EL SEÑOR HEN-ry St. Claire Fredericks habría
de pa- sar a la historia por una sencilla razón: ser uno de los
arquitectos fundacionales de la contemporaneidad de una música-madre:
el blues, para lo cual adoptó como nombre artístico el de
una de las maravillas de la creación humana: el mausoleo indomusulmán
de la época mongola construido en honor de la señora Muntaz
Mahal. Hijo de un músico de jazz y de una cantante de góspel,
el maestro Taj Mahal es referencia obligada de la cultura rock, una de
las hijas dilectas del blues. La visita a México de Taj Mahal, hace
algunos ayeres, es a su vez efemérides capital de una etapa dorada
que está a punto de renacer, pues el caballero (Raúl) De
la Rosa volverá a organizar los festivales de blues que otrora trajeron
a México a prácticamente la totalidad de los grandes maestros
del blues. Una buena manera de ir calentando tímpanos, motores y
lo que suene, es degustar el compacto de reciente aparición: Taj
Mahal. Best of the Private Years (BMG), que reúne en 13 tracks
la etapa áurea que vivió Mahal con la disquera del título.
Entre otras linduras, el corte 11 incluye un solo de kazoo, ese instrumento
de día de reyes magos y en la siguiente pieza retruena, zumba y
suena la voz de la señora Etta James. Bluuus.
Una música con mucha madre
OTRA
JOYA discográfica acaba de aparecer en los estantes: Safe
as Milk, de su eminencia Captain Beefheart and his Magic Band (Budda
Records/ BMG) cuyos puntos en contacto con el disco de aquí arriba
son harto apetecibles: el autor firma también con su seudónimo,
en este caso el verdadero nombre de Captain Beefheart es Don Vliet, quien
luego añadiría el Don, para más tarde llamarse Capitán
Corazón de Bife. En el track 7, el artesano Taj Mahal toma el control
de las percusiones. Arreglos y guitarreo hipnotizante corren a cargo, en
tanto, del señor Ry Cooder, también otrora colaborador estrecho
del señor Mahal. Ambos álbumes contienen el Santo Grial del
Blues escanciado en zumo de sonidos. Más datos para documentar el
hipnotismo: el señor Don Bliet fue algo así como el Paul
McCartney de, pongámonos de pie, Maese Frank Zappa; ambos formaron
dúo dinámico y creativo en sus respectivos despegues artísticos.
Todo este disco, que en su tiempo fue censurado por su contenido, no en
textos ni imágenes sino en meros sonidos, tachados de "peligrosos
y nocivos", es una verdadera maravilla. A partir del track 13 el alucinamiento
deviene éxtasis. He aquí el summun de la cultura rock.