domingo Ť 7 Ť ENERO Ť 2001
Rolando Cordera Campos
Con la ley de vacaciones
Puede decirse que la truculencia legaloide es menor, porque sus soportes legales y constitucionales, de haberlos, son del todo frágiles, pero la crisis tabasqueña es algo más que un delirio tropical. Recoge, qué duda cabe, las insuficiencias jurídicas locales y federales que acosan el tránsito democrático, pero sobre todo nos habla de poderes arraigados y diseminados por todo México, que más que políticos son de la especie burocrático-empresarial, como algunas vez los llamara José Carreño.
Y es en esta manigua, la única que le dejó a Tabasco décadas de depredación de la selva en favor de la ganadería, así como largos años de corrosión ecológica producida por el auge petrolero salvaje, donde los ya no tan jóvenes turcos de la transición tendrán que librar otra batalla por una normalidad que no puede ya ser la de antaño, aunque tanto la extrañen tantos. Pero no hay por qué alarmarse de más: El tiempo y las condiciones harán lo necesario y lo más probable es que en una semana, después del 6 y del 10, todos se den el abrazo y reclamen la aclamación del respetable por su vocación unitaria.
Un gobernador interino (Priego), que puede incurrir en flagrante usurpación de poderes y al que la Constitución de su estado no parece darle ninguna posibilidad real de seguir dando conferencias desde la Casa de Gobierno; otro gobernador interino que "ya tenía" en sus manos el consenso del Congreso saliente, pero que lo rechazó, al propio gobernador Madrazo, su jefe y amigo, "independientemente de las razones jurídicas, por razones morales" (Enrique Méndez y René Alberto López, La Jornada, 04/01/01, p.5), pero que no rinde protesta porque quiere el consenso del naciente Congreso local; amigos y socios de la política que se abrazan...y se rechazan (Véase El Universal, fotos y crónica de Alejandro Torres y Roberto Barboza, 04/01/01, p.A6).
En fin, una larga y extensa trama de asociaciones, complicidades, empresas unidas en sociedad, padrinos y ahijados, pero siempre a partir de la riqueza y en torno del gobierno del PRI: este es el contexto demencial dentro del cual el secretario de Gobernación anuncia la preminencia del diálogo, bien acompañado por las y los dirigentes de los partidos en disputa, y la Presidencia de la República reitera que no se mete a donde no la llaman salvo que la "ingobernabilidad" (bendita pero constitucionalmente ausente palabra), "sea declarada" (LJ, ibid, p.4).
Este infausto y corrosivo negocio que se quiere hacer pasar como política y diálogo, sin embargo, tiene aún su tiempo, porque de nuevo, como en las llamadas concertacesiones del pasado, hechas también con el pretexto de afirmar una gobernabilidad de la que todavía no se hablaba con la emoción con que hoy se hace, la ley está de vacaciones. Veamos.
El tribunal electoral, que no causó pero que por sus formas y tiempos sí precipitó la crisis actual, dio por concluida su decisiva tarea en el caso, advirtiendo que sus implicaciones no eran más de su incumbencia, porque habrían pasado del ámbito electoral al del "derecho constitucional, de aspectos políticos" (Jesusa Cervantes, El Universal, ibid. P.A7).
En Tabasco no hay por dónde ni para dónde, aunque la soberanía siga vigilante, porque apenas se juntan los del diálogo se hacen gestos y les sale lo valiente, además de que no hay poderes ni procuradores. Por último, pero no menos grave, los legisladores federales decidieron que el presupuesto bien valía una misa adicional y pospusieron, sin más, el inicio de las reuniones de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, donde tendrían que ventilarse la solicitud de renuncia de Priego y una eventual desaparición de los poderes en Tabasco, donde, de cualquier forma, éstos parecen haberse ido a pescar al Grijalva.
Con la ley en santo receso, no hay más que esperar a que gracias a esta curiosa manera de entender y hacer la política y dialogar, los de las cúpulas encuentren los grandes cauces que nos eviten una inundación más desde el sureste. El 10 de enero, cuando se instale la Permanente, quizás nos den un buen día de Reyes, aunque postergado.