MIERCOLES 27 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Bela Gold exhibe dibujos y collages, entre otros, en el Museo de la Estampa
El libro de la memoria, mirada al holocausto
Miryam Audiffred Ť Hay artistas que se atreven a nombrar lo inombrable y Bela Gold está entre ellos. Nacida en Argentina y residente en el país desde hace dos décadas, tiene años dirigiendo su mirada a los estragos del holocausto para crear dibujos, serigrafías, collages, pinturas y ahora grabados que prohíben el olvido.
Es fundamental, asevera, asumir una postura social. ''Para cualquier creador es inmoral mantenerse al margen de la realidad", asegura. Por eso, las 70 piezas que integran El libro de la memoria -exposición que se presenta en el Museo Nacional de la Estampa- son una llamada de atención, una muestra irrevocable del desastre que el hombre es capaz de provocar. Dos años de trabajo continuo fueron necesarios para crear esta exhibición que obliga a la mirada a volcarse arqueóloga entre vestigios de palabras, cartas postales, periódicos y numerosos documentos reproducidos con técnicas como el fotohuecograbado, el intaglio, el aguafuerte y la puntaseca. Se trata de testimonios recuperados en distintos museos o a través de los descendientes de aquellos hombres y mujeres víctimas del genocidio racista. Bela Gold supo despertar estos recuerdos y plasmarlos en tonos verdes y ocres sin caer en lugares comunes.
En sus palabras, cada una de las obras que conforman esta exposición es una condena a la xenofobia pues -añade- ''mi compromiso es ir en contra de la humillación y el maltrato a las minorías". Para lograrlo, juega con símbolos universales vigentes como las etiquetas de equipaje de los que fueron trasladados a los ghettos como paso previo a su destino en los campos de concentración.
Homenaje para resignificar
Creada con apoyo de la Universidad Autónoma Metropolitana y el Consejo Comunitario Ashkenazi, la muestra incorpora los libros de la muerte o Totenbücher -que son un inventario detallado de enfermedades y ejecuciones- y presenta tres libros-objeto que, con cien páginas cada uno, reúnen dibujos alusivos.
De acuerdo con la crítica de arte Rita Eder, en el trabajo de Bela Gold ''tiene un lugar la impronta de las placas de cobre y la controlada oxidación que apenas se derrama sobre el papel... El color siempre mitigado o suprimido forma parte integral de ese homenaje que se propone resignificar".
La tragedia asoma de cada una de las placas, como si la artista estuviera destinada a desnudar la malignidad humana, a mostrar el grito ahogado en su dolor. Así lo enuncia el crítico Carlos Blas Galindo en el catálogo: ''Mediante tratamientos temáticos profundos, respetuosos, dolientes, precisos y de una entereza ejemplar, la autora les confiere a sus obras una función que es tanto artística como extra-artística al testimoniar el genocidio y honrar a las víctimas de la barbarie sin que esto signifique, por supuesto, abstenerse de señalar a los criminales y a sus cómplices... Es decir que, con sus estampas y sus placas, pretende inquietar a los públicos y suscitar la reflexión".