EL INACEPTABLE DRAMA DE LOS KURDOS
El
drama que se ha desarrollado durante semanas en las cárceles en
Turquía, con una huelga de hambre que llevó a la muerte a
varios presos y un motín generalizado a diversos presidios para
impedir el traslado de los huelguistas y protestar contra las modificaciones
del régimen carcelario destinadas a aislar aún más
y reprimir mejor a los reclusos, plantea nuevamente la violación
constante de los derechos humanos por Turquía y, además,
el drama de la minoría nacional kurda en ese país.
Como se sabe, la Unión Europea --y en particular
el Parlamento Europeo-- ha condicionado la plena adhesión turca
a la eliminación de la pena de muerte y de las torturas, a la vigencia
de la plena libertad de prensa y de palabra, y al abandono por las tropas
turcas del norte de la República de Chipre que ocupan ilegalmente
desde hace 26 años.
Pero el Consejo de Bruselas no ha podido conseguir que
Ankara cumpla con esas condiciones y acate las múltiples resoluciones
de Naciones Unidas que desde 1974 reclaman que salga de Chipre. Por el
contrario, Raf Denktash, seudopresidente de una República del Norte
de Chipre reconocida sólo por Turquía y mantenida por el
ejército turco, no sólo ha declarado su voluntad de romper
las negociaciones internacionales sino que también amenaza con invadir
a la legítima República de Chipre, reducida desde hace más
de un cuarto de siglo a sólo la parte sur de la isla. En octubre
pasado una huelga general de chipriotas de lengua turca, contra la ocupación
por el ejército turco de esa seudo república y la crisis
económica resultante, ni siquiera permitió abrir negociaciones,
pues Denktash está apoyado por la ultraderecha y el ejército
de Turquía.
Como también se sabe, cientos de miles de kurdos
siguen escapando de Turquía para vivir en mejores condiciones y
gozar de derechos democráticos en Europa, y decenas de ellos han
muerto en ese intento. Turquía desconoce incluso la existencia de
los kurdos, a quienes considera "turcos de las montañas" y a los
cuales prohíbe el uso de su lengua y su organización política,
a pesar de que ya en 1920 las potencias vencedoras de la Primera Guerra
Mundial habían reconocido, en Colombes y en Sèvres, un Kurdistán
independiente, que fue posteriormente dividido por Turquía, Siria,
Irak, la ex Unión Soviética e Irán.
El independentismo kurdo es en Turquía ilegal y
es violentamente reprimido y buena parte de los presos de la izquierda
existente en Turquía son kurdos (entre ellos diputados) o militan
junto con éstos por los derechos democráticos en el país.
El actual gobierno turco, supuestamente de centroizquierda,
está dirigido por el político que lanzó la invasión
a Chipre y se especializa en la represión contra la izquierda y
contra los independentistas kurdos, a quienes califica de terroristas y
persigue y bombardea hasta más allá de sus fronteras, en
sus refugios en Irak o captura incluso en el exterior --como en el caso
del dirigente del Partido de los Trabajadores Kurdos, Abdullah Ocalan,
hecho cautivo en la embajada griega en Nigeria--.
Este martirio de un pueblo antiquísimo --pues desciende
de los medos y de los asirios--, compuesto por decenas de millones de personas
y dividido y oprimido en varios países, es particularmente cruel
en Turquía, cuyo gobierno se siente respaldado por Washington pues
es aliado de Israel, es la principal potencia militar en la zona, amenaza
a los países de los Balcanes, presiona sobre el Asia Central ex
soviética y podría desviar el petróleo del Azerbaiján
que actualmente pasa por Rusia hacia Europa occidental y hacerlo pasar
por debajo del mar Caspio hasta tierras turcas y manos estadunidenses.
Sólo la presión de la opinión pública
internacional puede evitar que la Unión Europea, por razones económicas,
tolere una situación intolerable. Sólo ella puede obligar
al gobierno de Ankara a cumplir, por lo menos, con las resoluciones de
la ONU sobre Chipre y con las de la UE sobre los derechos humanos.
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