DOMINGO 31 DE DICIEMBRE DE 2000
Rolando Cordera Campos
ƑPobreza en Progresa?
En un reportaje publicado en Mural (26/12/00), Wilbert Torre pone otro dedo en la llaga de la conciencia nacional sobre la pobreza que aqueja a la sociedad. Sabemos poco de nosotros mismos, sobre todo ahora que los cambios de todo tipo nos han puesto en un tobogán interminable de duda e incertidumbre. Pero poca duda cabe hoy, de que si algún mal nos aqueja como colectividad que se pretende moderna y abierta al mundo, ése es el de una terrible desigualdad que se presenta como pobreza extensa y profunda de las masas.
Según el trabajo del reportero de Reforma, entre los varios ejercicios realizados para evaluar el Progresa, programa afamado en el mundo de la pobretología internacional e institucional, hubo uno destinado a seguir el paso torpe hacia la degradación de unos pobres que deberían ser cubiertos por el programa pero que se mantuvieron aislados de sus beneficios para servir de "grupo de control" que permitiese escudriñar los maleficios de la carencia extrema no aliviada por los bienes y los dones que el mencionado esfuerzo público les transfiere a cada vez más mexicanos, que son detectados por el foco bienhechor de los expertos como víctimas de la pobreza absoluta.
Sin duda, es conveniente saber más y mejor sobre lo que ocurre con las personas, hogares y comunidades que mal viven en la pobreza. Una vez que se ha convenido en ver a ésta como un fenómeno complejo, que resume múltiples inconveniencias para tener una vida digamos normal, el paso siguiente es abordar la cuestión de ese mismo modo complejo, para dar lugar a decisiones de política que puedan aspirar a la eficacia terminal y no sólo a servir de placebo social. Qué ocurre con quienes carecen de todo o casi todo, y qué puede ocurrir con aquellos que empiezan a recibir ayuda, a incrementar su ingreso o mejorar su salud o sus capacidades de aprendizaje, gracias a los programas públicos, es un conocimiento estratégico que debe redundar en mejores formas de apoyar a las comunidades en desventaja social, y que hoy forman legiones a lo largo del país.
Sin embargo, la nota estrujante de Torre nos habla de otros senderos seguidos por la investigación de marras, que deben ser aclarados plenamente. De no ocurrir esto, de mantenerse como rutina de la evaluación oficial, esta práctica denunciada por Mural nos volverá ejemplares, pero ante el mundo de las curiosidades morbosas del continente de las infamias científicas, que las ha habido y habrá pero que no tenemos por qué frecuentar, mucho menos condenar so pretexto de la eficiencia pública.
La precisión del rayo láser de la focalización se ha impuesto en nuestro medio debido a la falta de recursos y a una memoria un tanto desteñida respecto de lo que en el pasado se hizo en materia de acción social desde el Estado. No darle a quienes no lo requieren, postulado elemental de la justicia social, se volvió ahora, en estos tiempos de penuria y exigencia, una consigna que reza que sólo hay que darles a quienes son calificados como verdaderos y auténticos pobres. De este foco inclemente salen muchos que en otras condiciones y bajo otros criterios deberían ser incluidos, pero eso es otro asunto, por ahora, que se ha decidido ignorar a pesar de las advertencias hechas repetidamente sobre los efectos nefastos de equivocarse en esta materia.
Lo grave del caso que se comenta es que eso de aislar a grupos de pobres para usarlos como "control", pone a la investigación social pública y con fines de política en el rumbo de una grotesca entomología, en la cual todos corremos el riesgo de volvernos y vernos como hormigas. Esto es llevar la amnesia demasiado lejos, para volvernos merecedores de un lamentable reconocimiento de parte de los lamentables aficionados a la ingeniería social.
Ojalá y pronto tengamos la explicación a fondo de lo ocurrido. No deberíamos correr más riesgos y pasar de la pobreza social a la miseria moral y mental.