VIERNES 29 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Víctor M. Quintana S. Ť
La agricultura mexicana desde San Cristóbal
Discursos prometedores, construidos sobre medias verdades, y realidades decepcionantes. Eso es hasta ahora el bosquejo de la política agropecuaria de Vicente Fox.
Como la semana del ahorcado, el lunes comienza la gestión foxista en agricultura. En el proyecto de presupuesto de egresos para el 2001 el sector agropecuario se lleva 26 mil 973 millones de pesos. En términos reales 4.6 por ciento menor que en el 2000, es el más bajo de los últimos 25 años. Durante el zedillato, los recursos destinados al sector promediaron un 3.9 por ciento del gasto programable; lo propuesto ahora por los dos agroempresarios guanajuatenses, Fox y Usabiaga, apenas promedia 2.9 por ciento del gasto. La ANEC y otras organizaciones de productores exigen un incremento de cuando menos un 50 por ciento a lo originalmente previsto.
El diagnóstico oficial vuelve a reconocer que "el campo está muy deteriorado y abandonado"; que cuatro de cada cinco campesinos son pobres; que el promedio de escolaridad en el medio rural es de tres años, cuando el del país en general es de 10; que el ingreso principal de las familias no es la agricultura, sino las remesas de los migrantes.
Datos nada nuevos, muy compartidos por todos. Pero de las causas sólo se maneja una: la del minifundio. Análisis superficial lleno de lugares comunes, como hecho desde la casa grande de San Cristóbal. Y para rematar, la infaltable frase lapidaria del presidente, aunque luego se rompa en guijarros : "La agricultura ha sido un barril sin fondo, ningún otro sector ha recibido más recursos"...Ƒy el rescate bancario?
Las estrategias foxistas hacia el campo se agrupan en cinco líneas: abordar el desarrollo rural de manera integral, incluyendo actividades agropecuarias, silvícolas, turísticas, de artesanía, incluso de maquila en pequeñas y medianas empresas; establecer cadenas productivas desde la siembra hasta el consumidor final; descentralizar recursos y planeación en las entidades federativas; planear con visión de largo plazo y mejorar el acceso de los habitantes del medio rural a educación, capacitación, salud y vivienda.
Se han propuesto también reformas específicas que parecen válidas, como la concentración de los organismos financieros de desarrollo en uno solo, o que la Secretaría de Agricultura controle los cupos de importación y los aranceles; establecer un sistema de planeación, descentralizado en entidades federativas para seleccionar los cultivos más rentables y competitivos y apoyarlos.
Algo bueno de inicio puede quedarse a medio camino. Se anunció que Procampo mantendrá actualizado su valor, y que a los temporaleros de hasta cinco hectáreas se les dará al principio de ciclo sin necesidad de comprobación o inspección de siembra por la superficie registrada. Esto solucionará el problema del intermediarismo de los bancos privados, que con "los adelantos del Procampo" cercenan hasta 30 por ciento a productores.
Hay, sin embargo, tres grandes ausencias en el planteamiento foxista: la primera es el concepto de deterioro de los términos de intercambio del sector, que asciende casi a 50 por ciento tan sólo en los años de vigencia del TLCAN. Los campesinos explican su pobreza con más clarividencia que los escogidos por los headhunters: "cómo vamos a salir de pobres si lo que producimos vale cada vez menos, y lo que tenemos que comprar para producir y sobrevivir vale cada vez más". La agricultura no ha sido el barril sin fondo, sino el tambo de donde todos sacan agua sin pagarla.
La segunda ausencia es el concepto de agricultura campesina. Si los campesinos han resistido, si siguen brindando alimentos básicos a la mayoría de los mexicanos, si mantienen nuestra gran riqueza en biodiversidad, es precisamente porque son campesinos y no empresarios. Con todas las adversidades que implica ser agricultor en nuestra tierra, ya no habría empresarios en ella. La mentalidad empresarial como panacea es un recurso retórico de mecha corta para el actual régimen.
La tercera ausencia es el concepto de autosuficiencia alimentaria. Los administradores del nuevo gobierno no acaban de darse cuenta que los países prósperos que tanto admiran fincan bien su fortaleza económica produciendo ellos mismos sus alimentos básicos. Construir una economía fuerte dependiendo en lo que comemos de otros países no es un barril sin fondo, sino un árbol sin raíces.