JUEVES Ť 11 Ť ENERO Ť 2001
Orlando Delgado
Diferentes perspectivas
Mientras los analistas financieros del mundo entero debatían sobre las características del "aterrizaje" de la economía estadunidense, Alan Greenspan decidió intervenir; la evolución de las principales variables reales y monetarias permitían apreciar que la reducción del ritmo de crecimiento del producto podía convertirse rápidamente en una contracción, lo que lo llevó a reducir medio punto la tasa de interés. La respuesta de los agentes en el mercado accionario fue inmediata: el Dow Jones y el Nasdaq se elevaron significativamente; por supuesto, los indicadores de la producción manufacturera, del consumo y del incremento del empleo no se alteraron, pero la señal de que la Reserva Federal (Fed) estaba dispuesta a actuar con rapidez para evitar una depresión fue captada en todas partes.
Para México, la evolución próxima de la economía estadunidense es fundamental: más de 80 por ciento de nuestras exportaciones se dirigen precisamente a Estados Unidos, de modo que una desaceleración o, más grave aún, una contracción reducirá severamente la demanda de productos mexicanos y maquilados en nuestro país; además, el sector exportador ha sido el más dinámico de la economía, tanto en términos de producto como en la creación de empleo, por lo que una reducción en su ritmo de crecimiento repercutirá negativamente en toda la economía.
Por su parte, la evolución probable del mercado del crudo reducirá los ingresos que percibimos, ya sea porque nos incluyamos en la reducción de la oferta o bien por la disminución de los precios.
Estos signos muestran que el crecimiento previsto está en riesgo y, en consecuencia, las metas planteadas para el resto de las variables macroeconómicas también están en cuestión. La respuesta de los equivalentes mexicanos de la Fed, los economistas del Banco de México, está contenida en el Programa Monetario para el 2001, en el que, según reseña El Financiero (10/1/01), se establecen los tres propósitos centrales: mantener la flotación cambiaria, inflación no mayor a 6.5 por ciento este año, y converger a una inflación de 3 por ciento en el 2003. El planteo responde directamente a uno de los riesgos próximos: enfrentar las presiones sobre el tipo de cambio, pero olvida el riesgo mayor: un crecimiento del producto menor al esperado que se planteó en 4.5 y que se espera de entre 3.5 y 4 por ciento, con los impactos obvios sobre la creación de nuevos puestos de trabajo.
Los analistas financieros y los consultores económicos en nuestro país debaten la magnitud de la reducción del gasto público frente a precios del petróleo menores a los previstos (18 dólares el barril), ya que nadie duda que Hacienda actuará en línea con el Banco de México (Banxico). El consenso del "mercado" es que la meta central del paquete de política económica es una inflación de 6.5 por ciento y a su cumplimiento tendrán que subordinarse todas las otras variables; se piensa que, sin embargo, lograrla será muy difícil, ya que el dato de cierre del 2000, pese a ser menor a la meta, muestra un aumento de un poco más tres décimas en los últimos tres meses: de 8.60 a 8.96 por ciento, pero lo que más impacta a nuestros banqueros centrales es que las expectativas no son consistentes con la meta propuesta para este año.
Las expectativas de los agentes resultan, en consecuencia, básicas para determinar las acciones del banco central y de la autoridad hacendaria, en tanto que las expectativas de los trabajadores frente al cambio de gobierno carecen de importancia; poco interesa que las reducciones en las remuneraciones reales hayan alcanzado niveles alarmantes, lo importante es que los empresarios, los consultores y analistas encuestados por Banxico, los articulistas de los principales medios impresos conservadores, piensen que este año la inflación terminará en 7.3 por ciento.
A estos hacedores de opinión económica hay que convencerles, con base a sucesivos cortos y a recortes en el gasto público; en cambio, a los verdaderos hacedores de la riqueza del país hay que decirles que con la disciplina fiscal no se juega, por lo que el incremento de 2 pesos 40 centavos a los salarios mínimos es, ése sí, consistente con la meta de inflación. Así las cosas, para bajar la inflación se reducirán otra vez los salarios y aumentarán las tasas de interés. Para el gobierno hay clases sociales que requieren un trato diferente; frente a situaciones críticas, como antes: castigo a los asalariados y respeto a los adinerados.