MARTES 26 DE DICIEMBRE DE 2000

Marco Rascón

La crisis de la izquierda también es un volcán

El pensamiento es energía, se acumula,
abre sus caminos, hace crisis y estalla.

Profunda tragedia nacional significa hoy la falta de una ideología nacional liberadora y democrática, con proyecto económico y social propio, frente al avance de la globalización que somete a México, lo integra saqueándolo y lo divide perversamente, creando una economía al servicio de Norteamérica y una mayoría empobrecida con débiles defensas y sin perspectiva.

La gran mayoría campesina, indígena, obrera, de los barrios, pueblos y colonias, comerciantes y productores nacionales, empleados al servicio del Estado, profesionistas, maestros, estudiantes e intelectuales, se han refugiado en las amalgamas de la cultura nacional y aunque dispersos, resisten la larga noche de la confusión ideológica, el oportunismo y la descomposición de la clase política, la austeridad conservadora protegida por todos los partidos, la debilidad del tejido social, los embates de la teocracia católica y presbiteriana y la norteamericanización de la cultura mexicana.

La tragedia del México es la extinción y crisis de las corrientes sociales e ideológicas avanzadas, autoras de la legitimación de la organización proletaria y popular; promotores de las leyes y los derechos para garantizar la libertad de los ciudadanos; creadores de las principales instituciones de bienestar social basadas en derechos y no en migajas filantrópicas. La tragedia de México hoy es la crisis de la izquierda socialista que luchó más de un siglo a contracorriente del liberalismo hegemónico. La tragedia de México es la inexistencia de una izquierda con voluntad de poder propio y la incapacidad del liberalismo tradicional, para representar y enfrentar los problemas nacionales de manera consecuente y al proyecto de integración global.

La figura de Juárez, defendida hoy por priístas y perredistas sin ningún matiz, tiene vigencia como defensor de la soberanía política y defensor de la República laica, pero no es referencia contra el neoliberalismo económico, ni para la integración de los derechos de las naciones indígenas, ni para la reivindicación de derechos sociales frente al nuevo papel de México en la globalización económica y comercial. En manos del PRI, el liberalismo mexicano se estancó y se convirtió en una ideología decadente y sin valor, pues se utilizó para justificar las doctrinas neoliberales para negar los derechos de las naciones indias, para centralizar al país, para fortificar el presidencialismo, para corresponder a los requerimientos del libre comercio e imponer las instrucciones de Washington, el FMI y el Banco Mundial.

El viejo liberalismo mexicano ortodoxo, derrotado el 2 de julio por el estandarte guadalupano de Vicente Fox, ha tratado de defenderse levantando la imagen de Juárez como único referente ideológico, unificando hoy a priístas y perredistas en la derrota, mientras ambos pactan por separado con el nuevo Estado teocrático para existir como nueva unidad nacional y cuya vanguardia son los grandes empresarios, banqueros y especuladores inmobiliarios que se benefician con la globalización y arrastraron a toda la clase política del viejo régimen.

Frente a esto, para reconstruirse, la izquierda debe ajustar cuentas con el liberalismo mexicano y sus inconsecuencias. La izquierda, donde quiera que se geste, esté o exista, no puede confluir con el priísmo cínico para organizar la alternativa de un nuevo proyecto nacional sobre la base del liberalismo y el juarismo como ideología central contra el neoliberalismo.

La crisis ideológica de la izquierda y el PRI los han hecho aliados de facto. En el PRD esto socava su crisis interna y convierte a todas sus corrientes en simples luchas facciosas por el poder interno, que ya no se proponen siquiera construir el pensamiento nuevo y los referentes para un nuevo proyecto nacional. La táctica contestataria de las corrientes perredistas se ha convertido en maña para pactar cupularmente con el foxismo, lo cual es confundido con un partido de oposición.

Para una nueva ideología liberadora será el pensamiento socialista y las doctrinas económicas humanistas las que den alternativa y detengan el avance de la injusticia social, oculta tras el modernismo de la globalización. Ella recogerá lo mejor de la historia del país y su pensamiento y deberá salir adelante como alternativa al confluir con procesos sociales, políticos y económicos reales.

Ante la confusión, la perspectiva de izquierda, en sentido estricto, se ha refugiado en el pueblo, mayoritario, proletario y marginado. Ahí se incubará como alternativa y desde ahí deberá irrumpir con la fuerza del volcán, con ideas nuevas a lo largo del nuevo siglo.

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