MIERCOLES Ť 3 Ť ENERO Ť 2001
Marcos Roitman Rosenmann
Que todo cambie para que todo siga igual
No todo cambio social supone un avance democrático. Sin embargo, desde la acción política contingente puede presentarse como una relación necesaria. Basta con vincular alternancia en el poder con proceso democrático. Incluso, se puede considerar una alternancia sin alternativa como principio constituyente de un futuro proceso democrático, sólo hay que marcar los tiempos. Primero que se vayan quienes gobiernan, luego ya veremos. Los motivos para desplegar este razonamiento vulgar pueden ser múltiples. Demasiada corrupción, autoritarismo, despotismo o simplemente cansancio político.
Airear la vida política. Abrir ventanas y dejar que entren nuevos aires. Respirar otra atmósfera. Sentirse liberados de un yugo que aplasta. Todas, metáforas que no hacen sino desvirtuar el sentido de lo político y de las luchas democráticas.
Favorecer una argumentación sin más fundamento que palabra implica negar el carácter y el sentido de los proyectos políticos de quienes, en la alternancia, tomarán la dirección del gobierno. Desconocer estos hechos puede traer nefastas consecuencias. Sobre todo si con tal de que se produzca la ansiada alternancia se disocia el proyecto de cambio social de una acción limitada. Así, por ejemplo, para los alemanes que votaron al partido nazi, su triunfo fue un avance democrático. Para los austriacos que votan a un partido político cuyo proyecto es xenófobo y racista también expresa un avance democrático. En Italia votar Berlusconi también representa otro posible avance democrático. La lista puede ser ampliada. En América Latina tenemos buenos ejemplos. Igualmente, en España, con tal de echar a los socialistas del gobierno, sin duda salpicados de corrupción, terrorismo de Estado, fraude, tráfico de influencias y otras variedades de despotismo y abuso de poder, el Partido Popular no dudó en utilizar el argumento de (( vayanse ((. Pero la Izquierda Unida y otras organizaciones de izquierda o llamadas progresistas no abandonaros sus programas para apoyar al Partido Popular, cuyo proyecto político-económico y social ha generado más miseria, mayor desigualdad, haciendo crecer los índices de explotación amén de las diferencias entre ricos y pobres. Cabe hacerse ahora la siguiente pregunta. ƑPuede un demócrata, en cualquier parte del mundo, llamar a votar en contra de sus propios principios, es decir, favorecer una acción de gobierno liberal fundada en la economía de mercado y cuyo resultado sería una disminución de los espacios democráticos? La respuesta es rápida: Creo que no.
Resulta peligroso desligar el proceso de elección del sentido democrático de un proyecto político. No se puede obviar ser de izquierda y votar derecha. Sus defensores expresan posturas acomodaticias y un pragmatismo nada democrático. Me pregunto si bajo estas tesis se pueden defender el principio ético de la palabra y la conciencia social.
No sé si el sentido común, capacidad de juzgar lo evidente, puede aceptar un razonamiento cuyo principio parte de no atacar las políticas económicas y sociales que definen la acción de los gobiernos. ƑEntonces para que voto? En esta dinámica se pierde el norte, y con ello se magnifica la acción utilitaria de votar por el que más posibilidades tiene de quitar al molesto partido que gobierna, no importa que sea mas retrógrado, más conservador y, desde luego, menos democrático. Así, termino confundiendo mi objetivo con el de quien gana las elecciones y tiene el poder. Confundir la crítica con la argumentación no sólo es peligroso, sino una falta de rigor intelectual. ƑTontos útiles?
Que todo cambie para que todo siga igual. Esta afirmación cobra relevancia hoy en día. Sobre todo cuando analizamos los cambios que ofrecen los nuevos gobernantes. Cambiar nombres a los ministerios, reorganizar la función pública bajo otra nomenclatura, retocar los uniformes del personal militar, pintar los coches de policía de otro color, son algunas de las prácticas del cambio democrático. Tareas de maquillaje. Así, se puede presentar la privatización como un Aneutral@ proceso de liberalización, como si ello no tuviese nada que ver con la desarticulación de los servicios sociales públicos. Travestismo político más que cambio democrático. Sobre todo si las políticas se orientan bajo un proyecto conservador de corte neoligárquico.
Un ejemplo de este travestismo puede ayudar a comprender lo dicho. Hoy, el nuevo plan escolar del Ministerio de Educación en España recoge el tiempo de recreo entre hora de clase como segmento lúdico. En la estación de ferrocarril de Madrid, las máquinas expendedoras de tabaco, bebidas y otros artículos de consumo están en un sitio cuya denominación es: zona de avituallamiento rápido. No hay problema. Aprenda los nuevos códigos y forme parte de un mundo feliz.
Ah, se me olvidaba, bajo esta pérdida de identidad política, la lucha democrática tampoco guarda relación con enfrentarse a un gobierno neoliberal cuyo programa es continuar acrecentando la brecha entre ricos y pobres , mas allá del maquillaje y la demagogia. Ahora tenemos claro el sentido de este cambio considerado democrático. Se trata de que todo cambie para que todo siga igual. Los pobres con los pobres y los ricos con los ricos. Los explotadores con los explotadores y los explotados con el voto útil, por los siglos de los siglos.