MARTES Ť 2 Ť ENERO Ť 2001

Año Nuevo con Paquita en su barrio


ƑMe estás oyendo, inútil?


JAVIER GONZALEZ RUBIO IRIBARREN

paquita- La sopa era una crema de elote aguada y le faltaba sal; había un spaghetti casero sin la menor gracia, una ensalada de manzana y una carne en salsa extraña. Al diez para las doce nadie tenía uvas, y el respetable las pidió a coro. Los meseros se dieron prisa y dos minutos antes de las últimas campanadas del siglo XX ahí estaban sobre la mesa, aunque nadie, a menos que se las agandallara, alcanzó las doce, así que la tradición se conformó con pedir dos deseos por cada uva porque la media fueron seis por persona. Pero nada de eso hizo mella en el ánimo de quienes abarrotaban el lugar; a fin de cuentas, la cena era sólo un buen pretexto para recibir al nuevo milenio escuchando a Paquita la del Barrio que, como siempre, satisfizo a la concurrencia y la hizo gritar y reír poniendo a los hombres como lazo de cochino, pero eso sí, con mucha clase, aun delante de sus hijos porque también había niños; era, ante todo, una cena familiar.

En la muy noble y muy leal colonia Guerrero, devenida en barrio bravo después del esplendor porfiriano que perdió con la Revolución, a un costado del mercado Martínez de la Torre, en la calle que rinde homenaje a Francisco Zarco, todas las noches, desde hace 15 años, Paquita la del Barrio defiende el concepto nacional de la dignidad femenina y los maltratados, letra tras letra, acaban siendo ellos, al fin masoquistas, quienes disfrutan de las zarandeadas musicales, mucho más ingeniosas éstas que las que viven en su cotidianidad.

Paquita lleva un vestido blanco con pedrería, pero más pedrería, de la buena, a kilatazos de brillantes, luce en sus manos, las cuales mueve sin aspavientos, mientras canta con su medida sobriedad y el entrecejo fruncido, un gesto de amedrentamiento más que suficiente.

Antes que ella canta Marcos Ramsés, el único, el inimitable imitador de José José, El Príncipe de la Canción de los hombres rastreros. Una a una, de su buena voz echada pa'delante con exceso por falta de educación, surgen las canciones de los enamorados indignos: El triste, Gavilán o paloma, Ya lo pasado, pasado, ah qué diferencia con el repertorio de Paquita y con su grito de guerra que celebran hombres y mujeres: "šMe estás oyendo, inútilš".

La guapa embajadora Sandra Fuentes se echa una bailada antes de la cena. La excelente actriz Patricia Reyes Spíndola, la reina de la noche, baila el único rocanrol de la jornada. Y ya empezado el milenio aparece Paquita, y nada mejor para arrancar que Diciembre me gustó pa' que te vayas. Después vendrán, por la petición insistente del público (en su mayoría propio del barrio, vestido con desenfado salvo una que otra que consideró que la noche ameritaba una elegancia propia de fiesta de 15 años), las canciones predilectas: Cheque en blanco y Tres engaños: el primero por quién sabe qué, el segundo por capricho y el tercero por placer, y aquello se vuelve el acabose, pa'que veas que no sólo tú, cabrón. šMe estás oyendo, inútil! Y los celebrantes también la escucharán pedirle disculpas al perro por compararlo con el amante desgraciado o retarlo a que se atasque ahora que hay lodo. Pero también lo entrón de las mujeres sirve, en la voz de Paquita, para pedir a las claras y sin pudor que les hagan proposiciones indecorosas, y los hombres celebran el estímulo.

Dos periodistas españoles celebran las letras con tequila Don Julio, demostrando que aquí como allá es proverbial su garganta.

Paquita no se deja explotar y ante la infaltable petición de otra, otra, sólo canta una más para luego pasarse a la parte de abajo, donde empezó todo antes de que se volviera un mito de nuestra ciudad. Las mesas de arriba se comienzan a vaciar mientras unas cuantas parejas no quieren hacerle el feo al grupo que toca para bailar. Pero todo ha terminado. Paquita la del Barrio, la diva de la Guerrero y de otros países, cumplió una vez más su misión reivindicadora.