DOMINGO 31 DE DICIEMBRE DE 2000

Antonio Gershenson

Los precios de la energía en el siglo que empieza

Los precios del gas natural han subido mucho. Si ya en México el aumento ha sido a más del cuádruple, como la causa de esto es el "amarrar" los precios a los de Estados Unidos, el incremento será mayor cuando se reflejen las nuevas alzas que se viven hoy en el vecino país, en que los precios de marzo del año pasado ya se multiplican por seis, en los grandes centros de distribución. El crudo está en la parte baja de su nuevo ciclo, el cual apunta a un precio promedio para la mezcla mexicana de exportación, de unos 24 o 25 dólares en plazos un poco más largos, en comparación con los 8.26 de febrero del año pasado. Hoy, que terminan un siglo y un milenio, parece una fecha apropiada para asomarnos al largo plazo.

Normalmente, las previsiones de largo plazo en el sector de la energía se refieren a unos 25 años, y de ese periodo vamos a hablar.

Los altos precios del petróleo, y sobre todo del gas natural, han disparado una especie de nueva "fiebre del oro negro", y de ese oro sin color que es el gas natural. Las nuevas zonas más significativas son de dos tipos. Una es la marcha al Océano ártico, desde Canadá, desde Siberia y desde algunas partes de Europa. Los costos son muy elevados, especialmente en el caso del gas. Hay que llevar todos los equipos, personal y lo necesario para su subsistencia, a zonas inhóspitas y mal comunicadas. Hay que perforar bajo el fondo del mar, pero además a menudo rompiendo primero el hielo. Los gasoductos que se quieren hacer tendrán que ser muy largos, y por todo el camino se requieren compresoras, que consumen gas natural, para mantener la presión del mismo. Sin embargo, los altos precios hacen atractiva esa exploración y su futuro desarrollo.

El otro caso significativo es el de la perforación en aguas profundas. El caso más conocido para nosotros es el del Golfo de México, especialmente a partir de las negociaciones y tratado para el aprovechamiento de una de las "donas" en la frontera marítima entre ambos países. Pero en este último país se ha perforado en aguas profundas no fronterizas desde hace años. Es la única zona de esa nación cuya producción aumenta. Con todo, ese aumento no alcanza a evitar que la producción conjunta de ese país siga en su declinación final.

Se perfora para explorar yacimientos, también, en aguas profundas frente a partes de Africa, Australia y otros lugares. Pero esta perforación también es cara. De por sí el pasar de profundidades hasta de 200 metros, con plataformas ancladas autoelevables, a las que las tienen hasta de 600 metros, con plataformas semisumergibles, implica que se eleven los costos al triple. Para perforar a 2 mil o 3 mil metros de profundidad del agua, los costos son mucho mayores, pero los tiempos también. Es común que un equipo pueda perforar sólo un pozo al año.

Cuando estos procesos de exploración culminen en la extracción de petróleo y gas, este aumento en la oferta tenderá a abatir los precios. También el crecimiento más lento en la demanda, entre otras razones por los mismos altos precios, tenderá a lo mismo.

Pero para que el petróleo y el gas de esas zonas lleguen al mercado, pasarán años. Mientras, los precios seguirán oscilando en niveles comparables a los actuales, no a los de hace dos o más años. Pero aun cuando venga la baja, los altos costos de la nueva producción se van a reflejar en el precio. Por ejemplo, el oleoducto de Alaska, que entró en operación hace 23 años, implicó agregar al precio del crudo 5 dólares por barril. Y ya el año pasado ese ducto, que llegó a transportar 2 millones de barriles diarios de crudo, llevó sólo la mitad de esa cantidad.

Este panorama de precios del petróleo y el gas, fuentes de la mayor parte de la energía consumida en el mundo, llevará a una mayor atención a las fuentes alternas de generación, que no dependen directamente de estos precios. Aunque ese predominio se va a conservar durante un buen tiempo, la atención a la diversificación será creciente, y el trabajo hacia el dominio y la aplicación de nuevas tecnologías, como el uso del hidrógeno directamente, y en celdas de combustible que generan directamente la electricidad, se incrementarán de manera notoria. Estas fuentes, además, son las que evitan que siga la generación de tantas emisiones contaminantes. Además de la contaminación local, las enormes emisiones de gases de efecto de invernadero han empezado ya a alterar el clima del planeta y a hacerlo más inestable. México no debe quedar al margen de este cambio.