SABADO Ť 6 Ť ENERO Ť 2001
Juan Arturo Brennan
Efemérides del 2001
Como en ocasiones anteriores, la sequía musical absoluta de estos días me obliga a retomar la añeja costumbre de iniciar el año con una fugaz visión de las efemérides del 2001, acompañada de algunas reflexiones, pronósticos, deseos y especulaciones en la materia. De entrada, se hace casi obligatorio reflexionar en el hecho de que este año nuevo trae consigo (ahora sí, de verdad) un siglo y un milenio nuevos, lo que es estrictamente menos importante que los grandes cambios políticos e institucionales que ocurren a nuestro alrededor y que sin duda influirán en las políticas culturales y musicales de los tiempos por venir.
Así, no queda más que esperar, observar y preguntar: ƑHabrá una nueva ronda del juego de las sillas musicales en los podios de nuestras orquestas? ƑLa habrá en las instituciones de promoción musical y en las escuelas de música? ƑVienen tiempos de auténtica renovación en el quehacer musical de México, o estamos ante una época de posible estancamiento e incluso marcha atrás? ƑHabrá imaginación y actitudes propositivas en materia de difusión y programación musical, o tendremos más de lo mismo? ƑAlguna institución se atreverá, por ejemplo, a tomar la estafeta de la memorable temporada 2000 de la Filarmónica de la Ciudad de México, que dedicó todo el año anterior a la ejecución de música del siglo XX?
Las instancias de radio y la televisión que se presumen culturales y de servicio público, Ƒdedicarán los espacios necesarios y suficientes para la promoción de la música de concierto, especialmente la mexicana y la de nuestro tiempo? Me parece que las dudas sobre éstas y otras cuestiones comenzarán a despejarse en cuanto los ríspidos engranes del relevo institucional funcionen a su ritmo normal.
Mientras ello ocurre, sólo queda pronosticar lo obvio respecto de las pocas efemérides musicales que se avecinan. La más evidente es la del centenario luctuoso de Giuseppe Verdi (1813-1901), varias de cuyas óperas son indispensables caballitos de batalla en los teatros del mundo, aunque la calidad musical y escénica de algunas no lo justifique a plenitud. Sin duda, se celebrará mucho a Verdi, y ya se anuncian varias funciones dedicadas a su música. A este respecto cabría preguntarse si la Opera de Bellas Artes irá más allá de las Aídas, Rigolettos, Traviatas y Trovadores (y uno que otro Requiem) para programar algunas de las óperas menos manidas de Verdi, Ƒquién será el guapo que celebre este año a Verdi con sus Cuatro piezas sacras, su Cuarteto de cuerdas, sus canciones, su Te Deum o su Stabat Mater?
El mundo de la ópera celebrará también a Vincenzo Bellini (1801-1835), melodista incomparable, creador de Norma, una de las óperas más estables del repertorio. Al respecto, vale la misma pregunta hecha sobre Verdi y su repertorio: Ƒse recordará a Bellini sólo a través de Norma, o será posible acercarse a su Sonámbula, sus Puritanos, su Pirata, sus Capuletos y Montescos o su Beatriz de Tenda?
Una efemérides peligrosa es el centenario natal de Joaquín Rodrigo, muerto hace meses. Es fácil suponer, dado el prestigio engañoso de este ''compositor de una sola obra", que el año será abundante en las miemas interpretaciones anodinas del Concierto de Aranjuez, a cargo de los mismos guitarristas rutinarios, en las circunstancias de siempre. Este centenario debiera ser, en cambio, una auténtica oportunidad para explorar otras regiones del catálogo de Rodrigo para dilucidar, de una vez por todas, si la fama del Concierto.... tiene sustento real en el resto de su producción.
Concluyo estas digresiones con un deseo personal para Día de Reyes. Es sabido que Stanley Kubrick no fue intérprete ni compositor, tampoco el primer cineasta en utilizar música de concierto. Sin embargo, y sobre todo con el soberbio trabajo de musicalización de 2001: Odisea del espacio, Kubrick abrió ojos y oídos de muchos cinéfilos a una nueva forma de reinterpretar la música en un contexto cinematográfico. Ojalá que en este 2001 (al cual Kubrick no llegó) alguien halle una forma interesante de destacar la musicalidad de su filmografía, de manera menos chabacana que las repetitivas visitas al cine que la Sinfónica Nacional hizo hace algunos años.