JUEVES Ť 4 Ť ENERO Ť 2001

Orlando Delgado

2001: un año difícil

Durante los últimos cuatro años, el desempeño de la economía estadunidense fue muy benéfico para nuestra economía: el crecimiento mexicano de 5.6 por ciento en esos años, se explica precisamente porque la expansión de nuestros vecinos alcanzó un promedio de 4.6 por ciento. Al mismo tiempo, particularmente en los dos últimos años, el precio del crudo significó ingresos adicionales importantes que contribuyeron a aliviar los problemas de la cuenta corriente, permitiendo que, además, el tipo de cambio sirviese para reducir el ritmo de crecimiento de los precios. El sector externo fue, en consecuencia, fundamental para alcanzar los resultados macroeconómicos que han permitido que el primer gobierno no priísta después del triunfo de la revolución, haya accedido al poder sin sobresaltos económicos.

Sin embargo, el primer año de gobierno enfrenta un panorama externo extraordinariamente complicado, cuyas características centrales son: en primer lugar, la economía mundial ofrece perspectivas poco alentadoras, con un crecimiento esperado de 2 por ciento; un segundo elemento, de mucho mayor impacto para nosotros, es el probable desempeño de la economía estadunidense, cuyo crecimiento se ubicará entre 1.5 y 2.6 por ciento, alrededor de la mitad del crecimiento observado en su larga expansión de 118 meses; otro asunto central será el precio del crudo, que se estima en 16 dólares el barril; finalmente, se esperan reducciones importantes en el mercado accionario de Estados Unidos, tanto por el típico comportamiento procíclico del Dow Jones, como por la caída del Nasdaq.

A estas dificultades externas tienen que sumarse las dificultades crecientes de la cuenta corriente; como se sabe, la elasticidad, producto de las importaciones mexicanas es mayor que la de las exportaciones, lo que significa que por cada punto porcentual que crece el PIB, crecen más de cuatro puntos las importaciones y poco más de tres las exportaciones. Si no hubiera habido precios del petróleo tan favorables, el déficit en la cuenta corriente hubiera alcanzado niveles alarmantes y, naturalmente, el tipo de cambio no se habría mantenido alrededor de 9.50 por dólar. El resultado básico, sin embargo, es que el producto ha crecido a tasas mayores a 5 por ciento y que en el 2000 el crecimiento económico será ligeramente superior a 7 por ciento; pese a esto, el empleo en el sector formal creció en menos de 900 mil puestos de trabajo, de los cuales más de la tercera parte son empleos eventuales.

Así las cosas, el anuncio de la Reserva Federal de que la economía estadunidense se aproxima a una desaceleración mayor a la esperada hace apenas un par de meses advierte que, dado que la evolución de nuestras exportaciones depende excesivamente del mercado americano, el sector externo se convertirá en un fuerte limitante para nuestro crecimiento. Las expectativas están cambiando rápidamente, tanto a nivel mundial como para México, lo que significa que 4.5 por ciento proyectado como crecimiento del PIB, puede resultar difícil de alcanzar; si a ello se agrega el crecimiento del déficit comercial y la presencia de presiones alcistas sobre el tipo de cambio, todo indica que la respuesta gubernamental será exactamente la misma que hubieran aplicado los Secretarios de Hacienda de los últimos 18 años: ajustes en el gasto público.

Estos ajustes impactarán inmediatamente la demanda agregada, ya que seguramente se acompañarán de incrementos en el corto que elevarán las ya de por sí altas tasas de interés, generando consecuencias que desalentarán el crecimiento; uno de los aspectos que se verán afectados en mayor medida, será la creación de nuevos puestos de trabajo. Con un crecimiento mayor a 7 por ciento, se crearon sólo dos terceras partes de los empleos necesarios, aceptando que los eventuales sean contabilizados como nuevos puestos de trabajo; si en el año que está apenas arrancando el crecimiento es de 4 por ciento, evidentemente los nuevos empleos no llegarán ni a 50 por ciento de los buscadores de empleo que se incorporan anualmente a la fuerza de trabajo.

La promesa foxista de crear un millón trescientos mil empleos anuales, se alejará dramáticamente, con consecuencias en el crecimiento de la economía informal; el año 2001 indudablemente será difícil: a estas dificultades habría que responderles acudiendo a medidas novedosas, como las ocurridas en Tabasco, y no conforme a la ortodoxia vigente en el diseño y manejo de política económica.