MARTES Ť 2 Ť ENERO Ť 2001
Ť La mayoría de los estudiantes prefiere cursar una carrera de "riqueza y fama"
Crisis en la formación de campos científico y humanístico, aseguran investigadores
Ť Sólo 2% de la población escolar está en el área de ciencias naturales y exactas: ANUIES
KARINA AVILES
En muy poco tiempo, en México no habrá historiadores que construyan nuestra memoria nacional ni filósofos que analicen quiénes somos y hacia dónde vamos, ni matemáticos que deduzcan cantidades, magnitudes y propiedades desconocidas.
"El no tener un sistema de reproducción de la planta de investigadores en disciplinas de la más alta prioridad nacional, como las ciencias básicas y las humanidades, puede llegar a ser catastrófico", prevé el especialista en políticas de la educación superior, Roberto Rodríguez, al advertir una "profunda crisis" en la formación de campos científico y humanístico.
La reducción de los recursos a las universidades públicas -en cuyas instalaciones se enseña casi la totalidad de las carreras en ciencias y humanidades-, la promoción del Estado, del sector empresarial y de los propios medios de comunicación de las carreras supuestamente "de éxito económico", así como el fomento de una "imagen negativa del que se dedica al pensamiento", y el hecho de que desde la primaria los alumnos carezcan de una orientación vocacional hacia las ciencias y humanidades, han creado una atmósfera en la que hoy la mayoría de los alumnos cursa una carrera de presunta "riqueza y fama".
Así, todos quieren ser contador público, administrador, ingeniero industrial, en sistemas computacionales y licenciado en derecho. Por ello, no es de sorprender que en este país, con 100 millones de habitantes, apenas haya 51 alumnos de ciencias de la cultura, 101 estudiantes de ciencias humanas, 237 que van para arqueólogos y 571 para licenciados en literatura.
Tres mil 92 pretenden ser filósofos y 4 mil 517 estudian historia, por citar algunos ejemplos. Pero los hay de menos: sólo 19 personas, que bien cabrían en un salón pequeño, estudian ciencias marítimas, 38 quieren ser biólogos ecólogos, 36 estudian biología pesquera, 99 ciencias atmosféricas y 118 ingeniería en matemáticas, de acuerdo con los últimos datos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES).
"Un país maquilador"
Para el premio Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos 2000, Guillermo Moisés Hurtado, distinguido por sus investigaciones en humanidades, debe ser una prioridad preservar y defender el conocimiento humanístico y científico.
Si no se fomentan las ciencias "nos condenarán a ser un país maquilador. O más bien, tendríamos que seguir armando productos". Y si no se cultivan las humanidades, se corre "el peligro de que se debilite nuestra gran tradición cultural, de que se pierda parte de lo que somos, nuestra historia, nuestra filosofía, áreas que permiten la crítica y la reflexión profunda", destaca.
Entre muchas de sus enseñanzas, la maestra emérita de la UNAM, Helena Beristáin, sostiene que "las humanidades son el fundamento de las ciencias exactas, si deseamos que la investigación científica rinda frutos que no destruyan el planeta, que no alimenten la violencia, la guerra, el neocolonialismo depredador. El cultivo de las humanidades es lo único capaz de repercutir en el animal humano que somos, haciéndonos más humanos y menos animales".
Sin embargo, el Estado ha desalentado la formación en dichas disciplinas y con ello abrió paso a una "crisis" que se refleja en la "disminución alarmante" del número de alumnos que estudian alguna carrera científica o humanística, cuyo destino profesional es el académico, sostiene el investigador Roberto Rodríguez, del Centro de Est udios sobre la Universidad (Cesu) de la máxima casa de estudios.
Datos de la ANUIES confirman lo anterior. Mientras 50 por ciento de la matrícula nacional a nivel licenciatura se concentra en el área administrativa y de ciencias sociales, y 32.5 por ciento en el área de ingeniería y tecnología, en contraste sólo 2 por ciento de la población escolar está en una carrera del área de ciencias naturales y exactas y únicamente 3.9 por ciento en una disciplina del área de las humanidades y la educación.
El área administrativa y de ciencias sociales concentra las tres carreras con mayor demanda a nivel nacional: derecho, con 12 por ciento del total de la matrícula; contador público, con 10.3 por ciento, y licenciado en administración con 10.2 por ciento de la población escolar.
Fenómeno continuo
La "crisis" en la formación humanística y científica es un "fenómeno" que no es nuevo; sin embargo, continúa profundizándose. Algunos especialistas señalan que se inició en los años 80, a la par de la aplicación de la política neoliberal en México. Otros indican que comenzó a finales de los 60, en el periodo diazordacista, cuando el Estado vio como un enemigo potencial del sistema priísta a la capacidad crítica que se genera en los espacios universitarios.
De cualquier forma, coinciden en que se trata de un fenómeno que no puede entenderse desde una sola perspectiva, porque en él intervienen varios factores. Uno de ellos se relaciona directamente con que las universidades públicas no han tenido un crecimiento como el que sí han registrado las privadas y los institutos tecnológicos, en donde las humanidades y las ciencias -en la mayoría de ellos- no son una prioridad por razones de "mercado".
La política neoliberal ha reducido los recursos a las universidades públicas y, por otro, ha canalizado apoyos a "ciertas áreas para fomentar investigación de punta. Es decir, con una mano quita y con la otra da", explica Guillermo Moisés.
Desde los años 80 se observa una disminución del gasto federal en educación superior e investigación. En 1989 el nivel superior y la investigación representaban 17.4 por ciento del gasto federal educativo. Para 1999, ambas áreas significaron 15.9 por ciento, según datos del libro Educación superior siglo XXI, líneas estratégicas de desarrollo, editado por la ANUIES.
Roberto Rodríguez subraya que si los estudiantes rechazan las carreras de los campos humanístico y científico es porque desde la educación básica no son alentados por sus profesores para interesarse en esas áreas.
En el fondo de todo hay una política educativa "miope", para la cual hoy se ha establecido una estrategia consistente en asegurar a la "comunidad científica y en cierto modo a las humanidades, pero no así sus posibilidades de reproducción y de continuidad", sostiene.
Para ello, se han "apoyado mejor" instituciones externas a las universidades, como los centros SEP-Conacyt, que "concentran formación de posgrado, pero no dan enseñanza a nivel licenciatura", agrega.
Así, este proyecto que no prevé la renovación de cuadros de investigación científica y humanística comienza ya a cobrar sus primeros estragos: el promedio de edad de los investigadores mexicanos a nivel nacional está entre los 40 y 50 años; es decir, "se acercan a la línea teórica de la jubilación" y los que vienen atrás "seguramente serán muy pocos".
Otro de los problemas tiene que ver con la asignación de recursos. Rodríguez advierte que el presupuesto a facultades va en relación directa con sus tamaños. "A mayor número de alumnos y profesores, más recursos". Lo anterior da como resultado que las ciencias básicas y las humanidades resulten menos favorecidas, por tener menos estudiantes.
Ejemplo de lo anterior es la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en donde un viejo deterioro recorre sus pasillos, aulas y talleres. Paredes cuyo color amarillento sale a relucir por más remozadas que estén; salones con cortinas viejas, rotas y desprendidas; salas de teatro con equipos obsoletos.
Por ello, Rodríguez afirma que "el modelo perdedor en el sentido de estar fuera de la gracia del Estado es el de la gran universidad pública que hace las tres funciones: investigación, docencia y difusión de la cultura.