Un mundo nos vigila. Este antesalista está expuesto, como todos los habitantes de la Ciudad de México (que tienen un vacilante trabajo, un improbable futuro y sienten que un mundo de desempleados los vigila), a la presión excesiva de la inflexible jornada. Esta tensión de la mente y el alma, que en inglés se conoce como stress y cuyo neologismo consignado por la Real se escribe estrés, sumada a la edad y a los avatares del alcohol, el cigarrillo y otras drogas que el destino proveyó, han dejado su huella sellada a hierro en distintos órganos de nuestro cuerpo fatigado. En cierto momento de iluminación, diez años ha, el que esto escribe decidió que no era mala idea realizar algún ejercicio físico; y no sólo lo decidió sino que lo llevó a cabo, pese a que prácticamente resultaba imposible encontrar a un contemporáneo que lo acompañara en la noble tarea. Gracias les doy públicamente a Octavio Hernández, corrector y editor de prosapia (y quince años menor que yo), así como al famoso Teo, el mensajero más rápido del Pedregal (veintitantos años más joven que aquí su servilleta), que se prestaron a jugar frontón con el rucanrolero los domingos en los populares y cachetones Baños Chopo. Mens sana in corpore sano. Más a delante, ya instalado en el añejo Coyoacán, pensé en cuál deporte podría practicar con o sin compañeros y adversarios. Pude haberme dedicado a correr o a hacer ejercicio en un gimnasio, pero mi temperamento me impulsa al juego aeróbico y gregario más que al solitario y solipsista. Me gusta compartir el entretenimiento y competir, no tanto por ganar o no perder sino porque siempre es bueno gritar cuando se anota algún buen punto o cuando se falla penosamente. Gritar, saltar, sentir la velocidad y la coordinación del juego me permite sacar el veneno que se acumula a lo largo de la semana. Me llevó tiempo pero encontré el deporte que me permitiría cubrir todas mis pequeñas manías: el basquetbol. Así, empecé a asistir al Parque Lafragua, en Abasolo y Londres, donde hay dos canchas polvorientas de futbol soccer y dos canchitas laterales para basquet, en la que todo es a escala, más reducido que las medidas oficiales. El lugar me cayó de perlas para practicar. Asisten a él más bien chavos de secundaria y durante las mañanas está prácticamente vacío. Ahí me entrené durante dos años. Mi condición física era fatal y no había jugado basquet desde la secundaria. Volví a aprenderlo todo: el tiro, botar la pelota sin verla, pasarla entre las piernas, driblar, correr y tirar sin violar las reglas, etecétera. ...las seguridades de mi más atenta consideración.
Cuando ya me sentí más seguro en las bases de mi basquetbol,
empecé a explorar la dimensión desconocida de Los Viveros.
Y es que a las canchas de basquet del costado sur (donde también
se halla la zona del GYM más raro que existe en el DF, y del cual
hablaré más tarde) no va cualquier hijo de vecino. Bueno,
sí puede asistir cualquiera, pero no cualquiera se puede quedar
o asistir permanentemente y jugar. Yo voy entre semana, tarde por
las mañanas. Por lo regular no hay gente a esa hora o sólo
algunos jugadores que van a practicar sanamente, sin mayor deseo de competencia:
algún desempleado, un profesionista que se tomó el día
y ciertos personajes de los que iré hablando en estas Antesalas
de Navidad y Año Nuevo. (Cuando usted lea esto quizás se
encuentre en la situación ideal, quiero decir, como me gustaría
estar yo mero: como personaje de caricaturista en vacaciones: tirado en
la playa, bajo una palmera y con un coco con ginebra más su clásico
popote en la mano. El monero, como hemos visto tantas veces, se pinta
a sí mismo en traje de baño tipo calzoncillo y con lunares,
el brazo atrás sosteniéndose la cabeza y una pierna cruzada
sobre la otra. A veces, si tienen tiempo o desean que la caricatura propicie
la realidad, el monero se pule pintando un petate de playa que luzca cómodo
e incluso elegante; junto a él aparece un radio del cual surgen
algunas notas musicales. ¿Qué entendemos con esta suma de
convenciones? Que el propio caricaturista se desea fervientemente unas
felices vacaciones.) La hora en que frecuento Los Viveros, tengámoslo
en cuenta, es francamente peligrosa: los rayos uv caen con su mayor virulencia
buscando gangrenarnos la piel. Las partículas pm-10 y el índice
de ozono, aunque ya ha pasado su hora pico, todavía se desplazan
venenosamente por el éter. Los árboles que se crían
en Los Viveros luchan en franca desventaja por equilibrar la balanza a
favor de un aire más respirable para los citadinos. No obstante,
la vida continúa luchando por desplegarse como si nada. Las ardillas
son cada vez más numerosas y sus miradas, más extrañas.
Su audacia, alimentada por los (las) ecologistas amateurs, es francamente
amenazadora. Se acercan con la actitud del adicto que no pide sino que
exige dinero para comprar su relajante. Por fortuna, desde lo alto hay
una especie de superpolicía más efectiva que la auxiliar
y la PGR: un águila de alas rojizas y cuerpo oscuro y más
bien pequeño ha llegado para habitar o al menos rondar desde lo
alto. La ardilla debe ser su postre favorito. Dior conserve intacto el
siempre justo ciclo alimenticio natural. Los depredadores tienen a su vez
depredadores. Aquí, la Naturaleza no imita al Arte, en cuyo hábitat
pueden sobrevivir y hasta prosperar elementos mediocres pero oportunistas.
Claro que la obra de arte siempre acabará imponiéndose pero
los creadores raramente gozarán sus beneficios. Hay artistas y escritores
que se comportan como si fueran realmente unos creadores singulares, cuando
en realidad sus obras, vistas a la luz del tiempo y sin el poderío
que logró en vida conjuntar su productor, son en realidad débiles
o desequilibradas. (Continuará.)
CarlosGarcía-Tort
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LEISSSTE Clement Attle, el líder del laborismo británico que ejerció el poder al final de la espantosa segunda guerra mundial, afinó los rasgos fundamentales del Welfare State (Estado benefactor, Estado del bienestar, Estado providencia, son algunas de las traducciones o de las descalificaciones provenientes del capitalismo salvaje, al concepto que, con tanta precisión, nos entrega la lengua inglesa) y, siguiendo el ejemplo de Franklin Delano Roosevelt, de algunos gobiernos escandinavos, de los partidos socialistas, socialdemócratas y algunos de los populares europeos, así como de Mustafa-Kemal Pacha, Ataturk, el modernizador de su país, el creador de un Estado laico que es el único posible en el mundo moderno en el seno de una sociedad partidaria del más brutal de los integrismos y, por lo tanto, feroz enemiga de esa tolerancia definida por Voltaire de la siguiente y magistral manera: "estoy en total desacuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo", echó a andar lo que unas décadas más tarde la señora Thatcher calificó como el Estado Robin Hood, es decir, el que robaba a los ricos para poder darles a los pobres y a los miserables. El régimen del general Lázaro Cárdenas amplió los distintos aspectos del Estado benefactor iniciado, con grandes problemas y mayores vacilaciones, por los gobiernos del general Calles y de los presidentes sujetos a su maximato. El Seguro Social, el fortalecimiento del sindicalismo, el concepto de la huelga concebida como un factor de equilibrio entre los factores de la producción, el Estado laico, la educación pública y gratuita y una especie de proletkult creado para promover la cultura académica y artística y para estrechar sus lazos con la popular, son algunos de esos aspectos de un Estado distribuidor del ingreso que muy pronto se malquistó con la gran empresa y se vio obligado a dar marcha atrás en algunas de sus conquistas, a hacer concesiones y, lo que es definitivamente grave, a abdicar en parte de sus obligaciones para con la justicia social. A pesar de los signos de los llamados nuevos tiempos, de la crítica neoliberal al Estado obeso y paternalista (patrimonialista le llamaban los críticos más sutiles), los regímenes de Ávila Camacho, Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz mantuvieron vivos e inclusive incrementaron los principales rasgos del Estado providencia. Echeverría y López Portillo no renunciaron a ellos, pero sus excesos los dañaron seriamente. El tono gris del neoliberalismo nos cubrió después y la tecnocracia, cifras frías en ristre, patrocinó la crítica despiadada del paternalismo y, daltónica y negada a la percepción de los matices, cantó las loas al libre mercado y entonó el réquiem para el Estado providencia, asesinado, según ellos, por sus propias contradicciones, por su bondad mal administrada y su propensión a caer en los sueños de la utopía. Esta breve historia tal vez no lo sé de fijo pueda facultarnos para festejar la sobrevivencia del Estado benefactor y para encomiar la aparición de un conjunto de libros que tienden a mejorar la cultura popular y que cumplen con creces un aspecto de las obligaciones de un instituto nacido bajo el signo del Estado de bienestar y mantenido en vida contra el viento y la marea del capitalismo salvaje y de la llamada "racionalidad tecnocrática". El programa de literatura mexicana contemporánea se titula acertadamente "¿Ya leissste?" Se inició con la publicación de diez títulos en noviembre de 1998. En este día cuenta con cien títulos, en tirajes de veinte mil ejemplares. Esto da la suma de dos millones de libros editados hasta octubre de 2000. Un ochenta por ciento de la edición se entrega gratuitamente a los derechohabientes del Instituto, especialmente a los pensionados y jubilados, como parte de sus prestaciones culturales. El veinte por ciento restante se vende a cinco y diez pesos en las tiendas del issste y en las librerías Educal de Conaculta y del fce. Para evitar olvidos no menciono los nombres de los autores y de sus obras. Sólo puedo asegurar que la selección es muy acertada y que son casi todos los que están. Algunos, como el de la voz, cumplirán su función de una manera peculiar, pues provocarán un sueño profundo en los enfermos y los ancianos, cosa que es, todos lo sabemos, altamente salutífera. La narrativa, el teatro, el ensayo y la poesía son los géneros atendidos por la colección y sabemos que sus expectativas han sido cubiertas con creces. Para los escritores ésta ha sido una experiencia enriquecedora, pues nuestros textos están en las manos de un público no previsto por las casas editoras y que, por lo mismo, no pertenece a la minoría lectora de nuestro país, minoría, para nuestra desgracia, decreciente, pues el estruendo de la vida actual, los trabajos enajenantes y los precios altísimos de la mayor parte de los libros, retiran de las librerías y de la bibliotecas a muchos lectores potenciales. La sogem, la unam y el inba participaron en la selección de los textos cuyos derechos pertenecen ahora al issste y, lo que es mejor, a sus derechohabientes. Esto nos honra y alegra, pues son el mejor de los mundos-lectores posibles. Además, debemos tomar en cuenta que estos libros constituyen una biblioteca básica de nuestras letras actuales y que, por lo mismo, está garantizado su efecto multiplicador. Emociona saber que los muchachos y las muchachas de las casas de los derechohabientes podrán acercarse a ese modesto y eficaz acervo, hacerlo suyo e iniciar su relación amorosa con la lectura. En nuestro país se han cumplido, a lo largo de este siglo, algunos programas de fomento a la lectura. Están en nuestra memoria los famosos libros verdes de Vasconcelos que fueron objeto de la burla de los pragmáticos. "Entrega libros de autores grecolatinos a analfabetos", decían, y un campesino de Durango los puso en su sitio: "Lo guardaré y tal vez mi hijo o mi nieta puedan leerlo." El campesino tenía sentido de la historia y una spenceriana confianza en el progreso de la inteligencia. Los críticos inmediatistas se encerraban en un presente desesperanzado y en el cinismo posibilista. Recordamos los cuadernillos de la sep iniciados por Narciso Bassols y continuados por Mancisidor, List Arzubide, Mauricio Magdaleno y Rafael F. Muñoz; así como "Sepsetentas", la colección Deslinde y la serie Material de Lectura de la unam. La Metropolitana, la Veracruzana, Conaculta y algunas universidades de provincia han cumplido valiosos proyectos editoriales, dignos de mencionarse, pero que no se ubican en la idea precisa de lecturas para el pueblo. Los escritores aquí reunidos estamos muy agradecidos con el issste
por habernos dado esta oportunidad única, pero más que eso,
le agradecemos la demostración de que el sueño de la utopía
puede plasmarse en un momento dorado de la realidad. En ese momento, los
escritores y los lectores pueden unir sus sentidos para cumplir el milagro
de la lectura. Estamos en lo más alto de la sensación y de
la inteligencia, pues Quevedo pone en juego todos sus sentidos frente al
libro: "Retirado a la paz de estos desiertos,/ con pocos, pero doctos libros
juntos,/ vivo en conversación con los difuntos/ y escucho con mis
ojos a los muertos." Así leía Quevedo a Marco Bruto, a Cicerón,
a Tito Livio. Así leemos a nuestros mayores y maestros, así,
poniendo todos los sentidos en juego, estos libros serán leídos
por nuestro pueblo y este hecho es para nosotros el cumplimiento de nuestra
idea más profunda de la creación literaria.
Hugo
Gutiérrez Vega
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