos; recogió las posturas de los episcopados a escala regional e impulsó la condonación de la deuda externa al tercer mundo y la preparación para la realización de importantes sínodos continentales.

Consciente del peso de los errores históricos cometidos en 20 siglos, pareciera que quiere dialogar con humildad sobre los valores modernos de la sociedad. Esta postura invita a abandonar la línea integralista de superioridad y de autosuficiencia perfeccionista en lo teológico como en lo moral y en la práctica de su relación con la historia.

Sin embargo, existe una poderosa inercia regresiva en sectores vaticanos que la tientan a retornar al triunfalismo, a la línea de la indulgencia y a reafirmar la centralidad católica en la historia humana. Es simbólica la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe con el polémico documento Dominus Iesus, que sostiene la exclusividad de la Iglesia en la salvación. El texto fue cuestionado internacionalmente, y hasta el propio Papa debió matizarlo con señalamientos conciliatorios. Las beatificaciones simultáneas de Pío XI (el Papa antimoderno) y Juan XXIII (el Papa de la apertura conciliar) resumen muy bien las disputas y los modelos eclesiales en juego y muestran los contrastes antitéticos del Jubileo.

Otro problema de fondo es el gobierno de todas estas contradicciones. El sistema de la Iglesia católica tiene un defecto de control excesivo de la curia romana, motivado sin duda por la decadencia física de Juan Pablo II, incapacitado ya para aportar a la Iglesia unidad y coherencia como en el pasado, cuando enfrentó los extremos centrífugos que amenazaron la identidad de la Iglesia postconciliar. El esfuerzo del Papa por controlar los impulsos conservadores y burocráticos de la curia ha sido mayúsculo en los últimos años.

Giancarlo Zízola, uno de los vaticanistas más reconocidos de Italia, expresa que el Jubileo masivo mostró la soledad del Papa. Lamentablemente la curia romana se ha opuesto siempre a que los obispos de las Iglesias locales participen más del gobierno de la Iglesia; ha rechazado la evolución institucional de este género creando una barrera enorme. En el fondo se trata de una patología institucional que emerge a la superficie a raíz de la enfermedad del Papa. De seguir así, la curia podría caer en la ilegalidad y el abuso constitucional porque en el derecho canónico no está escrito que la Iglesia sea gobernada por el Papa y por la curia. En el futuro inmediato, se vislumbra un nuevo consistorio, donde habrá nuevos cardenales que redefinan futuros escenarios sucesorios.

Quedan las imágenes del Jubileo con 2 millones de jóvenes fascinados por el emblemático Papa anciano; las revelaciones de Fátima, la Virgen anticomunista; el delicado viaje a Tierra Santa, las canonizaciones mexicanas.

A propósito de imágenes, ¿en México qué repercusiones ha tenido el Jubileo?, ¿qué acciones de envergadura ha impulsado la jerarquía? Ninguna. Aquí el año santo cayó en el electoral y la feligresía debió contentarse con seguir el Jubileo a través de los medios, porque sus pastores estaban muy atareados en la alternancia política. Así es que aquí las repercusiones jubilares seguramente serán nulas en los fieles y escasas entre el clero.

 

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