VIERNES Ť 12 Ť ENERO Ť 2001
Adolfo Gilly
La modernización conservadora. México 2001
1. El resultado de las elecciones del 2 de julio, en las cuales Vicente Fox, candidato del PAN, fue electo presidente, es la culminación de un largo fin de régimen político iniciado con el fraude electoral que dio la presidencia de México a Carlos Salinas en 1988. La aparente paradoja es que la caída del régimen priísta fue, al mismo tiempo, una derrota electoral del PRD y del movimiento cardenista, a cuyos embates opositores durante dos sexenios se debe buena parte de esa caída, y una victoria del PAN, el partido conservador que fue un leal puntal del mismo régimen.
En todas las cuestiones decisivas, tanto frente al PRD como frente a la rebelión indígena o a los movimientos sociales, en la hora del fraude de 1988 o en la del surgimiento del EZLN, en 1994, en las reformas salinistas o en la estafa de la quiebra bancaria y el Fobaproa, el PAN fue siempre aliado y encubridor del PRI. Por eso la elección de Vicente Fox, comprometido a mantener la política económica de los últimos tres gobiernos, se presenta como un suave relevo en la Presidencia de la República en favor de los aliados conservadores del PRI y no de sus enemigos. Dentro de la innegable sabiduría de ese régimen está la de haber sabido, en la hora de su ineludible desgracia, preparar este relevo por la derecha. Nadie se extrañe de que el gobierno entrante lo retribuya con su complicidad tapando desmanes y corrupciones y asimilando a algunos de sus más destacados funcionarios.
Dicho esto, es también innegable que el 2 de julio ha sido la mayor derrota del PRI en su larga historia y el fin de su monopolio político como partido del Estado.
2. Un hecho capital del 2 de julio es la confirmación de que el mando real del país está ahora en manos de los representantes del capital financiero. Esta es la línea de continuidad de Fox con el gobierno de Zedillo y, sobre todo, con la modernización financiera de Carlos Salinas. Una diferencia reside en que el soporte histórico y cultural del nuevo gobierno es la institución conservadora más antigua y más poderosa de México: la Iglesia católica. Esta modernización conservadora, encabezada por un Presidente que va a rezar a la Basílica de Guadalupe momentos antes de asumir su cargo, es una combinación institucional novedosa en el México republicano. Tendrá indudables secuelas políticas y culturales, algunas irónicas, otras no tanto.
En otras palabras, los conservadores en el poder son, en el 2001, una adecuación del régimen político al mando real ejercido desde hace tiempo por los representantes y las cabezas del capital financiero mexicano y sus aliados externos. Los dueños del dinero piden al aparato estatal reducción de costos y eficiencia. La burocracia priísta -incluídos los dirigentes sociales corporativos- ejercía un papel de mediación entre ese aparato y la población que, al mismo tiempo, implicaba enormes costos intermediarios. Esa mediación ha sido esencial en todo poder mexicano no ya desde el PRI, sino desde siglos. ƑQuién y cómo ejercerá ahora las funciones de negociación cotidiana del mando inherentes a ese poder? La jerarquía católica, mediadora por excelencia, no puede ocupar ese lugar. El tiempo no tardará en decir si, en efecto, esos costos son reductibles o deberán ser asumidos con modos diferentes por el nuevo poder.
3. En una visión larga de la historia, la modernización ha sido una preocupación constante de los gobiernos liberales mexicanos desde Benito Juárez y Porfirio Díaz en adelante. Su esencia es la expansión de las relaciones capitalistas, la destrucción de las antiguas economías rurales, la creciente mercantilización de la tierra y de la fuerza de trabajo. Desde el siglo XIX, este es un rasgo definitorio de la expansión mundial del capital, con su secuela de guerras para redistribuir sus réditos entre sus beneficiarios, y de revoluciones y rebeliones de las víctimas de esa expansión del capital para contener o renegociar sus efectos sobre sus vidas y sus bienes.
En esta prolongada expansión, los noventa del siglo XX y la caída de la Unión Soviética y su bloque de Estados son un nuevo punto de partida. Por primera vez en la historia, las ilimitadas tierras de Rusia se han convertido en mercancía, se han incorporado sin reservas al mercado, a la privatización y a la valorización. Es este un acontecimiento de una dimensión histórica aún insuficientemente valorada en la trayectoria plurisecular del capital.
En ese contexto cobra todo su sentido el desmantelamiento salinista del artículo 27 y la privatización de toda la tierra ejidal proyectada por Fox. La Iglesia, que perdió sus tierras con Juárez, es ahora uno de los postulantes, mediante sus operadores financieros, a recuperar en el mercado esos antiguos bienes terrenales. Deberá disputar o compartir sus frutos con el capital financiero.
El suelo arrastra al subsuelo. La renta petrolera, codiciada por las finanzas internacionales, y la materialidad misma del petróleo, oscuro objeto del deseo del poderío militar e industrial de Estados Unidos, es el siguiente objetivo. Bajo la forma jurídica que sea, la privatización del petróleo mexicano y de las fuentes energéticas está en la agenda próxima del mando político, el presidente Fox, y del mando real, los dueños del dinero.
4. La desregulación es el nombre del juego, aquí y en la economía mundial. La Constitución mexicana no sólo era un marco jurídico para los derechos ciudadanos y para las reglas de reproducción del poder político federal, sino también una amplia y genérica regulación de relaciones sociales, tanto entre capital y trabajo como entre la población rural, la nación y la tierra.
Esta regulación, en lo esencial, está superada en los hechos. La reglas aún subsistentes no se aplican. No se han sancionado otras nuevas. En el prolongado interregno entre ambos ordenamientos, la ausencia de reglas reales está preparando en los hechos el terreno para un nuevo conjunto de reglas, escritas y no escritas, no regidas por la noción de derechos sociales y ciudadanos sino por el funcionamiento desregulado del mercado. Lo que en la Constitución son derechos -educación, salud, pensiones, vivienda, descanso y jornada laboral- en la modernización conservadora son concebidos como servicios pagados y comprados en el mercado. Es el mercado, no la ley o los acuerdos sociales, el que determinará la nueva "regulación".
Salinas y Zedillo no pudieron llevar hasta el fin esta llamada "segunda generación de reformas" del Consenso de Washington. Pero dejaron el terreno preparado. Esta tarea está entre las prioridades de Vicente Fox. La siguiente es una lista incompleta e indicativa de esas prioridades:
Ť Privatización de la energía y progresivo desligamiento del petróleo en relación con la administración estatal y religamiento con el mercado internacional bajo el control de las grandes compañías.
Ť Mercantilización de la tierra ejidal, atando la propiedad a los créditos en términos mercantiles, de modo que en plazos cortos el campesino endeudado deba vender su tierra, un proceso ya en camino desde Salinas.
Ť Apertura de nuevas fronteras en las costas y selvas para el capital, el turismo, los clubes de golf y similares, y la explotación privada de la biodiversidad, el agua, el suelo y el subsuelo.
Ť Mayor y creciente flexibilización e informalización del uso de la fuerza de trabajo, no sólo en los hechos, como sucede ahora, sino también en las nuevas leyes en preparación. Extensión de la masa de trabajo precario, barato y desprotegido.
Ť Progresiva mercantilización de la educación pública, por medio de créditos para los estudiantes, desregulación de las posiciones y carreras académicas y uso selectivo del presupuesto educativo conforme a las demandas empresariales y a la mentalidad cultural de un gobierno de empresarios.
Ť Salud, vivienda, pensiones: enérgico impulso a su actual trasformación de derechos en servicios pagados.
5. Prioridad del gobierno de los modernos conservadores será también el cambio en los programas educativos y en los libros de texto. La educación en México tuvo hasta ahora como sustento una idea liberal de nación y de comunidad nacional que no es compartida por el nuevo poder político. Benito Juárez, la revolución mexicana, la expropiación petrolera y la reforma agraria, hitos de la historia nacional tal cual fue enseñada hasta ahora en las escuelas, son acontecimientos nefastos en el ideario y el imaginario del presidente Fox, de su partido y de sus amigos.
Habrá una nueva disputa por la historia y por la definición de la nación, en la medida en que una visión diferente, mucho más individualista y mercantil, de lo que es y lo que debe ser la sociedad mexicana, será propuesta por el nuevo gobierno para la educación pública y la privada. En esta disputa tendrán un papel los maestros mexicanos, que no se dejarán quitar de la mente y de la boca así como así el discurso histórico que ha sido hasta ahora su imaginario y su razón. Pero tendrá también un papel la Iglesia en lo que considera su territorio de elección, la formación de las mentes y de las conciencias.
Los primeros indicios de estas "guerras culturales" han aparecido desde antes de la asunción del mando presidencial por Vicente Fox. Será éste un terreno de definición que todos cuantos trabajan con ideas no podrá eludir. Tal vez para muchos no sea éste un mal terreno de revitalización y de redefinición de su actividad intelectual y política. En cuanto a la izquierda socialista, es obvio que no pueden ser Benito Juárez y el liberalismo el terreno ideal hacia el cual se repliegue. Pero los actuales dilemas de esa izquierda son un tema ajeno al presente escrito.
Tomado en su conjunto, el terreno educativo es tal vez hoy el principal terreno para la definición ideal de lo que es y lo que será México como nación y como sociedad en esta nueva modernidad temprana de la globalización.
6. Drogas, narcotráfico, fuerzas armadas, territorio son cuestiones largamente postergadas en los años de la descomposición del poder priísta. La red de complicidades de ese poder está desgarrada en algunas partes, pero notablemente viva y activa en el conjunto. El nuevo gobierno no las puede eludir, bajo pena de perder a favor de otros su propio control. Lo mismo sucede con la justicia, su probidad y su independencia, con la aplicación efectiva de la ley (enforcement of law) y con el respeto irrestricto a los derechos y garantías ciudadanas.
El proyecto Puebla-Panamá es, como cualquiera entiende, a la vez económico y geopolítico. En tanto proyecto económico es un territorio de elección para la expansión del control del capital financiero sobre el territorio, las riquezas y las vidas de los mexicanos y mexicanas. La globalización ha multiplicado en forma desmesurada la renta de posición del Istmo de Tehuantepec, tanto como la del petróleo mexicano. Pero no es la nación, sino el capital, el candidato actual a apropiarse esa renta y a controlar en su beneficio no sólo las riquezas naturales sino las rutas que van desde Florida y las costas de Estados Unidos en el golfo de México hasta las islas del Caribe, Yucatán, Centroamérica y las costas mexicanas y centroamericanas del océano Pacífico.
En tanto proyecto geopolítico, el control militar del territorio, incluido el Istmo, el Canal, las costas atlánticas y pacíficas hasta Colombia y toda la extensión del golfo de México y el mar Caribe, considerado desde siempre por Estados Unidos como su "Mare Nostrum", es vital en la nueva configuración militar de poderes en la escena mundial. El viejo sueño militar de cerrar en Panamá y en Alaska la American Fortress ahora se extiende más allá con el Plan Colombia. Para materializar ese sueño Estados Unidos necesita tener como aliado a México y terminar con la "anomalía" de Cuba.
México siempre se pensó a sí mismo como la frontera y la barrera protectora de América Latina frente al expansionismo de Estados Unidos. Desde Salinas y el TLC, el poder mexicano se ha movido más y más hacia una alianza estratégica, incluso militar, con Estados Unidos y va siendo visto más y más como una primera línea de avance sobre Latinoamérica, como el socio menor de Estados Unidos (un papel que muchas veces los gobiernos de Brasil y de Argentina disputaron entre sí). En este sentido, la geopolítica del gobierno de Fox promete ser una continuación agudizada de la de Carlos Salinas y su opaco sucesor, el doctor Ernesto Zedillo. Está por verse en qué momento esos poderes se pasarán de esa raya que no se puede pasar en la nación mexicana.
7. Prueba de fuego del nuevo poder es, por supuesto, la rebelión indígena, el EZLN y la situación en Chiapas. Ernesto Zedillo fracasó y tanto en la elección nacional como en la elección de gobernador en el estado de Chiapas, puede decirse que perdió su terca guerra privada contra el zapatismo. Ya van dos presidentes derrotados por el pequeño e imaginativo ejército de los indígenas zapatistas. El antagonismo de Fox con el zapatismo está claro. Lo que aún no está claro es cuál será su política. Pero este tema, vasto e importante, también escapa a los límites de este escrito.
8. El paisaje de los partidos políticos está en proceso de reconfiguración. Un partido político nacional se define ante todo en relación con el Estado y con el poder existente, tanto el poder político como el económico. Desmantelado el régimen de partido del Estado, los tres grandes partidos están ante una redifinición de su programa, sus perpectivas y sus propuestas, pero sobre todo lo están el PRD y el PRI.
Esta redefinición tomará un tiempo, pues reina por ahora el desconcierto frente a lo nuevo, la sorpresa ante lo inesperado y la atracción hacia los juegos y las alianzas dentro de los círculos del poder -en el Congreso, por ejemplo- antes que hacia la organización de los muchísimos millones que están totalmente excluidos de ese círculo mágico.
9. La modernización conservadora se nos presenta con algunos de estos rasgos visibles inmediatos. Vicente Fox afirma que ha "contratado" un gabinete con valores empresariales. La realidad mostrará pronto que un oficio es la política y otro la empresa y que la tarea de un gobierno es ser político.
Este es uno de los límites del nuevo gobierno en donde sus ideas conservadoras toparán con las demandas de un país que quiere las conquistas de la modernidad (y por eso votó mayoritariamente contra el régimen del PRI), pero no quiere los estragos de la desregulación capitalista, la apropiación privada de los bienes que pertenecen al patrimonio común de la nación -el subsuelo, las aguas, las costas, la biodiversidad, el aire, la vida misma de los mexicanos y mexicanas- y la recaída en el conservadurismo moral y la cerrazón cultural y espiritual de la alta jerarquía de la Iglesia católica.
Sin embargo, en el nuevo desamparo con que los planes de los modernos conservadores amenazan a la gran mayoría de los mexicanos pobres -es decir, a la mayoría de los habitantes del país-, si una fuerza política y cultural nacional no ocupa audazmente el espacio de demandas y exigencias con que el pueblo tratará de responder a esos planes, pueden ser esa Iglesia y sus espejos políticos quienes intenten cubrir esos espacios, como lo ha hecho en otros países.
Pues en un mundo de pobreza y desesperación donde esas exigencias no encuentran eco en una izquierda política desconcertada, una institución material y espiritualmente poderosa como la Iglesia tiene muchas cosas para intentar, para atreverse y para hacer, mientras los modernos conservadores y sus patrocinadores financieros consuman el despojo de nuestro patrimonio común y nuestras vidas.
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Conferencia en el David Rockfeller Center for Latin American Studies, Harvard University. 6 diciembre 2000.