ENTRE TABASCO Y POTENCIA MEDIA
Es particularmente interesante apreciar cómo en estos
momentos dos aristas absolutamente complementarias en la política
nacional centran el debate y el análisis.
Por un lado, en Tabasco se vive un franco estado de ingobernabilidad,
cuya trascendencia se pretende disminuir haciéndolo ver como un
simple conflicto local. Por el otro, el gobierno federal, primero por voz
de su canciller, Jorge G. Castañeda, y luego por la del propio Presidente
de la República, nos anuncia la viable participación de México
en conflictos internacionales dentro del nuevo esquema de globalización
que, evidentemente, impulsa Estados Unidos.
Más allá de recurrir al oportuno refrán
de "candil de la calle y oscuridad de su casa", es necesario comprender
la situación real que se vive y el gobierno federal está
obligado a asumir responsabilidades que hasta ahora ha rehuido en el caso
de Tabasco, y a informar con todo detalle en qué consiste realmente
esta nueva faceta de la política exterior de México "nos
guste o no nos guste, así sea favorable o no", según palabras
del presidente Fox.
En el conflicto tabasqueño, el grupo parlamentario
priísta y el ex gobernador Roberto Madrazo han atropellado plenamente
la legalidad con el afán no de gobernar, sino de conservar un bastión
de poder en el escenario nacional por encima de cualquier legítimo
interés democrático de los tabasqueños. El conflicto
se ha dejado correr y el gobierno federal parece haberse atrincherado en
una equivocada interpretación del federalismo para no hacer uso
de las facultades legales que tiene para resolverlo.
En medio de esa complejidad, desconcierta que el secretario
de Gobernación, Santiago Creel, acepte que en estos momentos da
trato de gobernador a Enrique Priego --el del albazo del Congreso local
anterior--, lo que significa otorgarle un aval a esa imposición
ilegal, cuando, en contraparte, Fox ha insistido en que el gobierno federal
se mantendrá al margen.
Por otra parte, en su pretendida intervención en
conflictos internacionales, el gobierno mexicano parece querer no sólo
debilitar una política exterior histórica, sino acelerar
inoportunamente su participación en la esfera internacional, en
un intento de potenciar un liderazgo presuntamente legitimado por el cambio
democrático que ha ocurrido en el país.
No debemos festejar ni valorar más de lo debido
nuestra democracia. Tan nos falta avanzar en ella que por eso, precisamente,
se viven situaciones como la de Tabasco.
La democratización de un país es algo que
se construye, que se tiene que solidificar en todos los ámbitos.
Todos celebramos el resultado de las elecciones del 2 de julio porque,
por primera vez, se respetó el voto ciudadano, pero eso no es ninguna
garantía de que se haya cerrado el capítulo de la democracia.
Es un error querer asumir papeles en el entorno internacional que ni están
de acuerdo con nuestra realidad, ni van con nuestros principios.
Como ejemplo de esto, vale recordar cuando el ex presidente
argentino Carlos Saúl Menem, en el esplendor de su fantasía
económica, envió fuerzas a participar en la Guerra del Golfo
en 1991, y veamos ahora la situación de crisis que golpea al país
sudamericano. |