MIERCOLES 27 DE DICIEMBRE DE 2000
 
Ť Dos víctimas de las dictaduras recuerdan un pasado atroz

Bebés robados, entregados como perritos a militares

Ť Asesinatos, torturas y desapariciones, en los años 70 en Chile y Argentina

Stella Calloni CORRESPONSAL/I

Buenos Aires, 26 de diciembre.

Ambos traen al encuentro con La Jornada fotografías, algunas amarillentas, otras reproducidas de periódicos. Ernesto Lejderman, la de sus padres, ejecutados en Chile en 1973 --la madre en su presencia-- cuando él tenía sólo dos años y medio, y Fernando Navarro Roa, chileno, quien acaricia el rostro en sepia de su hermano, José Liborio Poblete y su cuñada Gertrudis Hlaczik, argentina, de-saparecidos por la dictadura militar aquí en 1979.

Pero en sus manos también está la foto de un bebé, que ahora es Claudia Poblete Hlaczik, secuestrada con sus padres ese 28 de noviembre de 1978, cuando tenía sólo ocho meses.

Ťvs-argentina-marcha-hijos-En febrero pasado después de una larga búsqueda, la familia Po-blete logró finalmente encontrar a Claudia, quien estaba en manos de un ex coronel del ejército y su esposa, a quienes fue entregada dos días después del secuestro.

Mientras Ernesto ha comenzado una querella criminal en Chile contra el ex dictador Augusto Pi-nochet y otros seis militares responsables del asesinato de sus pa-dres, para Fernando Navarro Roa éste ha sido un año de recuperación y de justicia.

Su sobrina Claudia, de 23 años de edad, ya conoce la verdad y recientemente un juez determinó la prisión de dos de los principales inculpados en el secuestro, tortura y desaparición de Hlaczik y Po-blete: el ex suboficial de la Policía Federal Julio Simón, alias Turco Julián, como lo conocieron sus numerosas víctimas, y Juan An-tonio del Cerro, Colores.

Las leyes malditas

Hace poco en un programa de te-levisión, Colores no sólo habló sobre las torturas, sino que también se refirió a los niños robados en cautiverio: "No los podíamos tener en el regimiento y los dábamos a familias de militares por un tiempo. Después, como cuando a usted le regalan un perrito, las fa-milias se encantaban".

Ambos, como los otros responsables que actuaban en el centro de detención clandestino El Olimpo, habían sido beneficiados por las leyes de punto final y obediencia debida de 1987, conocidas po-pularmente como "malditas".

José Liborio Poblete conoció a Gertrudis cuando estaba en un centro de rehabilitación de Buenos Aires, a donde llegó desde Chile en 1973, tres años después de que un tren le cortara las piernas cuando tenía 16 años. Su fa-milia --la madre y seis hermanos-- llegó a Buenos Aires en di-ciembre de 1975.

"Cuando mi hermano se accidentó en Chile, en 1970, era presidente del centro de alumnos de la comuna de San Miguel y dirigente de la Federación de Estudiantes Revolucionarios, ligado al Movimiento de Izquierda Revolucionario en Santiago. Luego del accidente se buscó un lugar para re-habilitarlo y así llegó a Buenos Aires", relata Fernando.

En el centro de rehabilitación, junto con otros compañeros forman el Frente de Lisiados Peronistas (FLP).

Fernando Navarro, quien lleva el apellido de su padrastro, re-cuerda con orgullo: "Mi hermano era una figura carismática, a pesar de su juventud y se integró de lle-no a esa lucha para lograr una ley --se dice que es la primera en América-- que exigía a los em-presarios que 5 por ciento de su oferta de trabajo fuera para los discapacitados, que en ese mo-mento eran un millón".

El FLP se ligó a la organización Montoneros y a Cristianos para la Liberación. En octubre de 1976, es secuestrada una joven discapacitada, Claudia Inés Grumberg (desaparecida), y a partir de ese momento sus compañeros viven en la semiclandestinidad.

José ya había conocido a Gertrudis, quien a raíz del plagio de Claudia se fue de su casa y empezaron a vivir juntos. Cuando nació la niña, la llamaron Claudia, en homenaje a Grumberg.

"Como éramos muchos, nosotros los ayudábamos en sus actividades, participábamos en acciones de propaganda, o enviábamos notas por correo convocando a resistir. En esos momentos fueron cayendo varios compañeros del grupo de lisiados, y muchos fueron desaparecidos. A Gertrudis la secuestraron con la nena de ocho meses, en noviembre de 1978, y a José el mismo día en otro lugar", recuerda Fernando.

Agrega: "Los llevaron al Olimpo. Nunca pudimos saber dónde estaban. Sólo una vez, un mes después del secuestro, Gertrudis se comunicó con su madre y quiso saber si le habían entregado a la niña, pero le cortaron el teléfono. Los testimonios de sobrevivientes permitieron reconstruir parte del infierno vivido por ellos y otros miles de víctimas en ese lugar bajo control de primer cuerpo de ejército a cargo del ex general Guillermo Suárez Mason".

"A José, entre otras torturas terribles, le sacaban la silla y le llamaban burlonamente 'cortito', mientras lo golpeaban, y a ella la vieron varias veces cuando la arrastraban de los cabellos desnuda y golpeándola por los pasillos", relata Fernando.

Desde allí los vieron partir en los traslados (desapariciones) a ambos. El 28 de enero de 1979 Gertrudis fue vista por última vez.

A fines de 1998 ya la organización Abuelas de Plaza de Mayo había logrado reunir datos suficientes; se inició la investigación del caso Poblete, y los testimonios permitieron la detención del Tur-co Julián y de Colores.

En 1999 luego de seguir diversas pistas para encontrar a Claudia, llegaron hasta el coronel Lan-da, ex agente del batallón 601 de inteligencia, quien reconoció ante el magistrado que efectivamente le habían entregado una niña que, según le dijo un médico militar, "estaba abandonada". Se hizo el ADN: era la niña Claudia Poblete.

"Cuando fuimos al juzgado donde a Claudia le notificaron la verdad y donde conoció a su familia biológica, habíamos to-mado la decisión de no presionarla. Todos reprimimos el deseo de abrazarla, para no violentarla. Sabíamos que muchos casos se complicaron por la acción de los medios, rompiendo vínculos y po-sibilidades. Fue para mí una señal importante cuando el juez le dijo que yo tenía fotografías de ella y de sus padres y que podía llevarlas si quería, y ella aceptó enseguida", dice Fernando.

Continúa: "Me surgió entonces decirle una frase de una canción de Silvio Rodríguez, para expresarle lo que sentía, algo así como que era el tiempo de los pequeños y que teníamos todo el tiempo del mundo para tratar de construir al-go. Lo que más me sorprende es que ella se siente Claudia Poblete, y está aceptando su origen con una gran dignidad. Lo importante es que ella supiera que estábamos ahí y que la amábamos".

Retorno al pasado

Claudia vive en su antigua casa con la esposa del ex coronel Landa, de más de 70 años, quien tiene una condena de prisión do-miciliaria, pero visita casi diariamente a su familia biológica. Le han dejado toda la libertad y así se va tejiendo un mundo de amores que renacen cada día.

Hace poco escribió una carta a su tío y amigo Fernando: "El sentimiento es fuerte pero es sólo eso, todavía no es un razonamiento, no tiene forma en palabras y por más que las busco se mueren ahí. Más esperanza que lo que hay en la confianza y en compartir no puedo transmitir. La verdad es que quisiera encontrar palabras para tantas cosas".

Pero existe un futuro esperanzador cuando dice que "esto recién comienza, y creo que empieza bien. Con toda la tristeza que hay involucrada igual quiero pensar en la ternura, la del pasado, la de ahora, no en la violencia, la del pasado ni en la de ahora. Quisiera ser capaz de más, por mis padres que fueron capaces de todo. Dice alguien por ahí que 'todo lo que el árbol tiene de florido viene de lo que tiene sepultado'. Una familia es como un árbol y con semejantes raíces nuestro árbol tiene un buen futuro asegurado".

Fernando tiene los ojos húmedos cuando termina de leer la carta y recuerda que cuando se llevaron a su hermano, éste era el único que sabía donde él vivía. "No dijo na-da; es cierto lo que dice Claudia: una familia es como un árbol".