DOMINGO Ť 7 Ť ENERO Ť 2001
 
DISQUERO
 
Pablo Espinosa
 
Una música-madre

TAJ  MAHAL EL SEÑOR HEN-ry St. Claire Fredericks habría de pa- sar a la historia por una sencilla razón: ser uno de los arquitectos fundacionales de la contemporaneidad de una música-madre: el blues, para lo cual adoptó como nombre artístico el de una de las maravillas de la creación humana: el mausoleo indomusulmán de la época mongola construido en honor de la señora Muntaz Mahal. Hijo de un músico de jazz y de una cantante de góspel, el maestro Taj Mahal es referencia obligada de la cultura rock, una de las hijas dilectas del blues. La visita a México de Taj Mahal, hace algunos ayeres, es a su vez efemérides capital de una etapa dorada que está a punto de renacer, pues el caballero (Raúl) De la Rosa volverá a organizar los festivales de blues que otrora trajeron a México a prácticamente la totalidad de los grandes maestros del blues. Una buena manera de ir calentando tímpanos, motores y lo que suene, es degustar el compacto de reciente aparición: Taj Mahal. Best of the Private Years (BMG), que reúne en 13 tracks la etapa áurea que vivió Mahal con la disquera del título. Entre otras linduras, el corte 11 incluye un solo de kazoo, ese instrumento de día de reyes magos y en la siguiente pieza retruena, zumba y suena la voz de la señora Etta James. Bluuus.

 

Una música con mucha madre 


SAFE AS  MILKOTRA JOYA discográfica acaba de aparecer en los estantes: Safe as Milk, de su eminencia Captain Beefheart and his Magic Band (Budda Records/ BMG) cuyos puntos en contacto con el disco de aquí arriba son harto apetecibles: el autor firma también con su seudónimo, en este caso el verdadero nombre de Captain Beefheart es Don Vliet, quien luego añadiría el Don, para más tarde llamarse Capitán Corazón de Bife. En el track 7, el artesano Taj Mahal toma el control de las percusiones. Arreglos y guitarreo hipnotizante corren a cargo, en tanto, del señor Ry Cooder, también otrora colaborador estrecho del señor Mahal. Ambos álbumes contienen el Santo Grial del Blues escanciado en zumo de sonidos. Más datos para documentar el hipnotismo: el señor Don Bliet fue algo así como el Paul McCartney de, pongámonos de pie, Maese Frank Zappa; ambos formaron dúo dinámico y creativo en sus respectivos despegues artísticos. Todo este disco, que en su tiempo fue censurado por su contenido, no en textos ni imágenes sino en meros sonidos, tachados de "peligrosos y nocivos", es una verdadera maravilla. A partir del track 13 el alucinamiento deviene éxtasis. He aquí el summun de la cultura rock.