Lunes en la Ciencia, 26 de diciembre del 2000
Rezago tecnológico y dependencia en telecomunicaciones
El reto de la tecnología satelital
Mirna Servín
Los primeros síntomas se presentaron a las 10:45 am del 27 de agosto de 2000. Fallas irreparables en el satélite Solidaridad I que afectaron principalmente servicios de transmisión radiofónica, televisiva, telefónica, imágenes utilizadas para programas de educación a distancia y otros tipos de comunicación inalámbrica.
Cuarenta y ocho horas después, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) anunciaron la pérdida total de uno de los cuatro satélites que operan bajo el auspicio de la empresa privada Satélites de México SA de CV (Satmex), sin que el aparato hubiera cumplido siquiera la mitad de los 14 años que era su vida esperada.
A partir de entonces, 250 millones de dólares -costo del satélite- quedaron flotando en el espacio. Sin embargo, esta misma cantidad representa ahora el cobro del seguro, el cual, de acuerdo con recientes anuncios de Lauro González, presidente y director de Satmex, se invertirá en la construcción del Satmex VI, que tendrá un costo de 300 millones de dólares y que se espera esté listo en el 2003.
La industria de los satélites requiere una cuantiosa inversión para su desarrollo, sin embargo, también reditúa millonarias ganancias y servicios. Sólo por mencionar un caso, en la página electrónica de Satmex (http://www.satmex.com) se especifica que en el segundo trimestre de este año se registraron ingresos totales por 33.9 millones de dólares. Además, al anunciar la sustitución del Solidaridad I, González dijo que se prevén ingresos anuales de alrededor de 134 millones de dólares.
Paradójicamente, aunque México es reconocido como un líder en el uso de tecnología satelital en Latinoamérica, la investigación y el desarrollo de tecnologías propias en este terreno han sufrido la falta de apoyo institucional y la discontinuidad gubernamental. Situaciones que han llevado a ignorar proyectos universitarios que tratan de incursionar en la carrera del espacio.
Las preguntas quedan en el aire: Ƒpor qué si adquirimos y usamos exitosamente tecnología de punta en telecomunicaciones y existen cuantiosos beneficios por la venta y uso de servicios, no se han generado políticas comprometidas con la investigación y trabajo nacional que impulsen el desarrollo -aunque sea experimental- de este tipo de tecnología? ƑDe quién es la tarea? ƑDel gobierno, la iniciativa privada, o los centros de investigación?
El contexto histórico muestra cómo el apoyo monetario inicial de los gobiernos, un aparato científico consolidado y luego el apoyo de la iniciativa privada, incide en la vertiginosa carrera espacial, cuando apenas hace 43 años, la entonces URSS lanzó el satélite Sputnik I, en 1957, y apenas un año después Estados Unidos envió el Explorer I.
Sorprendentemente, entre finales de los 50 y principios de los 60, México también inició el desarrollo de programas espaciales, particularmente con la elaboración de cohetes; sin embargo, "fueron proyectos que desaparecieron en coincidencia con los cambios de gobiernos", sostiene el doctor Gianfranco Bisiacchi, uno de los principales impulsores del desarrollo satelital y director del extinto Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial (PUIDE), durante el cual se fabricaron y lanzaron los satélites Unamsat A y B.
Hay dos razones por lo que esto sucede en México y en países de escasos recursos y baja tradición tecnológica, señala el especialista. "Una es la discontinuidad en la política gubernamental o institucional y la otra es que en general los esfuerzos tecnológicos que se hacen son más bien iniciativas individuales de gente de mucha voluntad, y por lo mismo están siempre prendidos de un hilo. Estos esfuerzos tienen que ser acompañados por una intención institucional y de un plan de desarrollo, lo que no sucede".
Las primeras señales
No es sino hasta 1968 que con motivo de los Juegos Olímpicos en México se inaugura en Tulancingo una estación para recibir y trasmitir imágenes satelitales. Entonces, empresas tan grandes como Telesistema Mexicano -posteriormente Televisa-, se interesan en la renta de señales de satélites de países que ya los proveían.
Así, el uso de las telecomunicaciones empezó a crecer y en 1982 el gobierno mexicano, adquiere el primer sistema de satélites -El Morelos I y II- a la empresa Hughes Space & Communication, el primero, con un costo de 92 millones de dólares.
Le siguen la puesta en marcha, en 1994, del Solidaridad I y II, con un costo aproximado de 250 millones de dólares cada uno y que sustituyen el funcionamiento del Morelos I.
En 1996 inicia el proceso de privatización del los tres satélites mexicanos que estaban bajo la propiedad de Telecomunicaciones de México (Telecomm) y se conforma la empresa Satmex, que fue creada inicialmente con participación estatal mayoritaria, para luego ser licitada a la iniciativa privada.
Ya constituida como tal, en 1998 la empresa puso en funcionamiento el Satmex V, unidad operada desde el centro de Control en Iztapalapa, al igual que los anteriores, y con un promedio de vida esperada de 15 años. Una vez más la tecnología es importada.
Paralelamente a la puesta en operación de los Morelos, se empieza a formar personal mexicano con la inquietud de desarrollar una tecnología espacial propia, subraya el doctor Bisiacchi , investigador de la UNAM.
"Desafortunadamente, la filosofía predominante en el país fue, sin ser privativa del área satelital, conseguir la tecnología de mano de quien ya la sabía hacer y la tenía lista".
Un satélite que no podía nacer
Esta es una historia de 10 años, que bien pudo concluir en uno solo. Y que hoy "representa la única luz encendida en cuanto a satélites se refiere", apunta Bisiacchi.
Pero esta luz casi se extingue frente a la desorganización institucional interna, falta de políticas de apoyo constantes y escasez presupuestal para concluir la construcción de un microsatélite -El Satex I-, de apenas 55 kilogramos de peso, cuyo propósito se define para actividades de investigación, como la obtención de imágenes del territorio mexicano.
La ganancia de realizar este proyecto, además de dar experiencia nacional en el desarrollo de esta tecnología, es el bajo costo de construcción del Satex I, que actualmente se estima en 600 mil dólares. Mientras que un satélites geoestacionario -con mayor capacidad para el uso de telecomunicaciones- puede costar hasta 600 millones de dólares.
Una historia de aberraciones y reveses que empezó a principios de los 90, cuando el ahora extinto Instituto Mexicano de Comunicaciones (IMC) lanzó una convocatoria a la comunidad científica para construir un microsatélite experimental.
Entre la primera iniciativa y la búsqueda de presupuestos, definición del trabajo y las necesidades de construcción, se llegó a 1993, cuenta el Ingeniero Javier Roch Soto, actual coordinador del proyecto Satex I, en el que ahora participan el Centro de Investigación Científica y de Estudios Superiores de Ensenada (CICESE), el Centro de Investigación en Matemáticas (Cimat) y la UNAM, encabezadas por el Instituto Politécnico Nacional (IPN).
A principios de 1994 empezó a fluir una parte de los recursos asignados al proyecto, pero no es sino a finales de ese año que se obtuvo el resto del presupuesto. Exactamente cuando sucedió el llamado "error de diciembre" y la estabilidad económica del país se desplomó.
No hubo presupuesto que alcanzara. Se paralizó la compra de equipo valuado en dólares y el proyecto se detuvo, cuenta el ingeniero Roch.
Los grupos de trabajo continuaron con sus proyectos para construir el Satex I hasta 1995. Entre peticiones y negociaciones, el año siguiente se consiguió una partida de Telecomm y otra por parte de la SCT.
Pero como historia sin fin, estos presupuestos se vienen abajo cuando el 9 agosto de 1996 se anuncia en el Diario Oficial de la Federación que la a Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) absorbe las funciones del IMC, y este último desaparece, suspendiéndose todo el apoyo y presupuesto que el instituto había designado al proyecto interinstitucional.
El proyecto queda a la deriva otra vez, pero en diciembre de 1997 la SCT, Telecomm, Cofetel y el IPN firman un convenio para el desarrollo tecnológico, en el cual se contempla terminar el Satex I. No obstante, aún con un presupuesto asignado, pasan tres años más sin una organización institucional interna clara que permitiera continuar el trabajo.
En el largo y sinuoso camino, instituciones como la Universidad Autónoma de Puebla e investigadores de otras instituciones optaron por emprender nuevos proyectos. En Octubre de 2000 empiezan a fluir nuevamente los recursos para dar paso al nacimiento del microsatélite, cuya construcción esta programada para finalizar el año siguiente.
"La realidad es que somos maquiladores o compramos tecnología del exterior y la reproducimos, pero el valor agregado que nosotros generamos es mínimo", advierte el ingeniero Roch.
Por otra parte, el ingeniero Esaú Vicente Vivas, responsable del proyecto Satex I por parte del Instituto de Ingeniería de la UNAM, apunta que el área satelital es un terreno fértil que aún no se explota en nuestro país, y que "tarde o temprano cuando se agoten nuestros recursos naturales, o cuando el petróleo sea desplazado por una fuente de energía renovable, no tendremos otra puerta de auxilio que no sea el desarrollo de tecnologías propias que nos permitan no sólo sobrevivir, sino competir ambiciosamente en los mercados internacionales, como ya lo hacen China, India, Brasil y como pronto lo harán Argentina y Chile".
Por lo pronto, Vicente Vivas subraya que el sentir de la comunidad académica se adhiere a la necesidad de elaborar un programa conjunto gobierno-industria-universidades, que persiga el desarrollo de tecnologías de telecomunicaciones -entre ellos los satélites de comunicaciones que son sumamente rentables- para su comercialización.
En el ámbito científico, advierte el investigador, "se tienen esperanzas de que este movimiento pueda ser encabezado por el gobierno de Fox, el cual se ve ávido de mostrar resultados partiendo de actitudes pragmáticas que no se vieron durante los sexenios priístas".
ƑEl fracaso mexicano?
Aunque actualmente el país cuenta con el servicio de sólo tres satélites "mexicanos" -mientras que en Estados Unidos y países Europeos se cuentan por cientos-, los investigadores nacionales han tomado diversas iniciativas para incidir en un terreno considerado por algunos como mera ficción o exclusivo de países desarrollados.
De esta manera, bajo la dirección de Gianfranco Bisiacchi en el PUIDE, en marzo de 1995 se lanzó el primer microsatélite mexicano, construido en la UNAM, el cual pesaba 10.7 kilos, con celdas solares y baterías como fuente de energía y cuyo costo del proyecto costo un poco más de 100 mil dólares.
Para el lanzamiento del UNAMSAT-A se logró la cooperación de la Universidad de Moscú; sin embargo, como el cohete no estaba diseñado para este tipo de operación, explotó en el aire antes de que el satélite fuera puesto en órbita.
Afortunadamente se contaba con una réplica para su uso en tierra como modelo operativo, el cual fue convertido en el UNAMSAT-B, que se lanzó en septiembre de 1996 de manera exitosa. Sin embargo, este microsatélite funcionó y trasmitió señales sólo durante 46 días.
"Lo que para muchos fue considerado un fracaso, para la investigación sentó el primer precedente para la construcción de un satélite propio. Por ejemplo, todas las piezas mecánicas fueron fabricadas en el Instituto de Física y en el Centro de Instrumentos de la UNAM y se capacitaron a muchos estudiantes", explica el responsable del proyecto.
Después del segundo lanzamiento, el financiamiento se detuvo, al igual que el avance logrado hasta ese momento. La UNAM fue pionera en este esfuerzo, recalca Bisiacchi.
"Entiendo que un gobierno -agrega el investigador-, sobre todo cuando tiene poco dinero, como hemos oído en la televisión ampliamente, tenga que definir prioridades. Lo que pasa es que en este momento no veo fijada ninguna prioridad con continuidad asegurada que le garantice a México un esfuerzo para ponerse a la punta en alguna área de la tecnología, ya no digamos la espacial, aunque sólo fuera una. No lo veo. Eso es lo grave".
Satélites vs zapatos
Una historia difícil de contar para los protagonistas, pero que probablemente sea una historia que se repite entre la comunidad de investigadores mexicanos que por iniciativa personal han tratado de impulsar el desarrollo de alguna área.
En 1998 el IPN recibió una invitación de España para participar en un proyecto internacional en materia de satélites. La mayor parte del financiamiento provenía de España, pero basándose en los acuerdos de la Comunidad Económica Europea se contemplaba la participación de otros países latinoamericanos para fomentar su desarrollo y promover la tecnología.
Los países participantes invitados fueron Argentina, Brasil y México, los cuales tenían que aportar una cantidad para el desarrollo. A nuestro país le fue solicitado el menor monto, sin embargo, no existían fondos para participar.
A los investigadores participantes se les ocurrió que podían conseguir los fondos en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), por lo que solicitaron una entrevista; la que al confirmarse fue tomada como un buen augurio. No obstante, durante la conversación los mandaron a hacer zapatos.
En concreto, la prioridad de ese momento para la institución encargada de asignar presupuesto se centraba en fortalecer la industria del calzado. Para la construcción y desarrollo de tecnología espacial, no había dinero. Por tanto, a los investigadores, expertos en el área satelital se les pidió traer proyectos sobre zapatos para garantizarles el financiamiento.
Así, el casi inexistente desarrollo de una tecnología satelital propia, sólo es un botón más entre las muchas historias que se podrían contar en el anecdotario de la lucha por conseguir recursos económicos. Mientras tanto, diversos proyectos de desarrollo científico y tecnológico que podrían representar nichos de oportunidad para el crecimiento del país siguen muriendo. Las flores del ataúd aún son productos de importación, que por falta de apoyo, no crecen en el territorio nacional.
* Procesan datos recibidos desde la Tierra y los renvían al mismo punto o uno distinto.
* Pueden complementar los datos con información general del espacio exterior.
* Generan información a partir de observaciones propias (clima, territorio, etcétera).
* Parte de ellos funcionan a partir de celdas solares, las cuales convierten los rayos solares en energía eléctrica.
* También funcionan a partir de turbogeneradores que transforman el calor solar y las reacciones termonucleares en energía.
* Contienen, por lo general, antenas parabólicas (capaces de trasmitir datos de comunicación), cámaras fotográficas y telescopios de gran potencia, telémetros para medir distancia y en algunas ocasiones instrumentos para desarrollar experimentos científicos.
* La distancia mínima a la cual deben ser colocados es de 100 millas, para que la fuerza de gravedad no actúe sobre ellos y caigan. Los satélites de órbita baja se colocan a 200 millas.
* Los satélites de órbita alta alcanzan más de 20 mil millas sobre la superficie terrestre.
* Los satélites son controlados desde estaciones terrenas que reciben su información y la procesan, asimismo, monitorean el comportamiento y órbita de los aparatos.
México, una historia aparte
Oct. 1968. México construye una estación terrena para recibir y trasmitir señales de los juegos olímpicos que se llevaban a cabo en nuestro país
1985. Lanzamiento de los satélites Morelos I y II
1990. Inicia la concepción para construir un mirosatélite experimental (Satex) en la que participan diversas instituciones de investigación de México.
1994. Se sustituyen los Morelos con el funcionamiento de los satélites Solidaridad I y II
1995. El Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial (PUIDE) de la UNAM, lanza el Unamsat-A, un microsatélite cúbico con un peso de 10 kilogramos, encargado de transmitir señales de radio y medir la velocidad con la que entran los meteoritos a la órbita terrestre, pero el satélite se perdió al estallar el cohete ruso en el que fue enviado.
1996. Se lanzó el Unamsat-B con la cooperación del Instituto Aeronáutico de Moscú. Fue puesto en órbita exitosamente, pero funcionó sólo durante 46 días.
1997. El Estado conserva momentáneamente 25 por ciento del sistema de satélites y pone en venta 75 por ciento, el cual es adquirido por Telefónica Autrey y Loral Space Communication.
1998. Se lanza el primer satélite comercial mexicano, bajo inversión privada: Satmex.
Ago. 2000. El satélite Solidaridad I es declarado "definitivamente inoperable", tras perder completamente la comunicación con la Tierra.
Oct. 2000. Se libera el presupuesto, tras 10 años de trabajo y suspenciones, para el inicio de la construcción del Satex. Esta vez, bajo la coordinación del IPN. Su término está programado para un lapso de seis meses.
Usos más comunes de la tecnología satelital
* Predicción de fenómenos climatológicos (tormentas y huracanes).
* Trasmisión de señales de radio y televisión.
* Envío inalámbrico de señales (telefonía celular, fotografías, teleconferencias).
* Localización y observación de puntos específicos sobre la Tierra (localización de unidades móviles y otros objetos).
* Observación astronómica.
* Experimentación científica.
* Usos militares.
* La cobertura en la región norte del continentea americano de Satmex 5 está dedicada 100 por ciento a Internet
* Aplicación idónea para la transmisión de contenidos de teledifusión o multicasting en vivo de multimedia, tales como video en tiempo real o gráficas animadas de computadoras; o para instalaciones corporativas, pequeñas oficinas de usuarios de PC.
* Servicio de sistemas de educación a distancia, para apoyar eficientemente la capacitación de forma constante y actualizada. Difundir clases, conferencias o sesiones de trabajo simultáneamente a uno o varios lugares es posible con la tecnología satelital. Información obtenida de: www.satemex.com