SABADO 30 DE DICIEMBRE DE 2000

Bernardo Barranco V.

2000, año de zigzagueos para la Iglesia

El balance del año 2000, desde el punto de vista de las Iglesias, está marcado por la dimensión política más que por la religiosa o la espiritual. Sin duda, el proceso electoral desnudó posturas políticas e ideológicas entre los actores religiosos. El efecto del 2 de julio también arrojó reacomodos y tomas de posición de las instituciones religiosas, no sólo de las Iglesias ante el actual gobierno sino entre ellas mismas. Particularmente la Iglesia católica vivió uno de los periodos más intensos, con niveles abiertos y subterráneos de enfrentamiento interno. En 2000 tuvo tres nuncios, hecho poco usual en la práctica de la Iglesia, lo cual refleja que los jaloneos repercutieron a la esfera central del Vaticano y, al revés, que la recia disputa por la sucesión pontifical sobredeterminó la atmósfera eclesiástica mexicana en un año político agitado.

El año 2000 fue de vaivenes para la Iglesia católica. En enero, los sectores progresistas no sólo lamentaban la salida de don Samuel Ruiz, renuncia aceptada con gusto por la curia romana, sino por la remoción de Raúl Vera a Torreón por disposición del Papa. Sin reponerse aún del drástico giro impuesto por Roma, se anuncia en febrero la promoción-remoción del nuncio Justo Mullor, quien había sido un contrapeso importante entre los cardenales y la institucionalidad de la CEM, especialmente de la presidencia; también fue de todos conocido que el entonces nuncio no sólo rompió con las posturas priístas de su antecesor Prigione, sino marcó una clara distancia con el sistema de entramados oficiales de poder. Su apoyo a Ruiz y Chiapas irritó particularmente al presidente Ernesto Zedillo. Con Mullor fuera de la jugada se genera una fuerte corriente de opinión contra el aparente grupo ganador, encabezado por el cardenal Norberto Rivera. Líderes de opinión, intelectuales, políticos y comunicadores reprochan los excesos del llamado Club de Roma, expresión periodística que sintetiza la actuación agresiva de un puñado pequeño de obispos apoyados no sólo por los poderosos Legionarios de Cristo, sino por la Secretaría de Estado vaticana, para conducir los destinos de la Iglesia. El Club de Roma se convierte en expresión popular que caricaturiza a los prelados, cuya guía de acción parece ser más la búsqueda de poder y representación que posturas evangélicas y, peor aún, dicho grupo se identifica en los malos hábitos de la vieja cultura política. El obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, personificó las posiciones más burdas del club, que fueron desde encarnar al "capellán del PRI" hasta el oportunismo extremo de colarse entre las filas foxistas, ofreciendo nulificaciones matrimoniales. Este obispo fue repudiado por el conjunto episcopal, que le impuso silencio, siendo presidente de la Comisión de Comunicación Social de la CEM, y fue técnicamente revocado del cargo.

En marzo, en plenas campañas electorales, los obispos dan a conocer el documento Del Encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos. El texto toma distancia crítica del sistema político construido por el PRI; los prelados advierten ahí que rechazan cualquier intento de fraude electoral y saludan con cierto entusiasmo los tiempos de alternancia política. El pequeño grupo de obispos, apoyados por la Secretaría de Estado, trata de evitar la difusión del mismo, argumentando que provocaría tanto al gobierno como al partido en el poder y, sobre todo, lo delicado del momento electoral recomendaba postergar su publicación. Sin embargo, después de nueve redacciones, el texto tiene un efecto refrescante en el ambiente político y es usado, por supuesto, por el equipo de campaña de Vicente Fox. Aquí se produce una fractura, digamos normal, al interior de la cúpula episcopal; la mayoría se inclina por Fox, mientras que el club, fiel a la doctrina de su maestro Prigione, apuesta con poca discreción por Francisco Labastida Ochoa. Mientras el "decálogo" de Fox constituye una oferta convincente a la Iglesia católica, Labastida desaprovecha, según especialistas liberales, afirmar la tradición laica del Estado mexicano. Mientras el lobbie de Fox se centra en las estructuras de la CEM y en la nunciatura de Mullor, Labastida confía su estrategia en el cardenal Rivera, quien en mayo es reforzado por la presencia del nuevo nuncio, Leonardo Sandri. La presencia católica, durante la intensa coyuntura electoral, suma dos acontecimientos provocadores que construyen un mayo neocristero: la canonización de 27 mártires de la guerra religiosa del 26-29 y la salida al Zócalo de casi 50 mil fieles durante el segundo Congreso Eucarístico, hecho que no se producía desde 1924.

El resultado del 2 de julio trajo como consecuencias inmediatas importantes reacomodos en el seno del Episcopado. La precipitada salida de Leonardo Sandri, en septiembre, a la Secretaría de Estado, fue la solución más mesurada a que pudo recurrir el Vaticano, ya que el nuncio quedó en una posición incómoda al coquetear finalmente por la opción priísta e, incluso, suspender su encuentro con Fox en vísperas de la jornada electoral. En noviembre, en el pleno de la conferencia de la CEM, se realizan las elecciones para presidente que resultaron contundentes y aplastantes a favor de Luis Morales. Muchos auguraron que la suerte del club sería la misma que la del PRI; sin embargo, la designación de Santiago Creel Miranda como titular de Gobernación ofrece un giro inesperado a la bamboleante atmósfera eclesial. Al parecer, Creel opta por la reconciliación del gobierno foxista con el cardenal. Nombra subsecretario de Asuntos Religiosos al priísta Javier Moctezuma Barragán, católico liberal, uno de los asesores jurídicos de la arquidiócesis, es decir, persona cercana al cardenal Rivera. Ante tal opción, dos hipótesis complementarias explican el hecho. Primera, durante la campaña por el DF, Santiago Creel recibe apoyos de la arquidiócesis y establece alianzas con sectores de los Legionarios; segunda, el club le vende a Fox que va en serio la nominación de Norberto Rivera para la sucesión apostólica en Roma y que, por tanto, por el bien de México, es deseable mayor entendimiento, cercanía y colaboración. ƑSe imagina usted a un Papa mexicano distanciado del primer presidente católico del siglo XXI?

Ciertos excesos en las manifestaciones religiosas, tanto del Presidente como de parte de su actual gabinete, han puesto en "alerta" los sentimientos laicistas y han reactivado nuevos jacobinismos de actores políticos que súbitamentente rencuentran en Juárez el antídoto frente al exhibicionismo católico y guadalupano de Fox. En el fondo, aquí visualizan un punto vulnerable del foxismo y, si no, examinemos los sucesos de agosto de este año, cuando un importante sector secular de la sociedad mexicana obliga a los diputados panistas y al gobierno de Guanajuato a dar marcha atrás en la intención de penalizar el aborto. Probablemente los reacomodos eclesiásticos seguirán y dependerán no del desempeño del gobierno, sino de la inminente sucesión pontifical. Dicho de otra manera, los giros, bamboleos y vaivenes seguirán durante 2001.