Imprimir en el cuerpo un sello distintivo (tatuajes, perforaciones, adornos, escarificaciones, etcétera) no es una práctica ritual nueva. Las civilizaciones antiguas enfatizaban de este modo los rasgos de superioridad y nobleza de algunos de sus miembros. Algunas tribus rivalizaban entre sí mediante la mutua ostentación de estas señas distintivas. Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Las perforaciones, señal de marginación social en los años sesenta, se han vuelto una moda desprovista en buena parte del estigma que soportaron sus practicantes hasta hace apenas unos años. En su prólogo a Perforaciones corporales: ritos, tradición, moda y dolor, de Danny Yerna y Karem Martínez, señala Pacho, integrante del grupo de rock Maldita vecindad: "El piercing salió de la marginalidad, se generalizó como un arte alternativo subcultural del mainstream nacional e internacional; ha crecido su aceptación pública a la vez que han cambiado muchísimo las técnicas y los imaginarios que lo rodean."
La práctica de las perforaciones, sobre todo aquellas realizadas en el área genital, estimulan considerablemente la respuesta sexual y funcionan a su modo como afrodisíacos, pero cuando se realizan en condiciones precarias de higiene, o cuando se descuida su cuidado durante el largo periodo de cicatrización, pueden representar riesgos importantes para la salud.
Joyas que no son de la familia
Desde la década de los sesenta, y de modo especial,
a partir de la diseminación mundial del virus de la inmunodeficiencia
humana (VIH) en los ochenta, el uso de agujas e instrumentos punzocortantes
para la práctica de las perforaciones o para el tatuaje, se convirtió
en un procedimiento de alto riesgo. La certeza de contraer infecciones
mediante el intercambio de fluidos corporales (en este caso, la sangre,
el vector más peligroso), obligó a extremar las precauciones
y medidas de higiene en el momento de perforar o tatuar el cuerpo. Las
recomendaciones en curso son muy sencillas: es preciso asegurarse que el
instrumental para la perforación de los órganos elegidos
esté perfectamente esteri-
lizado, y que la argolla o la "joyería" colocada
se mantengan constantemente limpias hasta el momento de una cicatrización
completa. Deberá evitarse en el periodo de cicatrización
todo contacto con la sangre, el semen y la saliva, pues aunque esta última
no transmite necesariamente el VIH, sí es agente altamente infeccioso
en el caso de la hepatitis. En caso de tener un sistema inmunológico
debilitado, el proceso de cicatrización será más largo
y mayores los riesgos de infección.
Las perforaciones genitales no son obstáculos para las relaciones sexuales, aunque se recomienda un periodo de abstinencia durante el periodo de cicatrización que varía según el tipo de perforación practicada. Durante ese tiempo debe evitarse el contacto con fluidos corporales, ya que en la saliva y en las cavidades bucales están presentes numerosas bacterias y microorganismos infecciosos. Contrariamente al VIH, relativamente frágil y de vida muy corta a la intemperie, los virus de la hepatitis A, B y C pueden permanecer activos hasta varios días, por lo que se recomienda el uso del condón o de los parches de látex en todo contacto genital u oral durante el periodo de cicatrización. En la primera semana de la perforación genital, las heridas pueden sangrar debido a las fricciones. El uso del condón y de una joyería de dimensiones adecuadas disminuyen los riesgos de infección. Es preciso señalar que el metal implantado sólo daña al condón cuando presenta filos o aristas cortantes; una buena lubricación en la punta interior del condón le permite además una movilidad adecuada. Es preciso evitar que se forme en la extremidad del preservativo una bolsa de aire, con esto último se reducirá considerablemente la fricción y el riesgo de rotura del látex.
En la perforación genital, no es motivo de temor el contacto con la orina propia, pues ésta es estéril y contribuye además a mantener limpias las perforaciones.
Joyas de la excitación sensorial
Son múltiples las razones por las que una persona decide perforarse una región de su piel o de sus mucosas. La mayoría tiene que ver con un deseo de ornamentar el cuerpo y distinguirlo de otras fisonomías, aun cuando los patrones de perforación sean a menudo muy parecidos entre sí e instauren una nueva uniformidad (aretes, argollas en las tetillas, bolitas metálicas sobre la nariz o sobre una ceja). Existen sin embargo, otras perforaciones más secretas, potenciadoras del placer sexual, advertibles al desnudar el cuerpo o durante el escarceo íntimo de las parejas. Se ubican en la zona genital, en la membrana que recubre los testículos, a lo largo del glande, o en el orificio uretral como perenne gota metálica (los implantes tienen nombres pintorescos según su orientación y forma: Príncipe Alberto o anillo de vestir, dydoes, ampallangs, guiches), y también se practican en los labios de la vulva, sobre el clítoris, o por encima de esta membrana. Otro sitio privilegiado es la región llamada perineo, sitio de numerosas terminaciones nerviosas, entre los testículos y el ano --una zona altamente erógena, llamada por esta razón "autopista del placer". Su estímulo oral provoca reflejos inmediatos en la respuesta erótica y es pieza clave en un escarceo preliminar prolongado. Tal vez por ello haya alcanzado gran popularidad la perforación de la lengua con sus implantes fantasiosos que contribuyen a agudizar la recepción sensorial durante el sexo oral.
En ocasiones el juego sensual de estimulación mutua, el lamer o chupar una tetilla o un pezón perforado, o la lubricación de los cuerpos acompañada de continuos roces de la piel con la joyería sexual, puede ser una alternativa al sexo con penetración, alcanzando la pareja el orgasmo en condiciones de seguridad total.
El desarrollo de fantasías sexuales, incrementadas con las perforaciones genitales, contribuye también a desterrar la noción de que el sexo protegido es necesariamente algo sin imaginación y harto aburrido. La manipulación genital, la opción del sexo oral frente al sexo exclusivamente penetrativo, la exploración corporal, el hallazgo de zonas erógenas insospechadas, e incluso la colocación del condón, se vuelven de esta manera operaciones de refinamiento sensorial en un sexo más seguro, imaginativo y placentero.
Información tomada de
Perforaciones corporales: ritos, tradición moda y dolor, de Danny Yerna "Wakantanka" y Karem Martínez; ed. Jaime Flores, 2000. México. (www.wakantanka.com).
Daniel Wolfe, Men like us, The GMC Complete guide to gaymen's sexual, physical and emotional well-being, Ballantine Books, New York, 2000.
Rick Sowadsky, The Body, body piercings and the risk for HIV (www.thebody.com).