DOMINGO 31 DE DICIEMBRE DE 2000
 
Ť Son tan importantes como el aspecto ambiental, corroboran

Los genes, decisivos en la conformación del carácter

Ť Podrían ser manipulados en breve, se prevé en el libro Así nacemos

Mónica Mateos-Vega

A un paso del siglo XXI, el debate en torno al origen de la personalidad humana promete aterrizar en terrenos antes soñados sólo por la ciencia ficción.

Los actuales estudios de biología molecular corroboran y subrayan los vínculos entre genes y personalidad, es decir, no se encuentra muy lejos el día en que los médicos identifiquen plenamente, e incluso manipulen, por ejemplo, la información bioquímica que propicia la depresión o la homosexualidad.

NACEMOSTal es la tesis que explica en su libro Así nacemos (Editorial Taurus) el periodista estadunidense William Wright, el cual tiene como columna vertebral un estudio acerca de gemelos que realizó la Universidad de Minnesota.

Los resultados de esa investigación sorprendieron a propios y extraños, señala el escritor, ya que se demostró cómo nuestra composición genética es un factor tan importante o más para tener en cuenta, a la par que las cuestiones "ambientales", en la conformación de la forma de ser del individuo.

Wright describe cómo han evolucionado las creencias acerca de las enfermedades mentales y las ideas sobre la mente y el cuerpo como entidades distintas, algo que ya apuntó Hipócrates siglos atrás.

En este sentido, se habla de las debatidas y serias consecuencias morales que se han originado al notarse que el alcoholismo, la drogadicción y la violencia son actitudes determinadas por la herencia genética.

"Los científicos ya están prediciendo que, puesto que se ha precisado y comprendido la base genética de varias formas de adicción, depresión y aberración sexual, los que lo deseen podrían disponer un día de reajustes nucleicos", escribe el periodista, autor de la novela The Von Bulow Affair (1983).

El autor explica la tesis de los genetistas, la cual defiende "que no somos páginas en blanco que llegamos a este mundo para que la sociedad y nuestro entorno cultural y familiar escriba en ellas lo que quieran. Tampoco somos páginas escritas, codificadas con un código genético que el Proyecto Genoma Humano ha descifrado ya. Somos, simplemente, un borrador, y en nuestra innata libertad de elección, nuestra inteligencia hará que seamos de una forma u otra." 

Entre las reflexiones a las que invita la lectura de Así nacemos, destaca la que se deriva de la información que el escritor comparte con sus lectores: "Cuando leí en artículo de Chandler Burr The Biology of Homosexuality en el Atlantic Monthly y me enteré de los accidentes hormonales que ocurren en el útero y que al parecer causan feminidad en los hombres y masculinidad en las mujeres, mi hostilidad se evaporó. Ya no considero que las escandalosas queens constituyan una vergüenza para todos los homosexuales, sino más bien un grupo traicionado por la bioquímica que saca el mejor partido de lo que la genética les dio siendo divertidas (y con una apariencia fabulosa)".

Wright concluye: "A medida que más y más gente llegue a aceptar que los rasgos de la conducta tienen una base bioquímica, el resultado podría ser una mayor tolerancia hacia las flaquezas de los que nos rodean.

"Tal vez en la futura utopía del conocimiento genético, el que detesta a los gays reconocerá una base nucleica no sólo en la homosexualidad, sino en su propia repugnancia hacia ella. Esta percepción, a su vez, podría disminuir la cháchara sobre las leyes de Dios y la Naturaleza."